Revista Latinoemerica de Poesía

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Carmen Verde Arocha



Presentamos algunos poemas de Carmen Verde Arocha, destacada poeta, ensayista y editora venezolana, que le regresa el enigma al amor, su canto tangencial de universos simbólicos y temblores. Una plegaria que, oscura, no pierde la inocencia. 

 

 

Canción gótica
[Tercera versión]


Despiertas en las alturas
Las bombas van y vienen por los aires

Tu voz es tenue

Vuelo sobre ti con la fuerza ¿de qué ave?
si nos quitaron
la única que podemos nombrar

La gente lastimada llora
El gas les entorpece el sueño

Se dijo que el destino podría ser excelente en primavera
No es cierto

—Todos siempre perdemos algo

Me abrazas


(De Canción gótica. Caracas, 2017)

 

 

Para quedarse callada

a las mujeres que están en cautiverio

 

Hemos tejido la piel a fuerza de llanto

Apenas oyen el canto del búho
el agua sobra y el hambre también

Las muchachas corren de un lado a otro
temen a la voz de los soldados
¡Son tan jóvenes!
algunas perdieron a sus madres
otras fueron apartadas de sus muñecas
y de su pedacito de tierra

La advertencia no fue oída
Ellas no quisieron esconderse
cuando pasaron los camiones
Pobres inocentes mostraron su olor
a jazmín y canela recién molida
Los hombres se fueron acercando
todo les parecía muy dulce ante tanto resentimiento

Una voz murmuraba al final del día
que las niñas fueron llevadas a un campamento
en la lejanía de un valle
«Le cambiaron los nombres
Tatuaron un número en sus pezones»

El resguardo recoge lo ido
Se oyeron disparos ruidos alaridos
El viento movía la arena de un lado a otro
Todos perdieron el rostro entre tanta polvareda

No se sabe si fue en la mañana o en la noche
(el tiempo se puso del lado de la sombra)
cuando a la niña de trece años
le pintaron los labios cortaron sus cabellos
la sentaron en una esquinita del cuarto


(De En el jardín de Kori. Caracas, 2015)

 

 

Adobe

Nos paramos en la puerta de la casa
a esperar que dejara de llover.

Ella con la cara hundida en el hueco de la mano
veía pasar naranjas, raíces,
zamuros, tabaqueras,
sillas rotas, mariposas, hormigas de marfil,
todo resumido en cinco monedas.

Era una caliente mañana de enero,
y sin embargo llovía.
Podíamos cambiar la suerte por verduras.

Los zapatos con tacones de un metro
son los mejores pasadas las seis de la tarde.
Ella decía a los hombres
que era más alta que ellos.

Alguien sacude sus brazos velludos
y flacos dentro de la casa.

Ella entra en un descuido a contar
con cada uno de sus dedos su amor disperso.
El terciopelo comienza a despegarse
de los zapatos. Un mendigo de ojos azules
se le acerca.
No podía convertirse en hierbas.
Mientras, ella veía en los sabios ojos de él,
sus buenas costumbres.
El comía su sopa de pescado con papas,
siempre lo mismo,
y sacudir las penas de los hombros.

Afuera seguía la lluvia.
Escuchábamos el ruido
de la quebrada crecida.

El mendigo abrochaba todos los botones,
desde el principio hasta el fin.
Trataba de escondernos a todas.
No podíamos movernos éramos de adobe.

Lo mejor era desear
que el mendigo se fuera a la corteza del mundo.

Nuestra gloria está en el río.

La promesa fue clara. De nuevo la estera
avivada por el fuego,
y el amor devolviéndose al deseo.

Ese día de enero,
ella continuaba mirando la lluvia,
y el aroma del primer beso.

 

(De Mieles. Caracas, 2003)

 

 

El perejil en ayuno

 

Hay que despertar a la tierra.
Quitarle el lunar de los ojos,
para que los muertos
no se mezclen con ella.

Camino despacio.
Lentísima
sobre la arena
que lleva a la Hacienda Las Marías.

Da sed
Orar en esta calle.
Puedo oler el musgo,
las raíces podridas.
Tengo las pestañas quietas.

Permanezco
con el cuidado de no tropezar
las tumbas,
ni las hierbas,

en este andar silencioso,
como si estuviera listando piedras
o sembrando tubérculos.

El aire está pleno de huecos;

y los parásitos limpian
para que mi cuerpo
regrese sobrio a la vida.


(De Amentia. Caracas, 1999)

 

 

Mi alma se ha ido a comer piña

 

Ella es una camisa
que llevo puesta al revés,
y dice palabras extrañas a los hombres.

Nunca imaginé
mi alma es amarilla,
y tiene la inquietud de las nubes.

 

(De Cuira. Caracas, 1997)

 

 

 

**

 

CARMEN VERDE AROCHA

 

Caracas, 1967. Poeta, escritora y gerente cultural. Licenciada en Letras y Magister en Historia de Venezuela por la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas. Directora de la Editorial Eclepsidra en Caracas, y profesora de la Universidad Católica Andrés Bello. Fue gerente general de la Casa de la Poesía en Caracas. En el ámbito de la creación literaria ha sido reconocida como una de las poetas contemporáneas más importantes del país. Desde los años noventa su trabajo discurre entre su ejercicio creador como poeta y ensayista y la edición-editorial, este último ha ocupado su línea de investigación sobre la historia de la edición y la historia del libro en la Venezuela contemporánea. 

Ha publicado: Poesía: Magdalena en Ginebra (México, 1997), Cuira (1997-1998), Amentia (1999), Mieles (2003), Mieles. Poesía reunida (2005), En el jardín de Kori (2015), Canción gótica (2017), Magdalena en Ginebra, La concubina y otras voces de fuego (Poesía reunida, Chile, 2022). Ensayo: Empresas editoriales venezolanas, apogeo y ocaso (1958 – 1998). Notas de historia cultural (2024); Cómo editar y publicar un libro. El dilema del autor (2013); El quejido trágico en Herrera Luque (1992). Entrevistas: Rafael Arráiz Lucca: de la vocación al compromiso. Diálogo con Carmen Verde Arocha (2019), Al tanto de sí mismo: conversaciones con Alfredo Chacón, en coautoría con Alejandro Sebastiani Verlezza (2021).   Su poesía ha sido incluida en destacadas antologías y revistas electrónicas y en papel publicadas en España, Italia, Colombia, Francia, Chile, Brasil, Estados Unidos, México, Austria y Venezuela. Su obra ha sido merecedora de estudios por académicos venezolanos y extranjeros.

 



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