Revista Latinoemerica de Poesía

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Konstantino Kavafis



 

Selección y nota por Jenny Bernal

 

Mis días más gloriosos son aquellos
en que renuncio a perseguir lo hermoso

Konstantino Kavafis

 

Konstantino camina por las calles de Alejandría sin prisa, a él no le gusta hablar, prefiere ver. En el camino teje versos a partir de las formas seductoras de los hombres; recuerda el abismal deleite de su juventud y su escritura desnuda. Konstantino trabaja en sus poemas y es prudente a la hora de mostrarlos a sus cercanos, no le interesa demasiado publicar; como le interesa escudriñar en los poemas las palabras que rindan un homenaje justo a los hombres de la historia y del pasado que tanto le asombran. Konstantino canta a Grecia; la antigua, a otros días, reflexiona y se pregunta por el mundo y el devenir del hombre, luego se detiene un segundo a leer sus manuscritos bajo la débil luz de la taberna. Su lápiz enuncia nombres diversos: Teódoto, Filipo, Demetrio Sóter, y tantos otros personajes de quienes devela su humanidad, al final piensa entre la lobreguez de la noche, en su amigo Stéfano Skilitsi quien murió a los 19.

Kostantino Petrou Kavafis, uno de los poetas más importantes de la literatura universal nació en Alejandría en 1863 y murió en 1933, y aunque es un hombre de siglos anteriores, que trajo a tantas voces del pasado, nos sigue pareciendo una voz actual y cercana. El mundo continua en una esfera decadente y Kavafis sabe que la puerta de escape está en manos de la belleza, pese al sufrimiento que trae perseguir lo hermoso. Los invito a la lectura de algunos de sus poemas, muchos de ellos memorables.

 

EN LO POSIBLE*

 

Y si no puedes disponer tu vida como quieres
esto procura al menos conseguir
en lo posible: no vayas a ensuciarla
al frecuente contacto con el mundo,
con charlas y negocios por doquiera.

No vayas a ensuciarla trasladándola,
rondando sin cesar y exponiéndola,
a la vulgar locura cotidiana
de tanta relación y compañía
hasta que se convierta en una extraña intrusa.


*Traducción de Anna Pothitou y Rafael Herrera

 

ÍTACA*

 

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los Lestrigones ni a los Cíclopes,
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los Lestrigones ni a los Cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no lo llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante tí.

Pide que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos antes nunca vistos.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes voluptuosos,
cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu pensamiento.
Tu llegada allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

*Traducción de Pedro Bádenas de la Peña

 


LA CIUDAD*

 

Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón - como un cadáver - sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.
Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí".

Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.

*Traducción de Miguel Castillo Didier

 


UNA NOCHE

 

El cuarto era pobre y vulgar,
oculto en los altos de una taberna equívoca.
Desde la ventana se veía la calleja,
sucia y estrecha. Desde abajo
llegaban las voces de algunos obreros
que jugaban a las cartas y que se divertían.

Y allí en la cama humilde, ordinaria
poseí el cuerpo del amor, poseí los labios
voluptuosos y rojos de la embriaguez -
rojos de tal embriaguez, que también ahora
cuando escribo, ¡después de tantos años!,
en mi casa solitaria, me embriago nuevamente.

 


EL PRIMER PELDAÑO

 

A Teócrito se quejaba
un día el joven poeta Eumenes:
"Dos años han pasado desde que escribo
y un idilio he hecho solamente.
Es mi única obra acabada.
Ay de mí, es alta, lo veo,
muy alta la escala de la Poesía;
y del primer peldaño aquí donde estoy
nunca he de subir el desdichado".
Dijo Teócrito: "Esas palabras
son impropias y blasfemas.
Y si estás en este primer peldaño debes
estar orgulloso y feliz.
Allí donde has llegado, no es poco:
cuanto has hecho, grande gloria.
Y aun este primer peldaño
dista mucho de la gente común.
Para que hayas pisado en esta grada
es menester que seas con derecho
ciudadano en la ciudad de las ideas.
Y es difícil y raro que en aquella ciudad
te inscriban como ciudadano.
En su ágora hallas Legisladores
a los que no burla ningún aventurero.
Aquí donde has llegado, no es poco:
cuanto has hecho, grande gloria".

 


PARA QUEDARSE*

 

Debía ser la una de la noche
o la una y media.
                        En un rincón de la taberna;
detrás de una mampara de madera.
Aparte de nosotros dos, desierto aquel local.
La luz apenas de una lámpara de aceite.
A la puerta dormía el sirviente trasnochado.

No nos vería nadie. En todo caso
nos hallábamos ya tan encendidos
que no podríamos disimular.

Quedó la ropa a medio abrir —y no era mucha
porque abrasaba ya el divino julio.

Disfruté de la carne entre la ropa
a medio abrir. Desnudo de la carne
apresurado, cuya imagen perduró
veintiséis años, y ahora ha regresado
para quedarse aquí, en este poema.

* Traducción de Anna Pothitou y Rafael Herrera

 


MELANCOLÍA DE JASÓN DE CLEANDRO, POETA EN COMAGENE, 595 D.C.*

 

El envejecimiento de mi cuerpo y mi apariencia
herida es de un puñal abominable.
No puedo mantener ya la firmeza.
A ti recurro, Arte de la Poesía,
que sabes, de algún modo, de remedios;
intentos de letargo del dolor con Palabra y Fantasía.

Herida es de un puñal abominable—.
Trae tus remedios, Arte de la poesía,
que hacen de la herida—un instante— no se sienta.

* Traducción de Anna Pothitou y Rafael Herrera

 


DÍAS DE 1901*

 

Esto era lo que destacaba más en él,
que dentro de su falta de moral
y con su amplia experiencia del amor,
y aún a pesar de la armonía natural
que había entre su edad y su actitud,
había instantes —aunque por supuesto
escasos— en que daba la impresión
de que su carne estaba casi intacta.

La lozanía de sus veintinueve años,
tan puesta a prueba ya por el placer,
había instantes en que recordaba
de un modo extraño a un joven que —algo torpe—
daba su cuerpo casto al amor por vez primera.

* Traducción de Anna Pothitou y Rafael Herrera

 



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