Revista Latinoemerica de Poesía

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Rogelio Orizondo



Compartimos el abrebocas del próximo trabajo poético del poeta y dramaturgo cubano Rogelio Orizondo.

 

El poema del perreo

Cuando pienso lo que he sufrido por la escritura
evoco este momento cuando era server en Rosetta Bakery.
Queremos dulces, dijo Rosalía. Y los llevé a los dos
al mostrador de vidrio. Rauw Alejandro estaba con ella.
Los mignons de Rosetta Bakery son una exaltación primaveral
en el número diabólico de la calle Collins.
Rauw Alejandro hablaba por teléfono. El estudio podía esperar.
Se iba a demorar un rato. No sabía lo que iba a pedir
frente al mostrador de vidrio. Detrás del vidrio yo
con guantes blancos, delantal y gorrito de server de Rosetta Bakery.
Decir que tenía muchas ideas incinerándome la cabeza
podría parecer que ahora mi cabeza deja de arder
se toca y no se toca en esa puerta. Lo terrible
de aquellas ideas: ninguna quemó lo suficiente para invadir
ni a Rosalía ni a Rauw Alejandro. Rosalía era rápida
en el tocar. Rauw Alejandro traspasaba puertas
cuidándose de incendios y alérgico a la almendra.
Rosalía pidió cada mignon que no tuviera almendra
y se sentaron a la mesa. Compartían los mignons y se rozaban.
Eran dos ángeles deteniendo el tiempo de Rosetta Bakery
que pasaron por dos humanos comunes y corrientes
deteniendo por siempre mis horas de tortura sicológica
y tortura social siendo server en Rosetta Bakery.
Un poquito de sentido a estar ahí y no perrear
o haber muerto años atrás. 24 de septiembre de 2021:
a eso de las tres de la tarde en la calle Collins en South Beach.
Puedo probarlo. Rosalía dejó cuatro anillos en la mesa.
Yo guardé en mi delantal los cuatro anillos. Y le mandé una foto
de los cuatro anillos a mi amiga Laura por WhatsApp a las 3.58 pm.
Después Rosalía mandó a su asistenta por los anillos y se los di.
En mi delantal de Rosetta Bakery sentí un hueco tan largo
como el cáncer. Pero mis manos como las de Rosalía
se olvidaron del roce.
¿De qué perro estoy hablando? Supongo y escribo pero no sé.
¿Se me ocurre una imagen mejor para hablar del perreo?
Primero, Rosetta Bakery y su entorno en la calle Collins
de South Beach. ¿Qué cosa es esa tienda? ¿Qué cosa es esa calle?
En vez de cosa qué otra cosa puedo escribir con más peso
y más caso. Que todos los clientes y empleados y empleadas

que han tenido cerca Rosetta Bakery o que han caminado y sudado
bebido y drogado por los callejones diabólicos de la calle Collins
Lincoln Road y el mar, con sus duchas y matorrales cercados en el mar
y su Molly, Perico, Mota, Don Julio, Presidente, Bacardi
sus bicicletas y homeless. Prolongar un olfato
y un olor. Decir que I dont know what you mean
y decirlo sinceramente porque el saber y el significar
no puede ya poseer sonrisa ni sueño, lo que se pensaba que se era
ha quedado atravesado por la bala ciega en el viaje de hongos
de un muchacho perdido, todos nosotros perdidos con él,
renegando tu propia naturaleza si quieres seguir pisando
la calle Collins, Lincoln Road o meterte en el mar. Consumiendo
sin roce o rosa, sin mignon de Rosetta Bakery y sin mar.
¿Qué invento es este mar? ¿Qué invento de arena y pantano
estas calles? ¿Qué crudo nacional se esconde en este mar
y atraviesa la arena y los pantanos bajo la calle Collins
y sus callejones diabólicos?
Rosetta Bakery fue el perreo. Te entrena y te sirve
si te gustan esos italianos de pelos en el pecho y ojos tristes
cómo amasan la masa, cómo sacan del horno el croissant.
Puedes meterte un bombolone relleno con crema pastelera
un filoncino con aceite de trufa, mamarle la pinga al manager
o hacerte amiguito de Corina, la sandwichmaker diabólica
que mientras corta el prosciutto y mira a través del vidrio
se moja las tetas con sus propias lágrimas. Su jefe se las ve,
le da sicoterapia, porque Corina está muerta con él, Luisito,
venezolano latin lover de su mejor telenovela. El otro venezolano
es el otro sandwichmaker y odia a Luisito. Dice que eso es entre
venezolano y venezolano. Al pajarito cubano lo invita a New York
y le manda fueguitos por Grindr. Mientras corta el pavo
se moja la verga con sus propio semen y mira a través del vidrio.
Corina tiene un acento medio colombiano y medio cubano.
Nació en Florida de una abuela cubana, recientemente muerta.
Hay muchas cubanas en la Rosetta Bakery de la calle Collins
en South Beach. Regla es de La Habana, es mulata y madrina.
Julia es de La Isla de la Juventud pero vivía en el Cerro,
y Olga es de Cárdenas, Matanzas, con un tío preso político
fusilado y un viejo que cuida y que le da de comer.
Hay dos dominicanos que no trabajan en Rosetta Bakery
pero que pasan siempre por Rosetta Bakery. Uno se llama Julio
y vio la calle Collins cuando era de arena y toma ron.
El otro es Héctor, en su casa tiene a dos hermanas gemelas

