46. Juan Bañuelos
Nota y selección por Jorge Valbuena
Las palabras son hijas de la vida.
Sufren, paren; también tienen sus muertos.
Y en la honda capital de la miseria
Las armé de fusiles y de verbos
(En esta patria muda, perseguida,
Donde hasta el aire mismo va a dolernos).
Yo fui el autor.
Lo que suena a dolor me suena a pueblo.
Nací en el Sur. Mi nombre:
Juan Bañuelos.
De este clarear de sombras han crecido algunas voces salvadas del olvido. Se trata de Juan Bañuelos, quien acoge la herencia de los desheredados, canto de multitudes que no busca resaltar la ruta del pasado sino las rondas de su presencia: el misterio que encierra la humanidad de nuestro continente, su origen y destierro, las creencias y su geografía, convertida en una imagen infinita de vida caudalosa que cambia de color a medida que irriga la tierra.
Nacido en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 6 de octubre de 1932, población en la que, según él mismo ha dicho, “hay más poetas que árboles”, aprendió a resistir con palabras. Muy temprano, a los 14 años, descubrió a Saint-John Perse, en quien afirma haber reconocido el fulgor poético de sus palabras. De este momento de su vida, y en especial de su encuentro, ha dicho en una entrevista: “A nosotros nos llegaban ediciones de países tan lejanos como Argentina y Chile. Las primeras cosas de Borges las leí durante mi adolescencia y también la poesía de Oliverio Girondo que en mí tiene un gran peso. Entre esas lecturas casuales, un día encuentro un ejemplar todo deshojado de un autor llamado Saint-John Perse. Como en Chiapas era costumbre que los poetas firmaran con seudónimo, yo me dije: -este es un poeta Chipanaeco- porque habla de las palmeras y del trópico tal y como uno las veía.”
En 1968 recibe el Premio Nacional de Poesía. Octavio Paz advierte que su poesía: “es poderosa pero su peligro no es la dispersión sino el ruido: la retórica de la fuerza”. En 1978 recibió una invitación para viajar a Baja California y de allí saltó a San Francisco. En esa ciudad se reunió con el mundo beat de la librería City Lights Books. En 1984 recibió el Premio Chiapas por su trayectoria literaria, monto que donó a los refugiados guatemaltecos en México.
La memoria es una de sus máximas presencias. La voz de su palabra se encuentra combinando algo del presente que lo desvela y del pasado que aún palpita en las montañas y entre la lengua indígena y el brillo de la piel. Las formas epigramáticas que adquieren sus poemas son una revelación de un pasado voluble, que permanece en la imaginación y que como tal, se cree en la fantasía del tiempo en la que cada quien se revela. Bañuelos ha continuado hilando el gran telar. Según Gerardo Matus: ¨Para este poeta la poesía nace del asombro y de las contradicciones de la realidad. Asume un compromiso estético y social; Se impone entonces la lucha entre ser nadie y ser todos; entre ser las cosas y ser la nada. Al igual que Faulkner, Juan Bañuelos cree que es privilegio del escritor ayudar a que el hombre resista. Para que, desde la poesía, lo profundamente humano prevalezca. Todo poema indecible nace de un modo extraordinariamente indecible. Es el nudo de muchos vientos y de muchos ojos”.
La cercanía con los procesos políticos de su país le ha permitido tener contacto con la situación de una cultura diversa, con las propuestas de transformación que atraviesan su territorio y lo hacen participe de sus proclamas, entendiendo estas experiencias como parte de ese acertijo ancestral que aparece en su poesía mostrando el contraste entre un mundo que apila sus normas de concreto y otro que despeja el cielo para leer su historia.
PROFECÍA INMEDIATA
Me salgo de esta hoja.
No sirve ya el papel.
No sirve el llanto.
Vengo de dar un doble puñetazo
En la mesa del hambre y de la usura.
Vengo de atar el miedo a un rayo desbocado,
De recoger la nieve que desciende,
De convertir mi alma en una seca piel.
Vengo de dibujar el blanco
de una bala en mi frente,
de llevar la mañana a los ojos nublados,
de sacar a la calle al luto y la fiebre.
