
El manifiesto poético de lo no representado
Reseña del poemario La asamblea de los fantasmas de Aníbal Malaparte
El poema es un manifiesto para la verdadera negación.
Alain Badiou
Estamos en un periodo de crisis, de problemas que ya no pueden resolverse ni mediante leal oposición democrática, ni mucho menos abandonándonos al misticismo de un imaginario mundo interior. Esta descomposición del tejido comunitario junto a la destrucción de cualquier ascenso social mediante la educación universitaria ha creado miles de jóvenes cuyas experiencias se definen mediante la violencia estructural a la cual han estado expuestos desde su nacimiento. Entre estos jóvenes, hay quienes apuestan a darle un sentido a su vivencia, tratando de convertir esa violencia en creatividad revolucionaria. Es un duro camino el que han elegido, un camino de libertad sustractiva; pero para proteger esa libertad, esa radicalidad emancipadora, no le queda otra opción que optar por la misma violencia que los engendró.
Ellos, a los cuales les tocó una mala mano en el juego de la vida, saben que el futuro no está de su parte, sino que es su enemigo, por eso miran al pasado, no para vivir en él, sino para redefinirlo. Su destino no es el de la democracia burguesa, sino el del arrebato nihilista.
Este libro fue escrito por uno de esos jóvenes, quienes se entregaron a la revolución sin esperar nada de ella… y acaso por ello convirtiéndose en la esperanza de aquellos revolucionarios que fueron derrotados en el pasado.
Hay poemarios que rompen con su destino y se convierten en algo más, este lo hizo para volverse partitura rota, un jam entre vivos y muertos, como si el lenguaje mismo improvisara desde la herida. La asamblea de los fantasmas de Aníbal Malaparte es un bebop en letras; acto colectivo de evocación y violencia revolucionaria. Su poesía resuena como un rabioso jazz obrero, de fraseos imposibles: de sintaxis quebrada, urgente, que asesina lo esperado y lo hace con una inquietante sonrisa empapada en sangre, como trivial elección de desayuno.
Los poemas están estructurados de tal forma que la memoria se convierte no en lamento, sino en ahogado grito de rabia, cada poema es un fantasma que evoca no adornos ni alegorías, sino presencias políticas, ausencias encarnadas que exigen voz, ritmo y venganza. Son los traicionados que se negaron a pactar, los desaparecidos sin tumba ni homenaje. Cada poema es gesto de trauma y goce, como requinto improvisado entre escombros, retales y silencios.
Te miró y el vértigo de sus agujeros negros
confirmo su identidad,
atisbando una reflejada cordura carcomida
que fulguraba como cristales rotos,
indescifrable misterio sobre a quién pertenece
Es jazz espectral, sincopado y entrecortado, donde cada verso parece entrar tarde o demasiado pronto, como si el mismo tiempo estuviera descompuesto. Pero es ahí donde ocurre el milagro: la poesía deviene en guerrilla, una especie de ataque por sorpresa, cruel emboscada donde los cuerpos ausentes de los olvidados, pero no rendidos, se reagrupan para decir: aquí estuvimos, aquí seguimos.
Este libro, reflejo roto de vidas rotas, tiene algo de panfleto de lo no dicho, del manifiesto poético, de lo no representado. No es viaje del elegido, sino el coro de los antihéroes que bajo una delgada capa de cinismo aún podemos ver el anhelo de heroísmo. No hay unidad sino polifonía. Aníbal no busca clausurar sino abrir grietas. En sus versos vemos a un yo lírico que sin compasión alguna por sí mismo se entrega en desobligada declaración de amor a una psicópata incapaz de amar, las inseguras introspecciones de quien se siente tan desconectado de sí mismo como de las demás; así como las reflexiones sobre la traición de un partido revisionista a sus jóvenes militantes que ante el desengaño renuncian el partido con la misma vehemencia con la cual se niegan a abandonar la causa comunista en la que creen, incluso si eso los lleva a una muerte temprana y una tumba poco profunda.
Y en al arrebato de incendiar nuestros puentes
¿quién más que las obras completas de Koba
se enfrentan a la autocracia del tiempo?
Y sí, siempre hemos sabido
que seducimos lo malgastado
tanto como apetecemos la perversión.
Escrito por una de las plumas más interesantes de la escena literaria contemporánea, La asamblea de los fantasmas no solo da voz a los muertos, sino que permite que hablen desde una poética tan clasicista como indisciplinada, feroz y perturbada, profundamente latinoamericana sin caer en el folclor. Es tanto poemario como una barricada hecha de palabras, humo y orquestas. Escrito con voz jazzística y puños militantes, este libro no se subraya: se escucha en voz alta, se repite en las calles, se samplea en los muros.
Juan Carlos Hernández García (Xalapa, Veracruz, México). Licenciado en Sociología por la Universidad Veracruzana, maestro y doctorante por el Centro de Investigaciones en Estudios Superiores de Antropología Social (CIESAS) unidad Golfo. Apasionado de la poesía revolucionaria, los videojuegos, la tecnología, el blues y del flair bartender.