 
                                        
                                    Elisa Díaz Castelo
Publicamos una selección de poemas de Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986) quien recientemente fue ganadora del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2020 por El reino de lo no lineal.
Fotografía de Pascual Borzelli Iglesias
MANUAL PARA SOSTENER NIÑOS PEQUEÑOS
para Aurelia
A mi amiga le da miedo cargarlos
y la entiendo: ese peso incierto entre las manos, 
todo calvicie, boca y uñas diminutas. 
Aparte están las tías que siempre dicen: 
pero que no se le vaya la cabeza. 
Luego, hay que pensar en tantas cosas, 
dar soporte a la espalda, prevenir que lloren
y no olvidar la leche que hierve en la cocina.
No sé si estamos hechas para tanto ajetreo, 
no nos damos a basto con nuestra poca vida
y casi siempre es suficiente el ruido 
de la página en blanco, el guión 
que en la pantalla pestañea su paciencia. 
Nos basta el sonido que hacen las palabras 
unas contra otras como cuentas de vidrio. 
No reconocemos el llanto de los niños. 
No podemos leer su partitura de corcheas.
Para ayudar a mi amiga a superar su fobia 
le digo que piense, al acoplar su cuerpo, 
en el doblez del brazo, firme y relajado, 
de quien escribe inclinado a la mesa.
Aún así, tiene miedo mi amiga
de esos escuincles que se retuercen
y empeñan en caerse, que son todo
jabón que se escapa entre manos, 
nombres resbalosos, cosas
que se rompen de un grito
contra el suelo.
Es conveniente
afianzarlos al pecho 
para que nuestro latido parco los arrulle
y, si estamos de pie, hay que mecerlos
como quien, indeciso, 
no sabe hacia dónde dar el primer paso.
Y las flores en carne viva de sus bocas
abiertas, imperiosas, es mejor no verlas.
Son movimiento hirsuto, retruécanos. 
En sus encías de tiburón germinan 
dos mudas de dientes, sus huesos 
son maleables como plata fundida. 
No hacen más que morirse 
a cuentagotas, devorar los minutos 
con su llanto asombrado. 
Son todo comisuras, cromosomas, 
y ya los lleva lejos el latido 
limpio y ágil de su corazón, 
diminuto reloj empedernido.
Pero habrá sin embargo 
que cargarlos, sostener 
esos sus cuerpos tibios 
de pan recién horneado. 
Y renegar de su ciega autonomía,
sus ganas de escaparnos desde ahora.
Son tan ligeros y sin embargo pesan. 
Quizá es eso de cargar la vida ajena, 
tener en brazos su cuerpo de ventaja, 
sin otro remedio que desistir un poco 
de uno mismo, ser de la estatua
la base, la columna, 
ser de otra vida un personaje secundario, 
una vigilia remota y no tener palabras
para nadie ni conocer 
la forma del consuelo.
 
