El diario inédito del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein
Publicamos una pieza inédita del libro El diario inédito del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein del poeta colombiano Fredy Yezzed (Bogotá, 1979) Esta sección se publica por primera vez en la 3ra edición el año pasado en Venezuela.
“Libro de agudos aforismos. Bello e inquietante. O, mejor, bello en su convulsa manera de reflejar el mundo. Desde la fragmentación, tan cara a Nietzsche, el autor del libro crea una especie de poliedro en el que se pregunta sobre el pensar, sobre la escritura, sobre el lenguaje, el amor y la muerte. Es un libro deslumbrante y lúcido. De una cerrada unidad en estilo y desarrollo temático. Muy interesante su seguimiento de los fragmentos wittgenstianos. Una suerte de aforismos y pensamientos que se vuelven intensa poesía. Casi todos los fragmentos deslumbran u obligan a la reflexión”.
Gonzalo Rojas - Marco Antonio Campos - Juan Manuel Roca
Jurados Premio Nacional de Literatura–Poesía 2007
Ministerio de Cultura de Colombia
El diario inédito del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein
Fragmentos
5 Decid: ¿quién se ha curado de su infancia jamás?
5.01 Dos infiernos son la infancia. El vivido & el recordado.
5.02 Dolor, dolor, no existías hasta que llegaste con la palabra dolor.
5.1 No había un solo verso que la muerte no aprobara.
5.111 Mi alma pesa 2 gr, pesa lo que pesa esta línea, pesa lo que pesa un colibrí.
5.112 Dentro de una piedra late mi infancia.
5.113 Otra vez no quisiera nada. Ni una madre quisiera otra vez.
5.114 Yo soy quien le dice a su alma: ¿Acaso sigues siendo una niña?
5.12 Todo lo que seremos se concentra desde el nacimiento hasta los siete años de vida. Nuestra poesía va comprimida. Año tras año, la abrimos como a una lata de atún de Helsinki: esperando que nos sorprenda cerrando un libro, escribiendo un agrio recuerdo sobre la niñez.
5.121 Los cisnes del lago de Neusie aprendieron a volar olvidándose de que su misión era volar; asimismo, el joven Ludwig aprendió a pensar olvidándose de que su misión era volar.
5.122 En mi habitación, alrededor mío, vuelan estos fragmentos. Cantan como pequeñas moscas. Se estrellan contra las ventanas. Se paran sobre una gota de miel.
5.13 Te sueño sin brazos, madre, te sueño que voy tomado de tu muñón.
5.131 Las pulgas, noche tras noche, se fueron bebiendo tus ojos.
5.1311 Venían los ladrones de bicicletas a nuestra calle & se iban afligidos piloteando el manubrio de la pobreza.
5.132 Lo recuerdo perfectamente, estaba en tu vientre & lo veía, el mundo había amanecido lloviendo.
5.133 Madre, quisiera que me vivieras una sola vez en tu vida.
5.134 Sin lugar a duda, eres una metáfora. La más iluminada & honda metáfora.
5.1341 Jugaba con tus pinturas frente al espejo & miraba el cielo derramado de estrellas.
5.1342 Me acerqué tanto a tu jardín, madre, que me quemé.
5.135 Crezco más en tu ausencia, en tu presencia soy limitadamente yo.
5.136 Una golondrina no hace la primavera. De igual forma, tus millones de plegarias no hacen la infancia.
5.1361 Madre dijo que no demoraría, sueño que le digo a César Vallejo en un sueño. & él me responde: Ya no tengamos pena. Vamos viendo los barcos ¡el mío es el más bonito de todos!
5.1362 Me es imposible verte vieja & enferma, siempre serás para mí joven & triste, como el día en el que te fuiste.
5.1363 No todo es tan malo si lo miramos perversamente: no tendré que lidiar con una anciana melindrosa cuando desee internarla en un geriátrico.
5.137 Tuve miedo de quedarme contigo a solas, tuve miedo de verme sin miedo.
5.1377 Una mujer con un brazo quebrado atraviesa esta línea & se queda a morar en ella.
5.138 Madre, donde quiera que estés, aún sueño con la nieve roja de Suiza.
5.1381 Madre, déjame pintarte las uñas de los pies.
5.1399 Imaginé que te volvía a ver. Que nos presentaban de nuevo. Que no te reconocía. Que a alguien cercano nos parecíamos & no lográbamos recordar. El nombre vibraba en la punta de la lengua. A los dos, sin embargo, nos dio mucho gusto conocernos.
