Poema del Viernes # 70
Por Hellman Pardo
Si alguien nos lleva a los acantilados, a la bruma del mundo donde se arrojan pequeñas piedras a ese vacío para escuchar su canto, es Héctor Rojas Herazo. Dueño de una prosa intensa como su novela Celia se pudre, también es creador de una obra poética contundente en el panorama colombiano. Recordemos sus esquinas al viento.
CANTILENA DEL DESTERRADO
Me pusieron mi ropaje de vísceras
y luego me dijeron:
camina, escucha, dura,
ganarás la lumbre de cada día con el sudor de tu alma.
Y héme aquí con un poco de barro semoviente,
con veinticuatro horas de jornal o de sueño,
con sesenta minutos en cada órgano,
con sesenta segundos de tic-tac en las venas.
Héme aquí con un poco de risa, de estupor y de sombra.
Haciendo mi tarea,
haciendo como que hago,
como que vivo o muero.
Como que soy igual, distinto o parecido,
a aquel que me saluda, me tropieza o me nombra.
Héme aquí con mis días,
mis semanas, mis meses, metidos en cintura.
Jugando a mis tendones.
Con una abeja simple fabricando mi mocus.
Con mis botones aferrados
para cubrir el vello y el hedor de mis nervios.
Héme aquí con mis lunares y mis letras.
Mi nombre no concuerda ni importa,
ni hace el caso en el hondo paladar de estar vivo,
de atrás,
de aquellos que molieron su muerte
y se volvieron cal y fuerza entre mis huesos.
Yo no pido respuestas o ladridos.
Yo no quiero una cláusula que me limpie las uñas.
Yo nada quiero, nada,
sino llegar, mirar, olfatear y después
dejar que otros deshagan, con su furia de vivos,
mi paladar, mi huella, mi sangre y mi camino.
Héctor Rojas Herazo