CREDO
Creo en los aviones, en las hormigas rojas, 
en la azotea de los vecinos y en su ropa interior
que los domingos se mece, empapada, 
de un hilo. Creo en los tinacos corpulentos, 
negros, en el sol que los cala y en el agua
que no veo pero imagino, quieta, oscura, 
calentándose. 
Creo en lo que miro 
en la ventana, en el vidrio
aunque sea transparente. 
Creo que respiro porque en él pulsa 
un puño de vapor. Creo 
en la termodinámica, en los hombres
que se quedan a dormir y amanecen 
tibios como piedras que han tomado el sol
toda la noche. Creo en los condones. 
Creo en la geografía móvil de las sábanas
y en la piel que ocultan. Creo en los huesos 
sólo porque a Santi se le rompió el húmero 
y lo miré en su arrebato blanco, astillado
por el aire y la vista como un pez 
fuera del agua. Creo en el dolor
ajeno. Creo en lo que no puedo 
compartir. Creo en lo que no puedo 
imaginar ni entiendo. En la distancia 
entre la tierra y el sol o la edad del universo. 
Creo en lo que no puedo ver: 
creo en los ex novios, 
en los microbios y en las microondas. 
Creo firmemente 
en los elementos de la tabla periódica,
con sus nombres de santos,
Cadmio, Estroncio, Galio, 
en su peso y en el número exacto de sus electrones. 
Creo en las estrellas porque insisten en constelarse
aunque quizá estén muertas. 
Creo en el azar todopoderoso, en las cosas
que pasan por ninguna razón, a santo y seña. 
Creo en la aspiradora descompuesta, 
en las grietas de la pared, en la entropía
que lenta nos acaba. Creo 
en la vida aprisionada de la célula,
en sus membranas, núcleos, y organelos. 
Creo porque las he visto en diagramas,
planeta deforme partido en dos
con sus pequeñas vísceras expuestas. 
Creo en las arrugas y en los antioxidantes. 
Creo en la muerte a regañadientes, 
sólo porque no vuelven los perdidos, 
sólo porque se me han adelantado.
Creo en lo invisible, en lo diminuto, 
en lo lejano. Creo en lo que me han dicho
aunque no sepa conocerlo. Creo 
en las cuatro dimensiones, ¿o eran cinco? 
Creí fervientemente en el átomo indivisible; 
ahora creo que puede 
romperse y creo en electrones y protones,
en neutrones imparciales y hasta en quarks. 
Creo, porque hay pruebas 
(que nunca llegaré a entender),
en cosas tan improbables e ilógicas
como la existencia de Dios.
(De Principia, FETA 2018)
 
PERSPECTIVA
No hay que odiar a las moscas, viven poco, 
apenas unos días. No les da tiempo
de aprender que las cosas se repiten
y cuánto. Siempre las toma por sorpresa
el vidrio, el vidrio, el vidrio. Sus muchos ojos, 
sus tantas patas. Tiemble, titubeo. 
Nunca se consuelan. Y las ventanas 
aunque estén cerradas 
no dejan de prometer una salida. 
Para ellas todo es cuestión de insistir, 
todo primera o segunda vez. Son
tan vírgenes, tan torpes,
no les da la vida
para aprender y arrepentirse.
Quizá nosotros, también
vivimos poco para alguien, 
no lo suficiente para notar 
los grandes ciclos, quizá
más verdaderos. Tenemos
tan sólo el año 
y la época de lluvias, mangos 
o mandarinas, los vecinos 
que cada semana se pelean, 
pero poco más: el siglo imaginado,
solamente un bosquejo.
Y quizá allá afuera nos tildan de necios
por cometer siempre los mismos errores,
nos miran con tedio y un poco de asco
y les hacemos ruido y estorbamos.
Pero tampoco nosotros 
tenemos tiempo suficiente 
para terminar de nacer, apenas 
el mundo empieza y nos marchamos, 
venimos de llegar, directamente.
Todo es demasiado pronto, cerca. 
Nos estorban las ansias. Es cierto: 
somos errabundos, blandos y tenemos
pésima memoria. Aún así, 
quiero decirles, mientras la mosca ensaya
su vocación suicida contra el vidrio, 
no nos odien.
SOLA DOSIS FACIT VENENUM
 
Casi todo mata, a largo plazo y en ciertas cantidades.
Por ejemplo, el perejil, primo domesticado de la cicuta,
la nuez moscada, alucinógena, y la canela de Cayena,
que adelgaza la sangre. Todo,
hasta lo más dulce, tiene su envés de asesinato.
De la dosis nace el veneno. Las cosas maldicen
al filo de su sombra. Por ejemplo el agua
purificada con yodo y el oxígeno mismo,
incluso, sí, el aire
que nos permite vivir al mismo tiempo
y poco a poco
nos carcome. Es cierto. Se puede
morir de agua, de aire, sueño.
No hay manera de no errar
y lentamente
todos nos suicidamos a nuestro modo.
Pero no podría ser de otra forma,
es necesario que cada cosa se venza a sí misma,
que cada vida procure su aniquilación.
 
