Poema del Viernes # 43
Por Hellman Pardo
El erotismo en la poesía colombiana ha estado al margen de todo encuentro. Orietta Lozano nos recuerda que en cada hombre y mujer permanece un rostro desnudo, un cuerpo que atardece en la belleza. Su lenguaje busca los pliegues, las sombras, las heridas hechas en un amanecer violento y decantado.
SEÑALES
Voy al papel como a tu boca
me crispo y danzo entre tu mar
que me riega, desespera y aniquila.
Los árboles se visten de noche
y sucede una alteración allí, donde tú apareces.
Tú me provocas: entre la niebla
aparece una mano extendida a mi escritura
y luego otra mano que me revela el insólito equilibrio.
Tu silencio es un rumor de peces desbocándose en
cascadas,
el susurro de hombre muertos
visitando la morada donde hallaron el asombro de los
sueños;
la sangre de los cuervos
que rodea la hora del crepúsculo.
-Una bandada de mujeres con
ojeras y brazaletes
se llena de pánico
porque a lo lejos la cocina cruje,
ruge como un temblor de tierra,
y los niños anhelan la ciudad perdida-.
Tú me salvas,
no caí en tierra árida, caí en tu materia,
en tu sangre, en tu escritura.
Descubrí la grieta cálida y el río helado,
el monte y el abismo, el viento y el soplo,
el rasgar, el sesgar, lo finito y lo infinito,
y fue un remanso, un alud, un día luminoso
que Dios o el demonio me otorgara.
Fui transportada en la barca de tu beso
y el aullido de la noche me despertó en el centro de
tu carne,
la tristeza era una mujer sucia, sellada
donde se dormían los pájaros y los lagartos tropezaban.
Tú eras el límite, la línea que desborda y cambia,
un abismo solitario con color de sangre,
con un color frenético
con el color que se le da a la muerte
cuando ella es nuestra aliada.
Tú me suspendes, me ligas,
me propones tu hora crepuscular,
y mi sangre toca la misma música,
la música más sola…
Me invocas, me convocas y yo emerjo como una bestia
que solo tú has de aniquilar.
Nada…
sólo tu silencio que busca lo imposible,
los brujos que salieron del polvo de las ruinas,
el miedo que mueve insólitas palabras,
el guijarro, el avestruz, la mujer enamorada,
el mutilado, el paraje, el agujero;
el silencio que devora y avasalla,
la invención de un gesto
que disuelve y nos disipa.
Tú eres el final de la búsqueda,
El perpetuo agonizar de la palabra,
eres la tentativa
que termina por avasallar mi fundamento;
la percepción necesaria a mis sentidos.
Orietta Lozano