Revista Latinoemerica de Poesía

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El silencio voraz de Jonathan Alexander España Eraso



 

Un paseo por seis senderos

 

 

Humberto Jarrín B.

Escritor colombiano y profesor universitario

 

 

Con el Año Nuevo, sabiendo incluso que esta transición es un juego ilusorio, más una convención de la ficción poética del tiempo que una realidad cronológica —porque el tiempo es un río eterno sin vanos en que sus aguas reposen así sea un instante para seguir luego al otro tramo de la eternidad—, aun así, los seres humanos acogiéndonos a este contrato de la tradición para medir nuestra pasajera existencia, esperamos inaugurar los nuevos tiempos con otros aires, otros proyectos, otros asombros. Yo debo dar cuenta de uno, encontrarme con un libro que inicia mis lecturas de este año 2023: «El silencio voraz» de Jonathan Alexander España Eraso.

Es un libro breve, más no por ello mi lectura fue voraz como habría de esperarse con un libro de poesía como éste, libro bellamente editado, con ilustraciones que requieren su propio tiempo, encanto y desciframiento, sino más bien una lectura decantada, a sorbos, como los líquidos espirituosos que uno acostumbra a libar en estas temporadas.

He querido, entonces, dejar un testimonio, a saltos, de mi recorrido por este sendero poético que España nos presenta y que se abre por 6 caminos. Escojo, pues la metáfora del caminante, para esta andadura

El primer camino, «Las formas del fuego», nos instala en el panorama tétrico de la muerte, de esa muerte que en nuestro país un día nos encara sin más, a pesar de nuestra inocencia y por la que nos obligan a ser errantes en nuestra propia tierra, seres en fuga:

 

Frente a mí

sus cuerpos tienen el verdor de la huida.

 

En el poema «Elogio del fuego», apenas visto el cuerpo del poema sobre la hoja, pensamos que se trata de una suerte de aforismos, esas perlas del pensamiento, que al tiempo como aparecen desaparecen dejando su quemante resplandor en nosotros (por lo que, en esencia, entonces, no desaparecen, sino que, como la reacción nuclear, provoca una reacción en cadena de significaciones). Sin embargo, la lectura atenta nos aleja de esa ilusión: en el poema hay más, hay imágenes en estallido:

 

Un cuerpo quebrado yace en el zaguán. Mi madre bendice la lluvia.

 

Son luciérnagas fugaces, sí, y no es la razón la única que los acoge, sino el sentir por lo efímero que, por igual, son incendios que al interior de nuestro espíritu acontecen.

Permítanme traer a colación lo avances del mundo contemporáneo, un poco como juego, un poco como asombro y relacionarlo con los asuntos del lenguaje, y es que le he pedido a un programa de Inteligencia Artificial, OpenAI, dándole algunas condiciones al algoritmo, que me analice dicho poema, y esto es lo que la máquina dice:

A través de este poema, el poeta nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de la vida. La imagen del cuerpo roto y la madre que bendice la lluvia nos recuerda que el sufrimiento y el dolor están a la vuelta de la esquina. El poeta también nos presenta las imágenes de la tierra fría bajo las losas y el silencio del desaparecido, como una forma de mostrar que la verdadera tragedia a veces ocurre en silencio. El poeta también usa la imagen de la abuela abrazando una orquídea para representar el dolor profundo que sienten estas personas, así como la carga emocional que sienten al caminar por la montaña. Estas imágenes nos recuerdan que, a pesar del sufrimiento y el dolor, la esperanza siempre está presente. Esta esperanza puede ser encontrada en la belleza de la naturaleza, en la resistencia de la gente y en la solidaridad entre los seres humanos. El poema también nos recuerda que el sufrimiento no es una condena eterna, sino una oportunidad para crecer y ser mejores.

Juzguen ustedes la validez del pensar y el sentir de la máquina alimentada con lenguaje humano.

