37. Lo que no me dijo Alejandra Pizarnik
Por Daniela Rizzo
El viaje que propongo requiere la siguiente advertencia: tengo toda la intención de estar cerrada a cualquier intervención extraña a los límites de este poema. Si bien es imposible desligarse de la vida de Alejandra Pizarnik y de las infinitas paralelas que se dibujan entre el poema Del silencio y su biografía, el interés es abrir interrogantes acerca de la inocencia, el deseo y la imposibilidad. Sin embargo, esta voz no está sola en el viaje y se desliza en la intertextualidad particular de Lewis Carroll.
...está todo en algún idioma que no conozco... ?L. C. (A través del espejo)
Sinto o mundo chorar como língua estrangeira.?Cecília Meireles
Ils jouent la pièce en étranger.?Michaux
...alguien mató algo.?L. Carroll (A través del espejo)
[...] Del Silencio(1)
I
Esta muñeca vestida de azul es mi emisaria en el mundo. Sus ojos son de huérfana cuando llueve en un jardín donde un pájaro lila devora lilas y un pájaro rosa devora rosas Tengo miedo del lobo gris que se disimula en la lluvia. Lo que se ve, lo que se va, es indecible. Las palabras cierran todas las puertas. Recuerdo el tiempo sobre los álamos queridos. El arcaísmo de mi drama determinó, en mi criatura compartida, una cámara letal. Yo era lo imposible y también el desgarramiento por lo imposible. Oh el color infernal de mis pasiones. Sin embargo, quedé cautiva de la antigua ternura.
II
No hay quien pinte con colores verdes. Todo es anaranjado. Si soy algo soy violencia. Los colores rayan el silencio y crean animales deteriorados. Luego alguien intentará escribir un poema. Y será mediante las formas, los colores, el desamor, la locura (no continúo porque no quiero asustar a los niños).
III
El poema es espacio y hiere. No soy como mi muñeca, que sólo se nutre de leche de pájaro.
Alejandra Pizarnik
La inocencia de las muñecas
Existen dos ideas en este poema: la búsqueda de un lenguaje propio y la imposibilidad de las palabras. El motivo de la inocencia requiere un acercamiento a las siguientes claves: la muñeca, el pájaro y la niñez. La voz inicia: “Esta muñeca vestida de azul” y pienso en Alicia en el país de las maravillas, en aquella niña-adulta curiosa. La imagen de Alicia no solo se vincula al color celeste de su vestido que se configuró para su expresión pictórica que ya se puede ver en el filme de Walt Disney (1951), sino que se adhiere al tono pastel que se vincula a la inocencia. Además, el poema habla de una muñeca, un juguete que ha tomado vida y que mira un jardín en el que todo ser tiene su correspondencia: el barco sobre la mar, el caballo en la montaña y los pájaros que devoran sus colores. Esa interioridad se puede ver en el poema a través de la personificación de la muñeca como la “emisaria en el mundo”. Aquello que está afuera tiene una normativa, es la vida del adulto que devora el mundo. Significa someterse a esta regla que se sugiere natural: devorar lo que está destinado a cada cual, una cadena alimenticia con etiquetas. Se halla la confesión de una niña que está más cerca de la intuición que del razonamiento. Esta es la misma imagen que la voz poética expresa a partir del motivo de la inocencia: un comprender a mi modo, de acuerdo a mis límites y bajo el halo de incertidumbre que crea lobos disfrazados. En el caso de Alicia, el mundo la sabe invisible y solo tiene a mano una pequeña porción de aquel espacio. Entonces salta al País de las Maravillas o al otro lado del espejo. Este es el bosque con los álamos queridos, de los árboles que atrapan la lluvia y espantan al lobo gris. La muñeca proviene del bosque y, al mismo tiempo, lo rehúye. La transformación del niño en adulto corresponde a esta inversión en la que se define lo temido: ya no es el lobo disimulado tras la lluvia sino la persona, el deseo y la maldad del adulto.
El deseo del adulto
La violencia proviene de aquella muñeca que ha crecido y ahora desgarra toda posibilidad de convertirse en un ser puro. Provocar este cambio en el paso del tiempo es una de las sutilezas más logradas en el poema. El texto tiene la capacidad de llevarnos al presente (lo naranja) y al pasado (lo pastel) en viajes constantes. Este giro superpone una nueva realidad: la persona adulta que aprendió otro lenguaje. Si el mundo es perverso y violento, ¿por qué la voz poética reclama por su situación natural? Si existe algo místico que reclama por la inocencia perdida quiere decir que aquella pasión anaranjada no era la esencia de aquella muñeca vestida de azul. “Sin embargo, quedé cautiva de la antigua ternura”, una dulzura de antaño que tal vez es anterior a la muñeca y al bosque. Aquella lucidez identifica su condena en dos momentos opuestos –la ternura y la pasión– y se repite en “lo que se ve, lo que se va, es indecible” al identificar la imposibilidad de colocar palabras, nombrar lo que desconocemos o perdimos. El límite del lenguaje es la condena medular de este poema, la impotencia de expresar su confesión y conocer que las palabras no son suficientes para liberar al ser de ese fuego interior. Así, el proceso recae sobre la cuestión del poeta, de su papel como creador y emisario.
La imposibilidad
La voz lírica rehúye de su trabajo, personifica la contradicción de expresar con palabras la condena que vive. Las palabras son el medio equivocado para reivindicar su antigua condición de pureza. El error se halla en la intención de expresarlo, un eterno retorno que plantea un camino imposible hacia la semilla. Pero nuestros recuerdos renacen en las palabras, recordamos lo que decimos, se pronuncia el pasado como una voz que nos habla de otro tiempo. La imposibilidad se identifica con el deseo de trascender, de traspasar la frontera del tiempo y estar presente en todas las edades. La lectura ya no posee pausas ya que el reclamo recae sobre el mismo texto. El poema es una reflexión acerca de la ineficacia de transmitir. Si el trabajo del poeta no es la reivindicación ni la catarsis, ¿de qué sirve su expresión? “No soy como mi muñeca, que sólo se nutre de leche de pájaro” Aquella esencia infantil, la búsqueda infinita por la inocencia cae en la provocación de un acertijo eterno. La voz se desvincula por completo de aquella muñeca que es la esencia de lo imposible, es la leche del pájaro que alimenta a quien no bebe. El cuestionamiento del lenguaje entra en diálogo con la tradición y es una reescritura de la poética, de la posibilidad de expresar el pensamiento y cuadricular una idea a través de un lenguaje. Una voz de niña despierta en el inconsciente: yo solo vine a ver el jardín. No es este el jardín que vine a buscar. Entré para no salir más.
*NOTAS 1. El poema Del silencio fue tomado de Poesía completa, de Alejandra Pizarnik, editado por Ana Becciu. El texto corresponde a una carpeta marrón mecanografiada por la poeta y escrita en 1971.
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DANIELA RIZZO - (Quito, 1987) Estudió Comunicación y Literatura en la Universidad Católica de Quito. Escribe cuentos, reseñas y ensayos literarios. Actualmente, estudia la maestría en Estudios de la Cultura con especialidad en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Andina Simón Bolívar, en Quito. Es directora de la revista en línea www.loinquieto.net