CORAL MAMÍFERA - KARI OBANDO
Recientemente la poeta costarricense Kari Obando publicó su poemario Coral mamífera con la editorial Abecedaria. Celebramos dicha publicación con una reseña realizada a este libro por Alelí Prada y una selección de poemas a cargo de la poeta colombiana Fadir Delgado.
Mujeres «coral mamífera»: dueñas del amanecer
Por Alelí Prada
En el fogón (el centro de poder) está todo: nuestro alimento, el río que nos limpia y nos desvela la historia, los huesos: el arrecife.
Esta obra es una coral mamífera que transita una comunión con su interior. Allí, mar adentro, sin aniquilar a los monstruos y con innata sabiduría de los ecos de las ancestras, las corales hacen de las profundidades un lugar intencionalmente espiritual y festivo: un peregrinaje consciente hacia el centro.
En esta oscuridad, los ojos se enfocan más claro que nunca. Obando ilumina la voz poética por la senda del pasado. Contrario al progreso occidental y su manía de saqueo histórico, este libro propone abrir(se) hacia atrás, al origen de la verdad, al “útero del mundo” (p.75) y su portal para la vida y la muerte.
Solo en el útero de la poesía se cocinan y revelan los más grandes secretos. Si cerramos los ojos y nos vamos tobogán abajo hacia nuestra entraña podremos escuchar. Si hay suficiente silencio, las oraciones, los gritos de dolor, los cuentos, leyendas y cantos de las comunidades más antiguas rebrotan como un recuerdo borroso que aún palpita fuerte y aguerrido.
Nos dice Clarissa Pinkola (1992) “El fondo es el mejor terreno para sembrar y volver a cultivar algo nuevo. En este sentido, alcanzar el fondo, aunque sea extremadamente doloroso, es también llegar al terreno de cultivo” (p.296)
Una “Coral Mamífera” parece resonar con el mito de la mujer salvaje. Y por mito digo cultura. La historia ha sido salivada principalmente por las mujeres Corales Mamíferas, quienes tejieron la estampa de lo sagrado. Así, navegaron en las aguas recónditas de su propio llanto. Bucearon entre los barcos hundidos y sacaron de la arena las palabras que los demonios blancos habían enterrado en lo profundo del mar.
Kari declara con voces de otros tiempos: “Lanzamos las placentas al mar / para arribar más lejos que las tortugas / enterramos ombligos entre los árboles / desafiando el veneno de las serpientes: / la intuición de los secretos de la selva.” (p.37)
Quizá una mujer coral mamífera canta sobre los huesos con el canto más primitivo y más claro: el canto negro, el canto centroamericano y del Abya Yala. Quizá la mujer coral mamífera conserva la historia como un vientre: en un medio acuoso porque el agua es la primera madre, la primera memoria del planeta. Y entonces confirmo y decreto que Kari Obando es este eco fértil y vasto que nos permite escuchar a esta mujer salvaje maestra de las aguas.
Volver a la semilla, la cadera, al baile, al alimento, al pueblo, a la garganta del agua; volver al verdadero hogar del cuerpo hasta convertirse en poema. Hoy más que nunca y como siempre, para las corales hay una madre África que emigra, fertiliza y vuelve a florecer en los cuerpos que son territorio y no terreno, abiertos al intenso sol del trópico, a la regeneración de los suelos, al amor.
Las corales no están quietas: son una plegaria salada que danza en la cueva marítima, un rito divino, la columna vertebral de la vida.
Son las herederas más legendarias. A quien necesite hidratarse de memoria, que se clave en el centro del océano. Se encontrarán a Kari guisando a fuego lento con las manos aun cubiertas de oro.
Bienaventuradas las criaturas que coman de su palabra.
Trópico
Acá todo es verde.
Los pájaros se comen los frutos
abiertos de mi cuerpo.
De cuerdas y memorias
Lo antiguo está hecho de cuerdas y raíces
entre úteros que tejen trasmallos
los ojos de sal capturan las manos de los abuelos
los peces saltan al profundo eco de la memoria
el resplandor del sol arruga a ese niño de mar.
No hay relojes frente al océano
ni brújula más exacta que la mirada de Dios:
la madre de todas las madres que mece serena
a los hombres que misteriosamente se hunden
y luego vuelven sanados
a alimentar monstruos ocultos
en los arrecifes
Madre negra
Las semillas germinan
en la tierra de las manos
hombres que pescan y siembran
bajo los soles
hombres de raíces antiguas
siempre náufragos
regresan a su madre negra
toman su brebaje
heredan los mapas secretos
continúan la ruta
Su madre negra
pone besos en las canastas
cuelga plegarias
en los corazones
y en las profundidades
canta
con su furia marina.
Los viejos
Sentados contemplan a los perros
que se alimentan de moluscos
a los peces que se hacen alimento
de pelícanos
a los botes que toman
existencia en la lejanía.
Sobre los troncos
descifran
la danza de las tortugas
y la música de los profetas
que se dibuja entre humo
en el cielo de los puertos.
Criatura acuática
Siempre en el misterio de las profundidades
el insospechado
se mueve sin dejar rastro
es un hilo en el mar
el que se oculta
siempre hay sutileza en sus andares
BALANCE
el que no pierde la brújula
sintonía en frío-tiempo
criatura que se aclimata
filtrador de turbias aguas
HOMBRE-PEZ
ligero y silencioso
Coral mamífera
Mi cuerpo hierve en la madrugada
mi piel es de hule
y todo sabe a sal
me arrastro por la playa
lloro entre el coral muerto
floto en la laguna del caos.
Hay un precipicio en cada paso
estoy hundida en ese charco frente a casa
y ninguna voz me hace despertar.
Crece dentro
a cada minuto que respiro
un mamífero nocturno que me devora.
Mi pálpito se duplica
estoy al borde
corro y grito
en la habitación de mi vientre.
Se desploma el pájaro desde el árbol gigante
me desangro
en el centro de la selva.
SOUL FOOD
A doña Doria
Danzan las ollas de las diosas migrantes
las ancestras
encienden los fogones de los
hambrientos
sazonan los huesos de la ofrenda
los secretos burbujeantes
de las tías abuelas.
La familia era un pueblo
y las manos los libros de todas las
recetas.
Respiramos los surcos aromáticos de las
hierbas
habitamos
eternamente
en la memoria del paladar.
Miró a la diosa
de pies descalzos
sobre los corales de fuego.
Rompió los trasmallos.
En el nacimiento
brotaron monstruos.
Se devoró a un niño de plancton.
Rasguñó las paredes en busca de acertijos.
Frente al malecón
lo encontraron contemplando
sus manos de coral
ante los barcos hundidos.
Kari Obando (Costa Rica, 1994). Escritora y socióloga de profesión egresada de la Universidad Nacional de Costa Rica. Se ha desempeñado como gestora social en instituciones como el Ministerio de Cultura y Juventud y la Universidad Nacional de Costa Rica. Actualmente, labora como experta en gestión social en UNOPS, Naciones Unidas. Ha desarrollado su trabajo profesional y literario en el Caribe costarricense donde habita actualmente. Se identifica como afrofeminista antirracista y forma parte de la Red de Juventudes Afrodescendientes (REDJA). Ha participado en congreso y festivales de poesía en Costa Rica, Colombia, Ecuador y México. Su obra se encuentra publicada y traducida en revistas nacionales e internacionales.