Nervadura de la noche, 2023
Detrás de la nervadura, los tendones
Presentación de la edición, 2023,
por Alejandro Cortés González
Aquí inician la Nervadura de la noche y los tendones que la posibilitan. Nervadura porque tiene los nervios afuera, a la vista, como el envés de las hojas en las que el árbol de la noche da frutos. Y tendones porque van a contar cómo brotó cada nervio dentro de la obra de Carlos Fernando Chaparro Parada.
En 2016, Jenny Moreno con la complicidad de más amigos de Carlos Fernando y de Piedra de Toque Editorial, decidieron sorprender al autor publicando una plaquette con algunos de sus poemas, la cual titularon Nervadura de la noche porque así la rotuló el autor en sus archivos. Esto lo hicieron como regalo sorpresa para su cumpleaños número 33, el 4 de diciembre de ese año. De no haber sido por esta intromisión afectiva, Chaparro Parada no hubiera publicado nada en vida. Esa noche de festejo de cumpleaños y de lanzamiento, a Carlos Fernando lo embriagó la felicidad de sentir el afecto de sus amigos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los poemas allí publicados no fueron otorgados por el autor.
Lo anterior se menciona porque, después de su muerte el 27 de abril de 2021, con autorización de su mamá —la señora Consuelo Parada—, Ronald Molina encontró en el computador de Chaparro Parada varios archivos con textos creados a lo largo de diez años. Los poetas Diana Carolina Daza, Henry Alexánder Gómez y el suscrito, nos dimos a la tarea de leerlos y hacer una cuidadosa curaduría. En el proceso notamos que muchos de los poemas que integraron la plaquette de 2016 tenían tres o cuatro versiones, antes y después de esa fecha, por lo cual escogimos las mejores para publicar en esta nueva Nervadura de la noche, donde sí fue posible tener en consideración toda la magnitud de su obra poética.
La presente publicación, la cual es posible gracias al apoyo de su familia y amigos, también integra una muestra de algunas de las obras pictóricas de Chaparro Parada. Sí, además de ser un gran poeta, era un magnífico pintor. Y las obras que aquí se incluyen, reposan en los hogares de sus amigos y familiares; tanto en ellas como en los poemas se aprecia esa visión solitaria del impresionismo, donde la luz o su ausencia tienen un plano principal.
Particularmente, ya haciendo el trabajo de edición de textos, sorprende encontrar poemas de largo aliento en Chaparro Parada, más cercanos a lo conversacional y, por momentos, confesional; una voz fluida y contundente que él nunca mostró en recitales, pero que sí estaba dentro de los archivos más recientes de su computador. Los nueve primeros poemas de este libro —desde “Andén” hasta “Seducción del abandono”—, responden a estas características.
Luego —desde “Nervadura de la noche” hasta “Pesadas andaduras”—, convergen los poemas del estilo hermético, breve y contemplativo que en vida le conocimos al autor, donde la noche, las calles y la soledad, configuran el nervio principal de esta nervadura. Cabe recordar que la mayoría de los treinta y tres poemas de esta parte fueron publicados en la plaquette de 2016. Sin embargo, Chaparro Parada los siguió trabajando; incluso cambió algunos títulos. Así que los poemas que aquí presentamos son los que encontramos en su versión final.
Cierra este capítulo de poemas con tres joyas existenciales: “Abandono mi palabra”, “Un definitivo adiós” y “Cansado de tanto andar”, que, si bien corresponden al estilo conversacional de los primeros nueve, hablan del paulatino desprendimiento del poeta con la palabra, del hombre con el mundo. Son tres joyas devastadoras donde Carlos Fernando comienza a decirnos adiós.
Prosigue “Neburoirad”: un aparte donde incluimos tres relatos breves que hallamos en los archivos más antiguos del autor. Se llama “Neburoirad” (anagrama del célebre modernista Rubén Darío), porque así los firmó Chaparro Parada en sus archivos. Estos tres relatos tienen el corte neobarroco, a veces lúgubre, a veces lúdico, que caracterizó sus primeros escritos, cuando devoraba autores como Julio Flórez, Porfirio Barba Jacob, José Asunción Silva y Rubén Darío.