5.14 En la sopa de la soledad, hermano mío, cucharada tras cucharada, nos defendíamos de la muerte.
5.1401 Por esos años llevaba piedras en la boca: no sabía nombrar esa bestia de cara sucia, camisa desaliñada & trozos de amor salvaje.
5.1402 Veía el imposible ramo de cerezas en la copa del árbol & escuchaba el tintinear de la campana de la muerte.
5.141 El único día en que creí, por fin, ver la imagen de mi padre, fue cuando me reprendió por estar leyendo Las flores del mal. Sólo B. me enseñó a comprenderlo & a tenerle compasión.
5.1411 Ese 6 de noviembre mi padre me despertó y me dijo acercándome a la radio: “Escucha las balas en el Palacio, esto cambiará nuestra historia para siempre”. Salía del sueño, de la mano de mi padre, y entraba a la pesadilla, de la mano de mi padre.
5.1412 “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, dijo Juan Rulfo unos instantes después de haber muerto.
5.1413 Unidos: quizá mi madre hubiese visto la casa levantarse. Mi padre hubiese organizado de nuevo a los obreros. Yo hubiese alcanzado un título. A largo plazo: Hubiese mejorado el barrio sus fachadas, la ciudad se encaminaría al trabajo, el país hubiese mostrado signos de progreso. Todo un poco. Un continente.
5.1414 La culpa no es de la madre por abandonar el hogar. La culpa no es del padre por tratar de retenerla en la pobreza. La culpa no es del hermano por sufrir la culpa de todos. La culpa no es mía por nombrarla. La culpa, simplemente, está.
5.1421 Una sola vez vi a mi padre en el desierto, cuando se ahogaba en el vodka de tu distancia.
5.1422 En algún momento de mi vida, Dios usó la ropa íntima de mi madre. & también se acostó con su esposo.
5.1423 Una noche, por fin, mi padre trajo una mujer que se parecía a ti. Al día siguiente, le empezamos a hacer la vida imposible.
5.148 Escribió en una carta que soñaba cosas bellísimas. Metía los pies desnudos en una alberca trasparente llena de peces de colores. Ella no lo sabía. Yo desde el otro lado del mundo, bajo el agua, la acariciaba, le decía palabras amarillas, azules, rojas.
5.1481 Querido hermano: dile a nuestra madre que en este mayo el viento ha guillotinado las tres flores que han salido de la begonia. Dile que venga pronto, que todo está en desorden, que este clima es cada vez más violento.
5.1482 Si llegaras, madre, después de tanto tiempo a nuestras vidas, estoy casi seguro de que seríamos buenos vecinos.
5.15 Ella no se salva de la luz. La luz la invade. La luz es un bárbaro en el jardín.
5.17 Orfandad, diosa del mal.
5.171 Mi orfandad es rotunda: estoy yo. Pero lo que me duele es él, la imagen mía, lejos de mí.
5.174 Dios, dime que estabas con ella, porque conmigo no estabas.
5.1741 Sólo cuando mueren los padres, se inicia el verdadero diálogo con la muerte.
5.175 Soy un huérfano, pero ¿de qué alma?
5.1751 La limitada noche del hambre, no encuentro otras palabras para nombrarte.
5.176 Vengo de morir. Vengo de nacer. El punto medio es una criatura sentada en el quicio de su puerta con un perro.
5.177 & te recuerdo, madre, como cuando la única luz era tu sombra.
5.1771 El cordón umbilical también es una cadena.
5.1772 ¿Si diseccionamos la palabra vientre encontraremos siempre la palabra centro?
5.1798 La orfandad es una noche indescifrable, donde un hombre enciende un fósforo.
Fredy Yezzed (Bogotá, 1979) Escritor, poeta y defensor de Derechos Humanos. Después de un viaje de seis meses por Suramérica en 2008, se radicó en Buenos Aires donde estudia el género del poema en prosa argentino. Tiene publicado los libros de poesía: La sal de la locura (Premio Nacional de Poesía Macedonio Fernández, Buenos Aires, 2010; 2 ed. Editorial Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2014) y El diario inédito del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein (Ediciones Del Dock, Buenos Aires, 2012; 3 ed., Fundarte, Caracas, 2016). Como investigador literario escribió los estudios Párrafos de aire: Primera antología del poema en prosa colombiano (Editorial de la Universidad de Antioquia, Medellín, 2010) y La risa del ahorcado: antología poética de Henry Luque Muñoz (Editorial Universidad Javeriana, Bogotá, 2015).