Toda piedra alguna vez fue una estrella
100 años de Poesía en Norte de Santander*
Por: Saúl Gómez Mantilla
Norte de Santander es una tierra de poetas, en cada momento de la historia nacional y regional la poesía ha estado presente. El paisaje del nororiente colombiano se ha instalado en las palabras, y el sol de los venados, el Catatumbo, las montañas y los ríos, han poblado los poemas que día a día son leídos y recordados en todos los rincones del país.
Desde los inicios de la República de Colombia, Norte de Santander ha tenido un papel importante en el panorama poético nacional. En cada movimiento y grupo literario ha dado su voz. En la primera mitad del siglo XIX, José Eusebio Caro participó del movimiento romántico colombiano, siendo político y poeta. Luego, a inicios del siglo XX, Francisco “Pacho” Valencia frecuentó La Gruta Simbólica y las tertulias de la capital, de esta forma el simbolismo llegó a nuestras tierras. Teodoro Gutiérrez Calderón con un espíritu romántico tardío, se afirmó en las raíces de la poesía popular, aquella que de boca en boca estuvo presente en los corazones de los pueblos.
Con Ana María Vega Rangel (Alma Luz) y María Ofelia Villamizar, la voz femenina sentó un precedente en los concursos y eventos literarios del país, con poemas desgarrados y bellos que daban cuenta de otra perspectiva de mundo, la mirada de la mujer.
El esplendor cultural de la región de Ocaña estuvo de la mano del grupo los Felibres, en el cual Adolfo Milanés fue la figura trágica y trascendental de ese movimiento, cuya melancolía y soledad aun conmueven en nuestro siglo; siguiendo esa tradición Jorge Pacheco Quintero y Eligio Álvarez Niño sostuvieron en alto el legado poético en la región, buscando en el poema breve y en las forma tradicionales un lugar destacado en la poesía nacional.
Pero, es a mediados del siglo XX que la poesía nortesantandereana logró su periodo de esplendor en las voces de Jorge Gaitán Durán y Eduardo Cote Lamus, quienes llevaron nuestro paisaje a encumbrarse en lo más alto de las letras de Hispanoamérica, y de la mano de la revista Mito, crearon la empresa intelectual más importante de Colombia en todo el siglo XX.
Posteriormente, José Luis Villamizar Melo con una poesía coloquial, cotidiana y heroica dio paso a una nueva generación de poetas que, sin abandonar la tradición literaria, buscó otros horizontes. El escándalo nadaísta fue alimentado por David Bonells Rovira y la poesía se convirtió en una forma de rebeldía y sublevación al orden social. Lo que se ha denominado la Generación sin nombre o de Golpe de dados, tuvo entre sus poetas a Miguel Méndez Camacho, quien alejado de la pompa y el ornamento hace de la poesía un lugar de diálogo con las palabras habituales y esenciales.
Armando Carrillo trajo el lenguaje surrealista, donde el sentido se oscurece por el juego con las palabras y por la invención de personajes, lugares y situaciones oníricas. Por su parte, Amparo Villamizar Corso, Oscar Schoonewolff Romero y Ciro Alfonso Pérez, reflexionan con la palabra, hacen que la música y las imágenes cuestionen, rompan, busquen otros significados, otras formas en que la vida pueda ser más lenguaje.
Tirso Vélez hizo de la poesía un manifiesto, una forma de enfrentar el horror y las injusticias, las palabras tenían su propio peso porque estaban cargadas de experiencias y avatares para que aquello que se soñaba pudiese ser realidad, pudiese palparse, lejos de las injusticias y cerca del dolor de los desposeídos. Clara Mercedes Arango trae el cotidiano desamparo del amor, y hace del cuerpo la forma en que la palabra va más allá de la nostalgia y el deseo.
Actualmente, este legado literario y ese amor por la belleza, se encuentra en una nueva etapa de esplendor, con la obra poética de Ramón Cote Baraibar y Jorge Cadavid, quienes gozan de un destacado reconocimiento internacional; en ellos la poesía es toda una experiencia donde la memoria y las obsesiones van creando una poética particular, donde las voces en los poemas trascienden la experiencia del poeta y cada libro es una pregunta, una forma para que la palabra no sea consumida por el tedio.