Nosotros diremos que, en todo este primer capítulo o camino de nuestro recorrido, la muerte irrumpe y los seres humanos apenas sí se enteran cuando ella ha impuesto ya su reinado. Pero, aun así, en este paraje el asombro no ha declinado en fijar sus propios poéticos espejismos:

 

Un niño emerge

como el sol entre la niebla;

muerde un fruto

del que brota el incendio.

Una salamandra en el aire

se agita en llamas,

abre la boca

y desaparece.

 

En conclusión, en tan pocos poemas (apenas 5) hay un crisol de experiencias y manifestaciones de la muerte, entre ellas, la violenta, aquella con que los poderes de la clase al mando en nuestro país ejercen su presencia y dominio.

Si iniciamos el paseo por el segundo sendero, una pregunta que nos podemos hacer es: ¿qué puede surgir de «Un relámpago sepultado en un jardín»? O mejor, sembrado en un jardín.

En principio creo que un trébol de 4 hojas. El primer trébol es un diario en el que se sopesa «La levedad del lamento». Un lamento cronografiado de lo que el recuerdo hace su propia arqueología, y donde «lo recóndito se agranda y se disuelve la luz».

Otro trébol para el silencio voraz. Otro más para ver el oleaje de las mareas, y un último, para ser testigos de la deleznable condición de todas las cosas, que son epifanías transitorias; todo es presencia y fuga a la vez. El dolor, los presagios, la nostalgia hecha hilachas y abandonadas en un muro.

En cambio, si nuestro andar avanza por el sendero llamado «Paisajes de luz», encontraremos regadas unas flores exquisitas conocidas como haiku: el universo en tres líneas, esa pequeña ecuación poética que, al igual que esta metáfora einsteniana (que por igual es un haiku compuesto de tres elementos):  E = MC2, nos conduce a la totalidad a partir de la casi nada, es decir, ahí donde el silencio voraz (ese hoyo negro) pretende devorarlo todo.

Por su parte, los cinco poemas que componen el tercer sendero, «Las palabras son un tigre blanco», nos adentran a un terreno vedado para muchos. Si Platón, en el frontispicio de su academia puso la siguiente frase perentoria para alejar a los poetas de su república: «Nadie entre que no sepa matemáticas», en compensación, es lo que pretendo sustentar, los poetas fundaron un género, su propia república, en la que, por igual, encontraríamos esta advertencia perentoria: «Nadie entre que no sepa poesía». Este género no es otro que el Arte poética, metapoesía, poesía que se poetiza a sí misma, palabra narcisa, solo para poetas.

Pues bien, España nos regala, en breves versos de raigambre aforística, una breve cosecha de su propia concepción sobre la poesía, su escritura y origen, sobre el poeta y el conjuro que, entre ambos, se manifiestan.

 

Las palabras son un tigre blanco,

sus garras desaparecen

lo que se nombra.

 

Y con el poeta podemos concluir, como lo han hecho otros, que en literatura todo es palimpsesto:

 

La escritura tiene la forma de la borradura:

la metáfora viva del gesto me señala

y se retira.

 

Otros hallazgos se abren por el quinto camino, ese que el poeta ha dispuesto para que la contemplación abierta nos hechice en un tiempo sin tiempo, en un espacio sin espacio…

 

La claridad invade el sendero.

Su incandescencia ruge

en la arboleda.

 

***

 

Él no anuncia el misterio

a los náufragos de la mañana.

 

***

 

Sobre la hierba,

bocarriba y con las piernas abiertas,

aguardo la semilla de la noche.

 

***

 

Mi voz de ahogada

estalla con la luna.

 

Terminemos este recorrido adelantando unos pasos por el ultimo sendero, en el que la nostalgia nos debe llevar a los lares más queridos: la casa, el terruño:

 

En esta casa

en la que el hambre renace,

el recuerdo es un chiguaco

que devora los ojos de la tarde.

