2. Horacio Benavides
Selección de Henry Alexander Gómez
El laconismo, la palabra precisa, el adjetivo justo, el rigor del joyero y la codiciada profundidad de la poesía en medio de lo natural y lo cotidiano, son algunas de las características del poeta caucano Horacio Benavides.
Sus poemas son tejidos con un lenguaje simple pero nunca ingenuo. Al leerlos, logramos reflejarnos como cuando nos vemos en un pozo de aguas transparentes. Es la nomenclatura del misterio ante las cosas habituales. La sorpresa de una fábula que cuelga de un hilo de la noche.
Benavides, poco a poco, se muestra como una gran voz, una ínsula extraña que bien merece, más de un rayo de sol en la literatura colombiana.
Acá una muestra de su poesía:
De Las cosas perdidas (1986)
La sangre recuerda
Entre la sombra
y los jirones del sol
mis ojos descubren al tigre
La melodía de su cuerpo
quema la hierba
Su poder avanza ondulando
rememorando tal vez
el antiguo reino del agua
Como ahora mi sangre recuerda
el temor
el fuego
y la nieve
El reloj
El reloj
es un pájaro
disecado vivo
Un pájaro
que picotea
y picotea
el tiempo
sin romperlo
El reloj
es un dios caído
y torturado
EL CERDO
El cerdo entra en el poema
como una ofensa
pero nadie sabe
que el cerdo también reza
Al final del verano
cuando las golondrinas
arrastran el paracaídas
de la lluvia
el cerdo se sale de sí:
da vueltas salta grita
aplaude el universo
De Agua de la orilla (1989)
Día entero
Las muchachas del servicio
corren hacia el domingo,
Abandonan su traje de ceniza
y limpias y aromadas
buscan en la luz
a su muchacho.
Por fin el día es suyo,
un sol de verano
las quema en la hierba,
Bailan en las casetas,
perdiendo con frecuencia el paso
y en la noche
en un cuarto barato
gimen ante revelación
tan íntima.
La madrugada del lunes
se lleva sus alas.
De Sombra de agua (1994)
Murciélago
Bébete la noche
extensión de gracia
para la feliz letanía
de tus alas
Sobrevuela la bestia dormida
abanícala con tus párpados
lame en su lomo la linfa
el palpitante ojo del agua
Y ármate contra el mundo
mendigo dios de la dicha
que ya viene el día
De La aldea desvelada (1998)
6
Hay un tiempo en que la voz
hace eco en las montañas
y el rostro contesta
en el agua
Otro
en que el eco
vaga solo
y el agua ríe
para nadie
13
Sentada en el andén
La muerte saca su pan
No hay mosca que la ronde
Ni perro que la vele
Nos acostamos con un amante
O al menos con la sombra
¿con quién se acostará la muerte?
De Todo lugar para el desencuentro (2005)
Bagdad a oscuras
Cuando de la herida del niño
empezó a brotar
la dulce agua del sueño
y la anciana
hubo apagado
con sus dedos la última llama
y los perros sin dueño
se entregaron
a su suerte
en el abandono
de la ciudad en ruinas
se escuchó de nuevo
la antiquísima voz de la sangre
He llegado a saber
oh rey afortunado...
Ricardo Reis ha vuelto a Lisboa
He vuelto a la orilla del río
y te he visto salir Lidia
del pasado que no regresa
Te has sentado junto a mí
plena de palabras no dichas
pagana y sosegadamente triste
con la fragancia de las rosas
en la memoria de las manos
En este crepúsculo
oro mate y azul
en que la noche va entrando
como una nave oscura
en el puerto
Donde estuvo el sueño
Horacio Benavides nació en Bolívar, Cauca, en 1949. Ha sido profesor de educación básica primaria y educación media en Cali, ciudad donde también dirige un taller de literatura para niños. Es coeditor de la revista de poesía Deriva. Ha publicado, entre otros, los libros de poemas: Orígenes (1979), Las cosas perdidas (1986), Agua de la Orilla (1989), Sombra de Agua (1994), La aldea desvelada (1998), Sin razón florecer (2002), con el cual ganó el Concurso Nacional de Poesía del Instituto Distrital de Cultura y Turismo en 2001, y Todo lugar para el desencuentro (2005). En De una a otra montaña (2008) publica su obra reunida.