No sirve ya el papel.
No sirve el llanto.
Escribo en las paredes.
OBOE NOCTURNO
Nos lo dijo la noche reclinada como una mujer vieja
En aquella colina:
Partimos la soledad como el pan más amargo.
Y aun así hemos seguido viviendo.
Callamos puertas, deshojamos muros,
Nadie nos vio correr tras el último tranvía de la noche.
Repasé caminando las palabras de arena
Que les dije en el bar a los amigos,
Y era mi boca la boca del silencio
Mordiendo aquellas cosas.
(Me custodia la ira con su puño de rejas,
Con el sonido extinto de la sombra. Después,
Mi tardo andar imita la dirección de un río
O el camino de hormigas alrededor de un árbol.)
Leo un anuncio de neón
Que besa obscenamente la espalda de una estatua,
Alguien hace el amor
Y el mundo es más hermoso,
Y es cierto que el sereno ronda su última vuelta
Porque yo empiezo a ser testigo de los sueños.
A estas horas hay muchos hombres que van y vienen
Alegres, preocupados, en el medio de la calle
O avanzando contra un muro.
Es la hora en que la fiebre sube a los enfermos
Como una hiedra sonámbula y flotante.
Con los ojos fijos la música de un viejo cabaret
Madura lentamente el deseo,
La quemadura busca querencia en la ceniza,
Y recuerdo que es jueves
Sólo por darle un nombre al tiempo.
Los silbatos de las fábricas cercanas
Me traen preocupación y frío,
Y me duele la noche y el auto que frena de repente
Y el llanto del recién nacido.
Lo ordena el viento oscuro
Para que tú recibas las balas
Del guerrillero fusilado,
Para que ames
Aun desangrando en luto.
Y grita.
Grita con toda tu piel como si fuera
La lengua del mar mezclada con la noche.
O aún mejor: ponla tensa como un tambor que suene
Y despierte a los hombres.
FIESTA
Venir de siempre
mientras sube ese olor de las acacias.
El mediodía con sosiego
lleva en los hombros un tigre quemado.
Amor,
la lluvia nos ha hecho
semejantes a dos gotas de agua
En una misma hoja.
HABITANTE AMOROSO
Apenas la noche ha cerrado su sombra completa.
Lo que suena después no es el río
ni las hojas del aire ni el pez de la niebla.
Es la hambrienta distancia que llega rompiendo las aguas
y el monte que cede al recuerdo y te nombra.
Lo que el tiempo nos niega,
lo que arranca el deseo,
lo que acecha a mis venas
es saber que te hallas tan sola
en el viento y el yeso callado que muere
en tu boca.
Ay no saber que esta historia
tiene sólo en el musgo las letras
con que escribo en la roca,
y sentir que en el puente que une tus cejas
mi destino crascita zozobra.
Habitante del frío,
tañedor de la ausencia,
lo que en llama es magnolia
te hace víscera el llanto escondido,
te hace espada la hoja del viento
que el dolor en amor nos ahonda.
Porque salgo a la noche y te llamo
y llorabas y el aire afligido
y el espanto tan tierno, y mi cuarto
y tu boca qué enjambre
qué enjambre de húmedas sombras.
MELANCOLÍA EN LA ESCALA DEL SER
Atrapados los astros
en la vía Láctea
Los caballos se mueven
al paso de la luna
La noche
al pulso de una arteria
Los árboles
al ritmo de las aves
Los hombres
al peso de la niebla
La niebla
al soplo de la llama
Anidando en las edades
de insectos y de pájaros
los minerales crecen
La piedra se organiza
con el solo murmullo
del río que la destruye
—– El resplandor del ser
No es una estrella calcinada—–
Hablar es abismarse
CÁNTICO DEL MAR EGEO
No te detengas en el puerto
Cuando silben los barcos.
El que zarpa es el tiempo.
Pensemos otra vez
Las cosas
Desde el inicio
Del viaje…
(hemos doblado
Y desdoblado tanto
Las ropas
De nuestra vida.)
Como el caballo
Se empina relinchando
Y erguido sobre
Sus ancas se mantiene,
Así la ola del tiempo
Te salió al paso.
