52. Clara Schoenborn
Publicamos una selección de poemas de Clara Schoenborn (Cali, 1957). Algunos de sus libos son: Búsquedas y encuentros (Caza de libros, 2011), Los oficios en clave de Atenea (Ediciones Embalaje, 2011), Huecos en la luz (Ediciones Torremozas, España, 2014).
Ha escrito el poeta español José Antonio Fernández Sánchez: “Clara Schoenborn ha sabido cimentar, poema a poema, un singular edificio poético, originalísimo, quedando patente la maestría en el manejo de las imágenes, una de las virtudes que destaco de la autora, consiguiendo llevar la fuerza poética de su voz a una altura realmente fascinante”
TESTAMENTO III
Se pierde mi nombre en la boca de los que se fueron.
A veces yo también lo olvido o lo diluyo en el revés del agua.
Siento mi abrazo golpeado por fronteras, esas que otros han levantado contra el mundo.
Me percato con terror del odio y sus remilgos.
Es verdad: se necesita un dios o, al menos, un antes y un después.
Un antes largo y paciente. Un después que cure la memoria o un dios ingenuo y ciego.
Es mi edad.
Hoy, el horizonte es apenas una excusa. Disecada y sin creer más que en la verdad. En mi verdad pequeña y maliciosa: Sístoles y diástoles con sus tres golpes fantasmas. Contratos más o menos favorables.
Esta poesía interminable y reticente.
10.
Las palabras
son dibujos que se miran de espaldas,
como un perfume incompleto
florecido en la tierra.
Me unto sal en los labios
y las beso.
17.
Hay una palabra
que está buscándome para asesinarme.
Cuando ella me encuentre,
se cerrará la herida
de todo lo que he escrito.
Ella será mi última holgura
la palabra final
que jamás será leída.
COSMOLOGÍA
I
Cuando el agua envejece
se vuelve piedra.
Si ha conservado el alma,
rueda.
Si la ha perdido,
golpea.
II
Los imanes
luchan por zafarse
de sí mismos.
III
El aire es el vuelo del agua.
El fuego la ira de la tierra.
Cuando el fuego ama es agua.
Cuando la tierra sueña es aire.
IV
La crueldad del dios
es no mostrarnos más
que su orden.
DECLARACIÓN DE IDENTIDAD
Tengo el pie roto y soy mujer.
Guardo baratijas en el bolsillo
y soy mujer.
Mujer soy -eso dicen.
Me levanto a las seis.
No preparo desayuno.
Una tarde me olvidé
de mi hija pequeña en el colegio.
Soy mujer,
odio los bolsos
-su peso sobre mi hombro-
tener que cepillar mi pelo a diario.
Las faldas me estresan.
No me gusta disfrazarme de mujer.
No quiero mucho a los hombres
-apenas a unos pocos.
Soy mujer.
No sé qué haría si fuera presidente de un país.
No sé si me importarían los niños, las mujeres.
No sé si pensaría diferente a un político común.
Soy mujer
y no sé qué hay por inventar,
si hay guerras justas,
no sé si vive una mujer en mí,
no sé si tenga género esto que soy
o soy un desecho de algo,
un invento,
un ser viviente condenado.
Soy mujer.
Debo actuar en consecuencia.
Tengo mala suerte con las plantas,
mi armario es un desastre,
lo arreglo a veces para no perecer.
Alguien aseguró algún día que soy mujer
Lo que me gusta es escribir y leer poemas.
Me gusta besar y el sexo en la mañana.
El amor a estas alturas aburre.
Soy mujer.
Adoro cocinar
y pensar en esta vida absurda,
en los seres tan ridículos que somos.
Hace una semana me atracaron.
Estuve en peligro de muerte
y ni siquiera entonces
recordé que soy mujer.
A lo mejor,
me hubiera servido para algo.
13.
Cae la noche.
Tres batallones de hormigas en mi oído.
Han granulado mi cráneo,
escupido en mis neuronas.
Unas encienden antorchas,
otras entonan salmos.
Al unísono,
copulan con mi poema
A la medianoche me infectan sus batallas.
No tienen reina
ni misión
ni caminos empedrados.
Mis hormigas de hierro,
mis hormigas aeronautas,
vestidas de terciopelo púrpura
Al amanecer me abandonan.
Los transeúntes
las miran mojar sus sueños de arena,
levantar edificios.
Ciegas,
en fila india,
obedeciendo a su nada
inventan el universo.
Exactas.
Milagrosas.
DECÁLOGO AGUDO
No voy a conformarme con mi cuerpo,
en alguna palabra estará mi clave.