Nosotros dormimos lado a lado, a veces
nuestra respiración acompasada, a veces
mi cuerpo es casi el tuyo. Coincidimos.
Hemos poseído cada centímetro del otro,
nos miramos sin curiosidad y sin esmero.
Esculcamos nuestros recuerdos
y los cedemos sin nostalgia.
Compartimos todo y quizá es demasiado:
hemos comenzado a matarnos mutuamente.
Se pudren nuestras palabras
dulzonas en el desayuno y en las noches
hablamos de cosas tristes
y nos conocemos cada rincón,
como a una vieja casa.
A largo plazo, quizá será como perdernos
poco a poco, día a día, morir en y para el otro,
pero sin drama y sin ahínco.
Pero si así no, cómo y qué,
sería absurdo bajar la dosis.
Mejor seguir paso a paso
el instructivo torpe
del amor eterno. 
CAÍDA
Si una persona cae libremente, 
no siente su propio peso.
Albert Einstein
luego de caer y caer tanto 
a pesar de estarnos quietos, apacibles, 
en el viejo sillón, llenos de nuestros cuerpos, 
luego de aprender que nada está, realmente, 
quieto, de saber que la caída no termina, luego 
de retar a la noche en decúbito supino 
y saber que aún así caemos, 
luego de tanto caer a ras del suelo, 
luego de por tierra ser cortados, 
luego de caer tan abatidos
en un vértigo de células caducas, 
cada segundo un poco menos, 
cada mes desangradas, casi otras,
luego de comprender que nunca 
hemos tocado verdaderamente
fondo, luego de escuchar la caída roja
de la fruta en el pasto 
y saber de pronto la gravedad de las cosas,
luego de decir de este árbol no comeré, 
luego de multiplicarse nuestro dolor
en progresión geométrica y mirar
el efecto de la caída en vasos, 
platos, floreros y de fragmentos 
discernir la forma, de esquirlas, esquinas, 
luego de atravesar calles a destiempo, 
buscando hacer pie en los vendavales,
en la ciudad sin fin ni nacimiento, 
cayendo al principio de las cosas, 
desplomándonos cada segundo en círculos,
involucrados sin permiso en el girar de la tierra, 
en su inclinarse al sol debidamente
luego de este caer concéntrico, 
empedernido, esa 
otra caída a todos lados, 
el desplomarse de planetas 
que olvidan el consuelo de sus órbitas, 
soles errabundos y sistemas,
galaxias
que se expanden 
y se enfrían,
cayendo al fin 
sin ningún referente, 
sin punto fijo 
que nos diga cómo,
qué tan rápido 
caemos, enfermos
de esta gravedad ajena, 
de esta velocidad 
desperdiciada, incrédulos
de que así se sienta la caída, 
de saber que aún ahora 
caemos
inmerecidamente 
abandonados 
al abrasivo canto 
de las estrellas 
a su insistente 
diálogo de luces, 
luego de pensar 
que a lo caído caído 
y atenerse, 
aunque no quede
ni un ápice de duda
donde colocar 
la cabeza 
o el cansancio, 
luego
(De Principia, FETA 2018)
Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986) Ganadora del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2020 por El reino de lo no lineal, del Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2017 por Principia y del Premio Bellas Artes de Traducción Literaria 2019 por Cielo nocturno con heridas de fuego, de Ocean Vuong. Con el apoyo de las becas Fulbright-COMEXUS y Goldwater, cursó una maestría en Creative Writing (Poetry) en la Universidad de Nueva York (2013-2015). Ganó primer lugar en el premio Poetry International del 2016, el segundo lugar del premio Literal Latté 2015 y quedó entre los semifinalistas del premio Tupelo Quarterly 2016. Poemas suyos aparecen en Letras Libres, Hispamérica, La Revista de la Universidad, Tierra Adentro, Este País, y Periódico de Poesía, entre otras, han sido incluidos en la antología de poetas jóvenes españoles y mexicanos Fuego de dos fraguas, en la antología Voces Nuevas 2017 de la Editorial Torremozas y en la antología Liberoamérica (España). Ha sido becaria del programa Jóvenes Creadores del FONCA en los periodos 2015-2016, 2018-2019 y de la Fundación Para las Letras Mexicanas (2016-2017, 2017-2018). En 2018 fue seleccionada como una de las dos poetas jóvenes de América Latina invitadas al Festival Internacional de Poesía que se celebra en Trois Rivières.
 
                         
                                             
                                             
                                            