90. María Kuluri
Nota y traducción de Virginia López Recio
María Kuluri (Jalkida, 1975) es una destacada poeta griega. Ha publicado 3 libros de poesía: Museo vacío (2013), Relojes y otros movimientos (2015) y Camas cotidianas (2017). Con su primer poemario recibió el Premio al Poeta Joven de la Asociación de Escritores Griegos y fue candidata al Premio Nacional de Poesía. Su segundo poemario mereció el Premio “Sotiris Matranga” de la Academia de Atenas. Así mismo, ha escrito obras de teatro y el guion de un cortometraje.
Los poemas que presentamos a continuación son de su colección Relojes y otros movimientos (2015) y el primero, “Duende”, acaba de ser publicado en el Boletín Entre-T-Líneas 2 (junio 2019), que edita el Instituto Cervantes de Atenas y coordina Virginia López Recio, junto con la escritora griega Tesy Baila.
DUENDE
Puesto que soy hombre he oído
En el aire pasar los años
Un día
-seguramente era de día
puesto que la luna había sido olvidada
en la calidez del corazón-
Mi voz y todas mis lágrimas
se ahogaron en la luz
No están los hombres para guardar las palabras
Son cuchillos gotean sangre y más sangre
Y cuando ni médico ni nadie
Sabe la manera de detener el dolor
El río que se derrama en el mar
Lava a cuantos fueron heridos por las pasiones mojadas
Algunas veces
Sucede que los árboles caen
Sin sus raíces
Y los troncos comienzan la canción
MICENAS
A mediodía en el olivar
Escuchábamos el calor y las voces
Algunos se ensuciaban las palmas de la mano
Recogían frutos tratados injustamente
Corrían para alcanzar el hambre de la tierra
El tiempo les golpeaba el estómago
Y ellos los árboles
Una lluvia dorada regaba a los recolectores inclinados
Hasta que finalmente descargaron las ramas
Y entonces cogía yo trabajo
Hasta la noche
Colgaba trampas en los cuerpos desnudos
Última esperanza para aquella mirada tuya
REFERENCIA DE AVANCE
Señora
Sigo emborrachándome muriendo despacio
Así como me propuse, he adquirido una máquina de escribir
Sin embargo, poemas no he aprendido a escribir
Tal vez tengan la culpa los pasajeros
Andan despacio no tienen estilo ni ritmo
Y la vieja gorda hace años que no oye chillidos
Los vecinos ya no escalan por sus camas
Cubren su carne con huesos
Y yo
En el amor he fracasado de modo estrepitoso
Me tomo alguna copa todavía
Y limpio las marcas de mi ropa
EPÍLOGO
Con las palmas abro grietas
Y agarro el pan de la eucaristía
Espinas adornos
Piel manchada el amor en la frente
Oculto arena en los puños
De modo que no se me escape
Para tener algo con que recibirte
Cuando traigas la victoria
Mucho hemos dicho y es suficiente
CONFESIÓN
Desconsolado el hombre
Se desviste de noche
Solo se acuesta
Cama de sueño
Y cuando por casualidad
Saluda a otro día
Supuestamente confiado
Coge nueva pose
Paréntesis en las palabras
Humo de los antepasados
Después en plantas píticas
Carga todo el peso
Y abriendo la puerta
Se abraza a sus zapatos