Ronald Bonilla
Publicamos una selección de poemas del poeta costarricense Ronald Bonilla ganador del premio Nacional de Cultura Magón en el 2015:
Hagámoslo fácil
Es difícil preguntar por un desconocido
y que todos digan al unísono: -soy yo.
Corroborar con la foto que no hay nadie
igual a sí mismo, en esta noche.
Es difícil caer y levantarse
como si tuviéramos resorte en el trasero,
irse de bruces y no dejar la marca
de un sudor escondido en la ranura del concreto,
de una gota de sangre, ambarina;
es difícil regar el vino y beber
sin que nos miren, del filo de la mesa
que pudo contener nuestro descuido.
Es difícil llegar a la cama
y saber que tendremos miedo
del día de mañana,
sobre todo si nos ponen a prueba
en cualquier camino.
Es difícil tener que hincarnos
por debajo de la misma humildad
y pedir perdón a los que no llamamos
en esta hora a cenar con la pobreza.
Difícil, sí, pero hagámoslo fácil:
escribir un poema para alguien que no quiere oírnos,
tan cerca de nosotros que el murmullo
de sus números se hace intenso.
Pero hagámoslo fácil, yo pongo aquí
un poco de frío, solo esa palabra,
un poco de ausencia, solo ese sentido,
un poco de soledad, solo esa mentira,
un poco de distracción, solo la anáfora,
un poco de olvido, como si fuera fácil
dejar otro poco en el tintero,
un poco de olvido para otro poema,
el que quizá deba decir mañana
para un auditorio ávido de olvidos.
Del libro Herida de agua, 2024.
Recurso de amparo
Vengo a interponer, señor,
este recurso.
Hace noches y días,
en los solsticios y equinoccios,
cuando el viento ulula por entre las paredes
y desde los marasmos
que se devuelven en poniente,
cuando la luna sangra inesperada
y el sol se hace un ovillo inquieto
que no podemos mirar,
en el eclipse, ante el abismo,
y cuando tomamos un libro
para leer los versos que dejara olvidados
un caminante en el destierro,
cuando platicamos con animales pequeños
que visitan el jardín
o que aprisionamos
en nuestras cerradas viviendas,
hace tiempos, lo digo,
cuando las estaciones
se cansan de reiterar sus costumbres,
y cuando llueve sobre los ventanales
que miran la indigencia de las calles
al pie de las montañas,
por donde no pasa siquiera el borracho
de la esquina.
Hace, como digo, señor Juez,
ante tanta soledad
y tanta algarabía de los desconocidos,
que me pienso en poemas y poemas,
que no escapo a la metáfora indudable,
que invento símiles
que dan vuelta y vuelta al llavín de la locura,
que fabulo y confabulo, improviso,
invento el quicio, el resquicio y los rescoldos,
pongo en las imágenes el margen dorado del olvido,
amo y desamo, ato y desato,
sueño y entresueño
para que no se desangren los caminos.
Y por eso, porque las ciudades
tengan solo explosiones de fraternidad,
y el campo solo frutas y semillas
para que el amor revene,
interpongo esta querella que me salve
y nos salve
de la ignominia del mundo del dinero.
Este andrajo de fe,
este recurso de amparo del poema.
Del libro Recurso de amparo, 2020.
Ser infinitivo
Ver, oír, palpar, quizá sangrar.
Reír, llorar, adelgazarse, quizá volver.
Dormir, soñar y peinarme, quizá envejecer.
Volverse uno de espaldas,
trancar la soledad con más de ti.
Esperar, auscultar, quizá cantar,
entorpecer la voluntad, acarrear la fe,
manejar el estrés,
desintoxicarme de ciudad.
Acaso ser el soberano de los azules imposibles.
Caer y doblegar la ansiedad y levantarse,
Poner los nudillos en el rostro de alguien
o besar y besar
hasta que se te suban los espasmos.
Amanecer, anochecer, ser uno más:
un camino difícil de sesgar.
