Revista Latinoemerica de Poesía

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Poema del Viernes # 111



 

CORRECCIÓN DE LECTURAS

Tales eran los días hasta que el cándido animal salió de la espesura. Tales fueron los verdes, tales fueron las aguas, los oros, los límites. La tierra era en sus manos y fue rey de las horas y los ríos y el colmillo.

Huyó la flecha blanca del origen, el sol sacó su chal de entre las piedras, la lengua fue trasteando por los líquidos hasta encontrar los peces, la química del diálogo.

Entonces nací yo.

Vine para adorar la cúpula de ese vientre, el calor entre los cuerpos, la silueta salobre de la danza. Me acostumbré temprano a tus rodillas, a los insomnes codos que apuntaban tus gestos desde lejos. Ya no me sentí solo mirando tus tobillos, porque traían los pies allí donde tu risa mojaba los estímulos. Compartí tus hombros con la lluvia, y desde entonces vengo escribiendo el poema de la sangre, de los actos sonámbulos bajo un raudal de jornadas.

Quiero gastarme el alma en ti, en tu fealdad festiva, en tu sed, en tus faltas. Celebraría tu ausencia porque sé que tus manos arden gritando un nombre entre sombras. No me preocupa la agonía; ya hemos desmantelado sus cuarteles.

Descubrimos, amor, que Dios es sucederse, que el otro arrinconó su desventura, pero tú y yo nos fuimos al mercado a comprarnos raciones de otro mundo. Nos dio la fe de luchar por nuestra clase. La vida es un relámpago de tierra. Y asumimos el escándalo, volvemos sin cesar a su cosecha, porque sabemos que solo por nosotros esta Revolución no tendrá límites. 

Ángel Escobar



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