Culmina la presente publicación con “Nebardo”, un inserto a color que reúne algunas de sus obras pictóricas, las cuales firmaba con este seudónimo que fue también el nombre de su abuelo, quien le inculcó el amor por las artes. Chaparro Parada tenía la capacidad de pintar al óleo, acuarela, carboncillo, con la técnica y el estilo que él deseara. No en vano pintó fabulosas portadas para algunos de nuestros libros. El impresionismo y su fascinación por plasmar la luz por encima de las formas fue su corriente más fecunda. El poema “Seducción del abandono”, dedicado a la pintura “La soledad” de Jean Baptiste Camille Corot, es un ejercicio de écfrasis que lo corrobora.
Finalmente, uno de los tendones más sensibles del libro, el poema “Renacer de albores”, nos dice:
El amor es el apetito de la belleza
Pues bien: la presente Nervadura de la noche demuestra que el apetito por la obra de Chaparro Parada es demasiado grande; que la noche, la soledad y las calles son espacios impresionistas para que hable la luz; que la poesía puede alargar sus versos y abrir sus cicatrices para decir adiós; que la presente publicación honra mi amistad con Carlos Fernando, ya que tuve el oscuro privilegio de acompañarlo —sin saberlo— en su última noche sobre la tierra; y que el arte posibilita secretos tendones para que entre vivos y ausentes, siga existiendo el amor.
Bogotá, agosto de 2023.
Un andén
Un andén es la excusa perfecta para mentir.
Un andén es sentir desde adentro la frialdad del odio ajeno.
Permanecer de pie, sosteniendo un recuerdo malogrado
entre la distancia y el olvido.
Esperar inconforme, planear un arrepentimiento,
arrodillarse en espinas de dulce envidia
para saborear un agudo martirio. Eso es un andén.
Un andén es mentir, sentir frío, olvidar una espina.
Figura de la noche
Los párpados administran el apetito de la sombra.
Soy la herida que alimenta la palabra puñal.
Andando
Ando incapaz de lo creíble.
Me confundo entre títeres y sus dramas.
Ando alegre con la esperanza roída, como un criminal,
como un niño necio,
Ando figurando la imagen del adiós irrepetible,
venerada por llantos y coronas de luto.
Ando y comprendo que la sonrisa es el sabor de los vicios.
Ando y tropiezo con botellas
que tras su derroche tienen lágrimas que se confunden con orina.
Ando con frío en las manos,
pensando en ella y con la tristeza entre los bolsillos.
Ando deprisa porque el hambre me afana
y en mi hogar me esperan con la cena tibia.
Seducción del abandono
A la pintura “La soledad” de J.B.C. Corot
Ella
se refugia bajo un árbol
que desarticula la profundidad del brillo.
Ella
a la tregua de la sombra
palpa la mejilla de la brisa
y desviste el tiempo.
Contempla emparedar la lejanía
y al frío reconciliarse con la esperanza.
Observa cómo la luz abraza el silencio.
Hoy la soledad frota la pupila,
limpia la tarde.
Nervadura de la noche
Sobre los hombros
se precipita
la punta de la tarde.
La noche esquelética asoma por un costado
de su nervadura.
Confundidas constelaciones
estrangulan la espina de su lomo
(hurgan las costillas los descarnados bailarines).
Dan equilibrio
al hondo nervio
de la oscuridad.
Sólido
Con el ángulo
del medio día
me corto la espalda
Como todas las tardes
regreso
con la sombra entre las manos.
Ángel de condena
A los falsos positivos
Un ángel
desciende sobre el espiral escalonado
que proveen las moscas.
Empuña la palabra y empala sombras.
Entre sus dedos se trenza una madeja de polvo.
En sus uñas
amordaza el cielo.
Pesadas andaduras
El polvo
ha inundado los últimos rincones de la luz.
Un hombre martilla con sus ojos
un lucero para colgar la tarde.
Su respiro enredado en la cilla
le troza la marcha.