Ser tan solo infeliz o reír a carcajadas,
granjearse la amistad de los ausentes,
arremolinarse, conceder, ser
ese desconocido, un extranjero pobre,
un Caín arrepentido, un guerrero miedoso,
un sabio desmemoriado, un comediante inocuo,
el trágico burlado, la servidumbre entera
de una mansión ya desolada,
uno más del ejército de los desempleados,
ser o no ser, sino estadística,
actor a la deriva, poeta inédito,
ratón de biblioteca,
voyeurista empedernido
o travesti pudoroso.
Callar, decir la misa,
volver a piropearte,
bajar por tus cabellos,
morir en tu cintura,
desafiar en fin la gravedad, ser ese grave,
ese sombrero,
ese oscuro que no sabe adónde irá,
quizá la luz que transgrediste
para unirme con la sed de tus dos labios.
Mírame, ríñeme,
no me deseches. Se oclusiva
y verosímil, esperándome.
No exhibas la tristeza sino la transparencia,
la del vino, la del cielo,
la llave que nos lleva a la lujuria.
Amar, amar... quizá sangrar.
Del libro Hoja de afiliación y otros clichés, 2016.
Hay que nacer, nacer
Hay que nacer de nuevo
para recoger el cielo de la fruta,
o su botón de sed o tus pezones.
Hay que nacer, hay que nacer
para saber de la sustancia intangible del amor.
Hay que empujar a la matriz
para nacer al viento.
Hay que nacer, hay que nacer
como si volviésemos a naufragar entre la lágrima,
ya sin la carga del pasado
tornándose destino:
aquí de pronto, sólo olvido te pertenece.
¡Sal de tu sangre a recorrer el sendero!
Hay que morir, hay que morir.
Después tus palabras
inventadas un viernes a ciegas
contra el mundo.
Hay que morir, hay que nacer,
saber hacia dónde,
sed del murciélago invertido
se desdobla en la espalda;
te levantas de los últimos sillones,
te pones los zapatos,
te urden hilachas, la sonrisa,
ese decir te quiero
cuando la noche obliga.
Hay que nacer de todo y contra todo
y por todo y hacia el silencio póstumo
del que revierte en canciones el secreto:
Todo está en tu frente como un ojo avizor
ante el abismo.
Yo seguiré cantando aunque estas huellas
de pronto se borren en invierno.
Hay que morir…morir…no ser,
escupir sin mancha,
socorrer sin nada a cambio,
oler la rosa equidistante que prepara tu abrazo,
bautizar los hijos quizá como conjuro.
Hay que dormir, dormir, soñar,
ser el anciano que está empezando a caminar,
con sus anteojos, sus muletas,
su licorcito escondido, sus metáforas,
su cicuta perfecta, su camino de luces
para volver a nacer cuando recoja
las últimas cosechas del olvido.
Del libro Apuntes para un grafiti, 2014.
Ronald Bonilla (San José, Costa Rica, 1951). Premio Magón de Cultura 2015, Premio Joven Creación 1977, Premio Nacional de literatura Aquileo J. Echeverría en poesía 2001 de Costa Rica. Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán en poesía 2001-2002. Premio de poesía Lisímaco Chavarría, primera edición, 2003. Premio Una Palabra en poesía 2013. Finalista del VIII Premio de Poesía Pilar Fernánez Labrador; 2019, Salamanca, España. Finalista al VIII Premio Internacional de poesía Jovellanos: el mejor poema del mundo, 2021. Ha publicado 19 libros de poesía. Es coautor del Manifiesto trascendentalista y poesía de sus autores (1977). Su poesía ha sido traducida parcialmente al inglés, catalán, italiano, portugués, japonés, coreano y al braille. Es fundador y coordinador del Grupo Literario Poiesis y de sus talleres. Es presidente de la Editorial Poiesis. Fue presidente de la Asociación de Autores de C. R. y directivo de la Editorial Costa Rica. Fue uno de los coordinadores del taller del Círculo de Poetas Costarricenses. En agosto 2022 se publicó el primer tomo de su poesía en marcha: Tiempos sin sombra, con la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica -EUNED, libro que recoge sus primeros cinco poemarios. Este año aparecerá el segundo tomo.