Revista Latinoemerica de Poesía

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El ciervo, antología poética de Yolanda Pantin



 

El ciervo, antología poética de Yolanda Pantin

 

(El ciervo, Yolanda Pantin; El Taller Blanco Ediciones, Bogotá, 2019)

Como muchos poetas de la generación de 1978, los orígenes literarios de Yolanda Pantin (1954) responden a instancias grupales. Sin embargo, no deben de extenderse hasta el campo de las influencias o hasta la sospecha de intereses estéticos compartidos, porque si algo ha caracterizado su poesía es esa condición de voz solitaria, personalísima, esquiva a caracterizaciones. Su apuesta discursiva no sólo se erige como vanguardia de este vasto movimiento, sino que también lo expande a límites inconcebibles por su carácter cuestionador, descreído y crítico.

El apetito de desmontaje de la propia operación poética recorre toda su expresión hasta volverla simulacro, ensayo reiterativo, esgrima solitaria. El verso crece sobre su propia ruina, como yerbajos aislados entre las estatuas caídas. De filiación aparentemente nómada, el verso de Pantin apuesta en el fondo a la sedentarización: congelar la búsqueda expresiva cuando alguna revelación lo requiere.

ANTONIO LÓPEZ ORTEGA

 

 

 


ÁNGEL CAÍDO II


La mujer del cabello lacio
recogido
en la nuca
sombreada
levemente de azul
como los ojos
ocupa
en una composición simétrica
el centro de la fotografía
Detrás de ella
a su izquierda
un Ángel
desprendido del hombro
mira al cielo
con las alas plegadas
No hay mácula
en su condición aérea
en su espíritu puro
aunque
de la concha rosada de su oreja
surja, como el fuego, la duda

 

 

 

 

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PRIMERA NOCIÓN DE MARACAIBO

Maracaibo es un clima que se convirtió en ciudad.
ISAAC CHOCRÓN

Hay un clima inclemente
vaho
y sudor
en las axilas

Hay una basílica de la Chiquinquirá
verde y orlada
de flores
y pérfidas reminiscencias

Hay un puerto
Y un puente sobre un lago

Guajiros
sentados en cuclillas
bajo el sol de Maracaibo

 

II
Antes habíamos fundado una ciudad llamada Maracaibo

La construimos sobre la primera piedra
trajimos tres millones de habitantes

Era un pueblo mítico
cuyo segundo nombre
-sin saberlo-
fue Nostalgia

Aquí la pierna aquí la cabeza
sus señas particulares eran
el rojo el naranja
los contrastes violetas

En veinticuatro horas horadamos
buceamos terciamos sudamos
y la grey zuliana

Hicimos un pueblo único en el mundo

Luego te fuiste

y quedó el clima

 

 

 

 

 

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NOCHE (SHERIDAN LE FANU)

Había que mirarlo con determinación a los ojos para apartar la idea del horror que vive en toda persona. Aceptar, así, los piélagos de las orejas, los negros orificios por donde el aire entraba a su cuerpo con fatiga. Al chocar con las paredes de la habitación donde había quedado atrapado, todo parecía su amenaza: los muebles, los objetos dispersos sobre ellos, cuadros, espejos, los cristales de las ventanas entreabiertas –el bosque afuera– que en el miedo no encontraba. Asombrados, lo dejábamos hacer, ir sin descanso de un lado al otro. En algún momento su cuerpo rozó mi pecho. Sentí piedad y ternura. En verdad quería decirle: no sufras, ya está bien.
Aquella noche, al encontrarme con la mujer cuyos ojos no veía en la oscuridad, escuché las alas batir sobre nosotros.

 

 

 

 

 

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LA MUERTE SUCEDE

Así les digo a los niños, o pienso,
con la ambulancia al frente
de la torre de apartamentos donde viven.

Estamos sobre la acera meciendo las cabezas,
cuando en ese automóvil
gira una luz azulada, intermitente.

Hay un silencio
por sobre las palabras
que nadie dice.

Su padre duerme, y nada podrán
contra esa ley que temprano
han conocido.

La muerte sucede, niños.

No lo digo por respeto al que descansa.
pero ustedes tampoco escuchan

cuando pasa el gran ruido.

 

 

 

 

 

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EL CIERVO

Iba yo con mi hermano por el bosque,
cuando lo vi entre las ramas asomarse.

Pude verlo como era,
y él, mirarme:

macho, de alta cornamenta.

Aunque de noche,
los ojos clarearon en su estupor al verme.

Volvió la grupa,
temeroso.

Yo alcé el arma que llevaba
y apunté entre los cuernos.

Disparé. Y con ello la cabeza
se deshizo en el aire

que había respirado.

Donde hubo belleza
quedó el cuerpo tendido

sobre la hierba.

Tomé el arma
y se la di a mi hermano.
«Ten» –le dije: «el rifle
con el que he matado sin deseo».

Volví la espalda
y caminé hacia el auto

que había dejado
en el umbral del bosque.

 

 

 

 

 

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DELFINES

Si dijese que desde la casa con vistas al mar alcancé a ver, semejantes a caballos de la Alta Escuela de Equitación en Viena, lomos de peces alzarse y al tiempo desaparecer, igual que figurantes de una cinta muda o, como dije, corceles, no estaría
mintiendo, puesto que el azul se derrama
y extiende hasta la concavidad que llamamos espacio,
su inmanencia.

–¿Que no puedo mirar desde aquí cosas tan extraordinarias?

 

 

 

 

 

 

 

Yolanda Pantin (Caracas, Venezuela, 1954). Poeta, dramaturga, ensayista, editora y autora de libros infantiles. Cursó estudios de Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Su trayectoria poética inicia con Casa o lobo (1981). Cofundadora del grupo literario Tráfico en 1981 y de la editorial de poesía Pequeña Venecia en 1991. En 1989 recibió el Premio Fundarte de Poesía. Ha sido becaria de la Fundación Rockefeller y de la Fundación Guggenheim. Coautora del libro El hilo de la voz. Antología crítica de escritoras venezolanas del siglo XX (2003). En el 2014, la editorial Pre-Textos publicó País. Poesía reunida (1981-2011). En México le fue otorgado el Premio Poetas del Mundo Latino «Víctor Sandoval» (2015), por su trayectoria literaria. Su libro Lo que hace el tiempo recibió el XVII Premio Casa de América de Poesía Americana, en su edición 2017, y fue publicado por la editorial Visor.

 

 

 



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