Herido por los bordes del tiempo
descarga sobre la cama
minutos de sobra.
Un definitivo adiós
Me siento obligado a ser alegre
en algunos momentos del día.
Al hurto del pensamiento,
la voluntad respira su último aliento.
Afirmo serenidad en algunos momentos
donde la sonrisa debe ser aprovechada,
para despedirme de buena gana de todo lo oportuno que he poseído;
despedirme de aquello que irrevocable al dolor de la memoria,
me ofrece un pequeño gesto de calor.
Pero hoy daré un definitivo adiós
a la apagada mano que me auxilia de esta necesidad incomprensible,
del fruto de este solitario esfuerzo,
de la grotesca fidelidad de mis fantasmas.
Me despediré de la noche que da la esperanza,
del encierro de la vida,
de las tarifas de la libertad.
Acogeré del momento este guiño comediante,
esta acción fácil,
este gesto aceptable,
para darle adiós a esas sonrisas que regalé una tarde imaginada.
Me iré de la costumbre de arrullar ideas.
Me despido de la rutina,
que no es más que la vida falta de realidad.
Cansado de tanto andar
Cansado de tanto andar por andenes y recovecos,
quisiera en la próxima esquina encontrarme la nada,
como cuando se tiene esa sorpresa donde la realidad no convence la razón
y la alegría adormece levemente las extremidades
creyendo del instante algo intocable.
Quisiera encontrarme con una bala perdida a la vuelta de la esquina,
olvidar el cansancio,
proponerle caminar por los lugares donde la ausencia no duele,
donde la bala sonriente a mi brazo le hace fieros a la nostalgia que está a dos pasos de nosotros,
y avanzar con el solo peso de un saco lleno de deseos,
con esa despreocupación que uno quisiera que nunca se acabara.
Sería tan bueno encontrarme a un amigo en la próxima esquina
y pedirle un abrazo para este frío,
o tal vez silencioso
me regalara unos segundos para tomar un respiro
y me acompañara a caminar hasta la otra cuadra.
Qué bueno sería encontrarme la nada,
y de contento gruñir por un instante,
encontrarme contigo,
y despedirme antes de enfrentar el problema
o aceptar la muerte.
Mala crónica de una historia corta
(Relato breve)
Me acerco a una pareja de niñas que dialogan entre sí, observándome. Cuando estoy con ellas se silencian y se concentran en su quehacer. Son pícaras; se miran entre ellas y, con gesto bajo, algunas sonrisas. —¿Qué pasa, niñas? —pregunto. Solo silencio y luego risas. —¿Qué pasa, niñas? —vuelvo y pregunto. Silencio hasta que una no lo soporta y arroja una carcajada—: Es que ella dice que usted tiene cara de ratón—. Ambas sonríen.
—Ah, con que sí. Pues es más bonito un ratón que una jirafa—. Ella pregunta —¿por qué? —y yo contesto— porque tú tienes cara de jirafa—. Y entre calificativos discurre una charla que incluye a nuestros animales preferidos. De repente, han pasado diez minutos, se nos pide que desalojemos porque el tiempo ha finalizado. Yo me despido de la cara de jirafa y de la cara de perrito chihuahueño. Me quedo pensando en la pregunta que hacen a la distancia: ¿Cuándo volverás, cara de ratón?
CARLOS FERNANDO CHAPARRO PARADA
Nació el 4 de diciembre de 1983, en Sogamoso, Boyacá. Poeta, pintor, tallerista y docente de artes y literatura. Apasionado por la poesía, la música clásica y el rock progresivo. Estudió Licenciatura en Humanidades y Lengua Castellana en la Universidad Minuto de Dios, Bogotá. Trabajó como tallerista de arte y expresión literaria en el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (IDIPRON) y en el Instituto Distrital de las Artes (IDARTES), ambos en Bogotá. Falleció en Duitama, Boyacá, el 27 de abril de 2021.
Publicaciones:
Nervadura de la noche (Plaquette, 2016),
Nervadura de la noche (Libro de poesía póstumo, 2023).