Revista Latinoemerica de Poesía

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Paseo con poetas



Por Omar Ortiz

 

Sin duda el Festival de Arte de Cali es el evento más importante de tipo artístico y cultural que se celebra en la capital del Valle del Cauca. En las XV versiones, cumplida la última entre el 3 al 14 de Noviembre del 2011, se han dado cita en la ciudad, escritores, músicos, pintores, cineastas, teatreros, de las más variadas tendencias y propuestas creativas, pero todos de una gran importancia por el reconocimiento internacional de sus aportes a las disciplinas en las que trabajan. Allí han estado Mario Vargas Llosa, Nélida Piñón, Eliseo Subiela, Paco Ibáñez, para citar algunos, y entre los poetas Rafael Cadenas, Juan Calzadilla, y más recientemente Marco Antonio Campos y Lêdo Ivo.

Todos sabemos que el Valle del Cauca es un departamento de ciudades, es la única región de Colombia que cuenta con por lo menos seis urbes, distintas a su capital, que por su dinámica de mercado y riqueza productiva se proyectan como espacios de distribución de bienes y servicios en amplios sectores poblaciones donde tienen influencia, entre ellas podríamos destacar a Tuluá y Buga. Y, a pesar de lo anterior pocas veces Proartes, entidad organizadora del Festival, se ha ocupado de ofrecer a sus invitados internacionales de una panorámica por la región vallecaucana en tiempos del evento. Tal vez lo ceñido de las programaciones y el apretado tiempo de los participantes tengan que ver en esta carencia. Por ello, con la complicidad de Luis Fernando Victoria, que puso a disposición su auto para el recorrido, desde la revista “Luna Nueva” decidimos invitar el sábado 12 de Noviembre de 2011, en las goteras del XV Festival de Arte de Cali, al poeta mexicano Marco Antonio Campos para que degustara de un paseo por el centro del Valle, visitando las ciudades de Buga y Tuluá. La maravillosa sorpresa nos la dio Marco Antonio en la mañana de ese sábado ya que al llegar por él al hotel donde se hospedaba, otro invitado se sumaba al convite, me refiero al poeta brasileño Ledo Ivo. Poeta que por esos milagros que nos brinda la poesía publicamos en el primer número de “Luna Nueva”, en 1987, cuando no era muy conocido en nuestro medio.

De impecable azul vestido, con zapatillas dispuestas al abordaje de lo impredecible, con una jovialidad y vitalidad impresionantes para un hombre de 87 años, el poeta de Maceivo, egresado de la Universidad de Rio de Janeiro como abogado, a pesar que nunca ejerció tal profesión, participe de la llamada generación del 45 junto a Ferreira Gullar y Joao Cabral de Melo Neto, se subió con nosotros en el automóvil que nos conduciría, no como a los pobres que viajan en la estación de autobuses y que “levantan los pescuezos como gansos/ para mirar los letreros del autobús”, sino en un confortable paseo que tendría como primera escala la iglesia de San Francisco en la ciudad de Buga para disfrutar de los frescos indígenas que descubrieron pintados en el presbiterio del colonial templo que data de 1770, cuando fue levantado por los jesuitas.

Una vez agotada la visita al templo y consumidos los pandebonos de rigor, nos dispusimos a recorrer el Parque Cabal, donde el poeta brasileño descubrió las ardillas que pueblan dicho terreno  y con una asombrosa familiaridad decidió participar en una platica con una de ellas, que observamos a prudente distancia temerosos de interrumpir tan cálido y espontáneo encuentro. Con una sonrisa picara, como si acabara de hacer la pilatuna del día, Ledo caminó hacia donde estábamos y con un gesto de complicidad le indicó a Marco Antonio que podíamos irnos.

La visita posterior a Tuluá estaba planeada para almorzar en “las Chapetas” una picantería de vieja y alta tradición culinaria, donde se preparan las mejores empanadas del mundo y sus alrededores y se consumen las mejores carnes ahumadas de las que se tanga noticia. Para confirmar estas noticias deliciosas no es sino preguntar al poeta Roca que se sueña degustando una carne en bistec, o una porción de costilla de cerdo acompañada de otra de lomo ahumado con leña de guayabo, que las Chapetas llaman un “mixto”. Y de allí a tomar un  cafecito y a mirar esas muchachas de Tuluá que casi no dejan parpadear a nuestros poetas invitados, sobre todo a Ledo que confesó  regocijado su admiración por la belleza de las colombianas. Nada mal para un muchacho que parlotea con ardillas.

Desde este encuentro inolvidable con Ledo Ivo, puedo entender mejor esos versos suyos que cobran una triste actualidad con su muerte y que dicen, “Jamás seré un extranjero. / No temo ningún exilio. / Cada palabra mía/ es una patria secreta”.

El siguiente poema se publicó por primera vez en la Revista Luna Nueva:

  LA LAGARTIJA De la niñez, sólo recuerdo, una nerviosa lagartija. Da tanto el sol sobre su espalda, parecía de vidrio hecha. Entre piedras y papagayos, aparecía en el jardín. Tal vez quisiera ver el mundo o desearme un día bueno. Este saurio diestro y paciente, que convierte el sol en diamante me hace alabar la maravilla oculta en la infancia distante. Pues cosa grande, para un hombre, es sentir que, al nacer su vida, toda la belleza del mundo estaba en una lagartija.    

ledo ivo 2Los poetas Horacio Benavides y Lêdo Ivo en Cali, 2011.



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