Al igual que ellos, existe todo un conglomerado de poetas que ven la poesía como un oficio, que requiere dedicación, estudio y entrega, en las voces de Javier Bosch Fossi y Manuel Iván Urbina Santafé que, desde su labor como docentes, contagian del amor por las palabras, que día a día hacen de su mirada una forma de esperanza, que con cada poema dan una lección de resistencia en una ciudad dominada por el comercio y el dinero.
Toda piedra alguna vez fue una estrella, un verso de Eligio Álvarez Niño, es un reencuentro con el pasado, es una forma de ver el mundo y de sorprenderse ante la belleza, es hacer del lenguaje el centro de la vida, es también una forma de orgullo ante la contundencia de la poesía y su inagotable riqueza. En este sentido, no se pretende crear un canon, es solo una mirada crítica a los poetas y poemas que han dado vida a una región. También es un regalo para quienes se refugian en la palabra y hacen del lenguaje su forma de ser y de habitar el mundo.
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SINFONÍA
A la manera de Andrés Mata
Que se vaya un amor no importa nada…
Golondrina viajera
es el amor, y en toda primavera
hay siempre alguna rosa deshojada.
Ya vendrá otra paloma enamorada
a picotear los granos de la era
y a anidar en la mustia enredadera…
¡Que se vaya un amor no importa nada!
Que se vaya un amor, y que a la vera
del camino la fuente esté agotada,
no importa para el alma acostumbrada
a la suave obediencia de la cera.
¿Que quede la casita abandonada
como el que en un camino a nadie espera?...
¿Qué se vaya un amor? No importa nada…
Golondrina viajera
es el amor, y en toda primavera
hay siempre alguna rosa deshojada.
El alma es una niña acostumbrada
a cantar y a reír en la pradera…
Cuando ve que no hay flores en la era.
Nada le pide al jardinero, y nada
le ofrece al peregrino que la espera
en un recodo de la senda amada.
¿Qué se vaya un amor? No importa nada…
Golondrina viajera
es el amor, y en toda primavera
¡hay siempre alguna rosa deshojada!
Teodoro Gutiérrez Calderón
*
PUDO LA MUERTE VENCERME
No pudo la muerte vencerme.
Batallé y viví. El cuerpo
infatigable contra el alma,
al blanco vuelo del día.
En las ruinas de Troya escribí:
“Todo es muerte o amor”,
y desde entonces no tuve
descanso. Dije en Roma:
“No hay dioses, solo tiempo”,
y desde entonces no tuve
redención. Callé en España
pues la voz de la ira desafiaba
al olvido con mis tuétanos,
mis humores, mi sangre; y
desde entonces no ha cesado
el incendio.
De reposo
le sirva tierra extranjera
al héroe. Cante fresca hierba
como abeja del polvo por sus
párpados. Yo no me rindo:
quiero vivir cada día en
guerra, como si fuera el último.
Mi corazón batalla contra el mar
Jorge Gaitán Durán
*
AUTOBIOGRAFÍA
A Rafael Santos Costafreda
Yo tengo por testigo pocas cosas:
algo de luz y algunos cuantos versos
anudados en la vida como un árbol.
La piel de vez en cuando se me gasta
y queda el corazón en alma viva:
entonces yo no existo, me sollozo.
Por todas partes soy voces, palabras
que se esconden fugaces, como niño
rebosante de juegos alzo ríos
para llenar mi pecho. Así que quiero
despojar de las llamas a la hoguera.
Nací en el tedio del calor del trópico;
luego el frío de niebla y golondrina
acampó quince años en mis huesos.
Mi infancia fue la cerrazón de un día
sólo entreabierto por mi madre. (Madre
pintaba y también tocaba el piano;
de vez en cuando se le oía cantar.
Resolvía sueños cuando estaba triste
como un baúl de cosas viejas, lueñes,
y encontraba una antigua melodía).
Después de viaje en viaje vine a Europa.
No vayáis a decir: “Es un cordero”.
Si lo decía tampoco objeto nada.
He amado feroz, humanamente
y aún creo en el ángel de la guarda.
Me gusta conversar con mi silencio
y me piso la sombra cuando duermo.
En fin, tengo recuerdos, la costumbre
de desgajar la vida. Me olvidaba:
tengo sueños también de cuando en cuando.
Eduardo Cote Lamus
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Prólogo a Toda piedra alguna vez fue una estrella, 100 años de poesía en Norte de Santander. Épica Ediciones, 2019.