 

O por la infancia, la más íntima de las patrias humanas, y el soporte, y la veta poética:

 

Mis pensamientos

tienen el rumor del Guaitara

donde se ahoga la infancia.

 

O también por esos momentos plácidos, tan sencillos como un grano de mostaza, pero que iluminan nuestro recuerdo, como el Big Bang al universo:

 

Un plato de sopa caliente

en la mesa materna

busca mi cabeza.

 

Del mismo modo, por los seres amados, sobre todo aquellos que iniciaron la cascada de la sangre, las generaciones que han llegado hasta nuestra carne, renovada:

 

Entre los labios de la abuela

mi madre es una plegaria

bajo las estaciones.

 

(…)

 

Heredo la voz de mi abuela.

Su sangre

engendra esta página.

 

Y por supuesto, la ineludible presencia de las figuras tutelares de nuestra existencia, los volcanes primigenios de nuestro ser: la madre y el padre:

 

Busco a mi madre,

ángeles me muestran el camino,

mas solo veo pasar a mi padre en el invierno.

 

(…)

 

Madre

el sufrimiento

que mancha tu vestido

cae como nieve

en un bosque

negro.

 

Cerrado el libro, hay que cerrar los ojos, y con ellos hecha la luz en sus adentros, volver a recorrer estos seis parajes, esos seis territorios que nos ofrece el poeta Jonathan Alexander España Eraso, en los que la palabra ha echado su simiente y ha florecido. Así es bueno comenzar el año.

 

 

***

 

 

Humberto Jarrín B. (Cali, Valle del Cauca) Es profesor universitario, poeta, dramaturgo, novelista, cuentista y editor. Es además licenciado en Filosofía y Letras, con especialización en Lingüística, de la Universidad Santo Tomás (1992). También máster en Literatura Colombiana y Latinoamericana de la Universidad del Valle (2000). Su obra le ha hecho conocer como un autor que destaca en el panorama de las letras en Valle del Cauca y Colombia. Fue ganador del XXV Concurso Autores Vallecaucanos Premio Jorge Isaacs 2022, en la modalidad de literatura infantil. Además, tiene en su haber el Premio Nacional de Literatura, Colcultura, Dramaturgia para niños, Bogotá (1992); Premio Nacional de Libros Cuentos para Niños, Atlántico (1995); Premio Nacional de Poesía Ciudad de Chiquinquirá (1996); Concurso Nacional de Poesía Premios Jorge Isaacs, Cali, en dos ocasiones (1994) y (1996); y Premio Nacional de Literatura, Ministerio de Cultura (1998). 

 

Jonathan Alexander España Eraso (Pasto, Nariño). Es escritor, editor y gestor cultural. Ha publicado cuentos, poemas y ensayos en diversas revistas impresas y virtuales, tanto colombianas como internacionales. Ha sido incluido en diversas antologías de poesía y minificción. Fundador y coordinador editorial de Alebrijes | Revista Nariñense de Minificción. Cofundador de Editorial Avatares. Editor de minificción colombiana en Abisinia Review. Codirector de Instantáneas: Microantologías de Minificción Hispanoamérica en: https://conexionnortesur.com/. Travesías, su primera novela, tiene dos ediciones (una colombiana y otra española). Con el poema «Descienden de las ramas», resultó finalista en el XIII Concurso Literario Internacional Ángel Ganivet (2019). Con el poema «Escritura y origen», presentado bajo el seudónimo de Juan del Páramo, fue finalista del Concurso Nacional de Poesía Decir es mostrar, organizado por la Casa de Poesía Silva (2020). Su libro Paisajes de luz resultó ganador del Premio Libro de Poesía Publicado (2021), otorgado por la Secretaría de Cultura de Pasto. El silencio voraz fue semifinalista en el Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero (2022). Actualmente es columnista de algunos periódicos colombianos e integra el Colectivo Internacional de Minificción. Minificciones y poemas suyos han sido traducidos al francés, italiano y rumano.

 



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