Mas no te quedes en el puerto
Cuando silben los barcos.
Los pies del puente ondulan con el agua.
La travesía no es la misma luz
De tu semblante.
VIENTO DE DIAMANTES
La eternidad está enamorada de las obras del tiempo.
W. Blake
Lo mismo que Adán sumergido hasta la alondra del silencio,
sucio de humana noche en que he caído, rompo todos los pronombres
para tenderme en el día óseo de la plenitud.
Acudo ebrio de musgo y tulipanes hasta las criptas de las piedras
o de los ríos secos, donde muerden el silencio cárabos crepusculares
y en donde un hombre solitario se hinca.
Pisando soledad entro en el día, porque es dable a las criaturas
ver su hora crecer para hallar luego algo de los mortales
en un grano de arena. Mas también bajo las gradas seculares y
diviso el humo de las chozas de los hombres,
veo los caminos cotidianos, las nubes que anuncian el otoño
y a la mujer grávida de su fruto sentada en su hamaca
viendo pasar las horas.
Y me muevo con las hierbas,
y con el menor movimiento del caballo, y siento que dentro de mí corro
como ese río que estoy viendo que avanza.
¡Y miro alejarse la carreta del último cosechador!
E igual que una palabra lanzada a la mitad del mar
caigo en el seno del prodigio. Y como el minero que se cubre
con las manos la faz cuando de pronto, ciego, reencuentra la luz
así la dulzura levanta su toga y me envuelve temerosa.
¡Ay, el hombre soy y no lo había advertido!
el amparado por dioses tutelares de la iniquidad, el que frecuenta
y ronda tanto rencor taimado del polvo con su cauda de crines blancas.
¡El hombre soy, mas no me basta!
Porque el sol tiene su trigo en llamas y el mar tiene los ojos tocados por la gracia.
El hombre soy
pero toda cosa nacida con la aurora, con ella muere,
y toda criatura que engendra la noche
con ella se aleja porque oscuro es su linaje. Todo pasa.
Y como el agua y el sol, también todo queda. Un silencio
que se sienta a esperar el primer ruido. Nuestra imagen
que se pierde y se encuentra como el humo que no es
más que el eco del fuego.
No otra cosa que la espuma negra
que va haciendo el arado sobre la tierra.
Y lejos de la memoria del viento que dejaron las épocas,
un olor de centeno y anís hace volver los pájaros.
Y porque el horizonte no es más que una hoja larga de perfil,
dejo que mudas tribus de peces muerdan los guijarros,
dejo que brille el hocico del jabalí en la noche
y que bajo el zumbido de las abejas
los bueyes trillen la mies.
¡Ay, reivindicación bañada en el ojo inocente!
¡Oh, exultación del mar sostenida en el resplandor!
¿De qué remoto sueño hemos caído? ¿Por qué somos una
rueda que grita enloquecida? ¡Ah! triste es nuestro
paso, en verdad,
¡No más que olas somos! Nos levantamos brevemente...
para seguir siendo mar.
CELEBRACIÓN DE LA INFANCIA
Yo celebro. Celebro y danzo
bajo la númida capa de lo eterno.
Escucho el silbo del verde olor
de mis días natales:
escucho cómo gira la rueda de la noria
y cómo lo inasible crece en las espigas.
Y yo celebro. Celebro el diálogo del cordero
y las hojas del esparto.
Sobre el arcor de mieses cae lento
el ruido de los remos que golpean
las aguas de la noche.
Cantan las hojas y el viajero
por vez última oye el canto de los gallos,
mientras la esposa borda su nombre
en las doradas árguenas.
Lejos, un perro aúlla y un ala del día roza
la ventana.
Mas yo celebro, celebro y danzo al son
de las flautas oscuras que apagan el oro del otoño.
Pues ¿qué es lo cierto, y qué es el júbilo del niño ciego?
¿Y de quién es la trampa y el juego del viento vagabundo?
La fuente de ayer mana cerca de una tumba
y un árbol crece en la mano abierta de la tierra.
Soñamos,
soñamos y las aguas de la infancia
se cierran por encima de nuestras cabezas
como un cúpula astral.