cinco hijos entre las dos y toma cerveza.
El manager de Rosetta Bakery es peruano y se llama Sebastián.
Otra cubana, cuyo nombre no recuerdo, le mamaba la pinga.
Una alemana, Tina, madre de dos hijos de un “cubano loco”.
Un italiano y todos, Constantino.
Me hice amigo de todos las argentinas y argentinos
que por Rosetta Bakery pasaron. Melina y Luz, capricornios.
Javier, sagitario y Agustín, escorpio. Nos pagaban
once la hora con diez dólares como mínimo en cash.
Tomábamos todo el jugo de naranja y todo el café
que nos daba la gana. Lo que no se vendía
yo se lo daba al homeless y a mis amigos dominicanos
y escogía lo que quería llevarme a casa.
Fui también barista, cashier y contaba el dinero.
Julio, el dominicano, quería que yo fuera el mánager.
Yo disfrutaba hacer el café y ser amable.
Además de servirle mignons a Rosalía y Rauw Alejandro
puse de moda Un verano sin ti. Todos los días a las 8pm
o a las 9pm si era fin de semana, yo ponía Un verano sin ti.
Con el tema Party de Benito con Rauw Alejandro
me partí por el eje como el exilio. Con Efecto,
miré a Alejandro metido en el mar
los dioses dejaron de hablar y se paró el texto, la poesía.
El perreo lo destruye todo.
Es un cuerpo que recorre el mundo sin saber qué es el mundo
ni saberse mortal. Todos llevamos el rabo del perro dentro
perriemos siempre o nunca o no perriemos como yo.
En esas puertas diabólicas de la calle Washington
en esos antros de Ocean Drive el perreo estará.
Por siempre y para siempre en ese pan divido de Rosetta
para que todos los hijos coman de él con las sobras del bakery.
Boston el homeless. Todos somos Boston. Larga vida a Boston.
Cuando pienso lo que he sufrido por la escritura
mi amiga Laura me escribe: hay que perrear, mi amor, hay que perrear.
Pero me quedo aquí sin perrear. Ni siquiera me gusta este perrear.
Me quedo pensando si es perrear o no es perrear. Si es don
o contenido como la entrada de Rosalía con Rauw Alejandro
el 24 de septiembre del 2021 en Rosetta Bakery.

 

Rogelio Orizondo (Santa Clara, Cuba, 1983)
Es dramaturgo. Tiene tatuada en el brazo izquierdo a Juana Borrero y, en el derecho, a Julián del Casal. Autor de obras como Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller, Este maletín no es mi maletín, Perros que jamás ladraron y Antigonón, un contingente épico. Obtuvo en Cuba los premios David, Virgilio Piñera y el premio de la Crítica Literaria. Desde pequeño tuvo dificultades con los novios, las lagartijas y la patria, por eso ahora vive en El Paso, estudia una maestría en Creative Writing y prepara dos libros de poesía.



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