Antes que alguien note mi ausencia,
encontraré un pasadizo hacia el árbol
o hacia la trashumancia.
No voy a cargar tampoco con mis creencias.
Que los bolsillos son bocas y no destinos.
Me transformaré de pronto en retazo de fiera.
Amnésica de mi óxido,
buscaré la humedad de todo lo negado sobre la tierra.
Todas las sumatorias dan cero,
todo cálculo viaja hacia el infinito.
¿Por qué tengo que tener peso y un nombre?
Olvidaré ese nombre
para recordar las voces que me llamaron.
Olvidaré mi cuerpo para recuperar
la mano flotante del hombre que,
siendo mío,
confió mil veces en la distancia.
No quiero aceptarme como si nada,
inyectada de vida y aérea.
Un disfraz puede ser más valioso que un fantasma.
No pienso dormir al otro lado de la vigilia
pues una hora larga se volvió mi tiempo.
El tiempo debe ser combustible,
ser el verdadero creador,
tener su misma crueldad.
No quiero ser otra,
ni la misma,
ni nadie.
De todas maneras,
me deshago,
como un abismo,
más allá.
SALIDA DE EMERGENCIA
Desde el fondo del espejo regresa mi imagen en forma de demonio. Tiene la monstruosidad del mundo, su indiferencia, el odio, su cinismo.
Para librarme debo excavar más profundo.
En el interior del resplandor descubro que hay alquimia, videncia.
Puedo viajar dentro del espejo sin que me asesine su terror.
Deambular convertida en profeta o cultivar en el zigzag del brillo gérmenes embrujados, seres multi-sapientes.
Salir.
Salir luego del espejo.
Contaminada de la flor y la fuerza, irremediablemente oscura y sabia.
Salir.
Con la rebeldía del neonato, con un hacha tatuada en la frente.
Salir convertida en una extraña, en una piedra de tres puntas.
Ser otra, irreconocible para mis amigos, temida por mis enemigos.
Nada que hacer.
Así es la violencia del salto. La tragedia del vuelo.
APOCALIPSIS
Milenio 1
Por la playa veo caminar una mujer que acaba de perder el viento, la orilla, a sí misma. De todo lo que tenía, le han quedado los pies para regresar del hambre.
Milenio 2
Ya no queda nada en esa playa. A las seis de la tarde me he dado cuenta que la noche jamás llegará.
Milenio 3
Voy escalando una montaña. Detrás mío, escucho la marcha de un ejército que está luchando en dos guerras al mismo tiempo. Un soldado me mira con un ojo alquilado, en sus rodillas no hay señal del barro por el cual se arrastra.
Milenio 4
Ya todo ha desaparecido. Ahora es la montaña misma la que marcha, pero no sabe a dónde se dirige.
Milenio 5
El niño detrás de la ventana ha comprendido el veneno mortal que acaba de teñir el vidrio. En sus dedos se acumula música, en sus hombros una levedad borra las preguntas y mira a través de sí mismo como a través de una culpa universal.
Milenio 6
Por mucho que excaven en los hallazgos arqueológicos, jamás podrán descubrir que el niño se marchó un siglo antes de desaparecer.
Milenio 7
Epitafios
A los que aceptaron honores
sin corregir las verdades.
A los que impusieron silencio en los sacrificios
y lo esparcieron como tinta sin religión.
A los que no cuidaron el cristal, el otoño,
la vida o cualquier otra cosa que se quebrara.
A los que únicamente lucharon
y tenían música.
A los que pensaron que pensaban
pero detrás de sí mismos.
A los que nunca se horrorizaron
ante el latido de su corazón.
A los que no enloquecieron.
Clara Schoenborn (Cali, 1957) Es poeta con doble nacionalidad, colombo-alemana, graduada en Economía con Diplomado en Gerencia.
Ganadora del Gran premio de edición 27 Encuentro de mujeres poetas colombianas, Roldanillo, Colombia, 2011. Finalista IV Concurso Red de Bibliotecas Públicas Cali Colombia, 2009. Finalista Premio Carmen Conde de poesía, Ediciones Torremozas, Madrid, España, 2012. Mención de Honor Concurso de poesía de los objetos, Casa de Poesía Silva, Bogotá 2012. Sus libros publicados son: Búsquedas y encuentros (Caza de libros, 2011), Los oficios en clave de Atenea (Ediciones Embalaje, 2011), El amor es mi último veneno (Edición virtual, Dadá Ediciones, 2012), Los oficios en clave de Atenea (Versión ampliada, Apidama Ediciones,2013), Huecos en la luz (Ediciones Torremozas, España, 2014).
BLOG: www.loqueledijealpapel.blogspot.com