La hierba abre su latido de Yenny León
Gente del común
Por Mery Yolanda Sánchez
Pensando en comunidad, Yenny es parte de la avanzada. Ella, examina en lo profundo del que cae, pero también del que se eleva. Es gente del común, con humildad comparte su poética a la orilla del Río Sinú o en auditorios principales de Medellín y otras ciudades donde es invitada. Dialoga con los participantes en sus talleres como una amiga más y sin ruborizarse toma café con intelectuales de diversos colores que reconocen su obra.
En cada palabra dura o dulce, en cada verso sereno o magistral, está la niña grande desde la luz de su alma. Delicada, precisa. Sus poemas de cierres perfectos y un halo misterioso que se me ocurre sube por la espalda, liviano, denso, doloroso y esperanzador. Es la mujer carne y verso, piel y conocimiento.
Es su poesía una voz solidaria, apacible, que acude a su experiencia como observadora y protagonista de la vida que nos corresponde. Y me pregunto cómo la caricia certera en cada cerrojo, objetos de la más fina textura, hecha hilo a hilo con las hebras de su aliento. Se permite el silencio para sentir mejor a los otros y entregarnos su visión.
Yenny se hace a un lado, no para hacer la venia, prefiere el costado para que los que corren lo hagan en campo despejado. Ella sabe esperar por eso su poesía es como ir en una barca con Sidartha en los ríos de Herman Hesse. Esa voz viento, de tanta claridad, a veces, rota, nos deja el peso de su fuerza para avanzar.
En La hierba abre su latido, hay poesía pura, porque su autora no se junta con la poesía, no se cubre con la poesía, la vive, porque hace parte de la gente del común. Y aunque tiene el mundo entero en su cabeza, puede pararse en él o darle la vuelta y conservar intacta su sombra. Desde antes de llegar la lluvia a sus territorios, ella ya ha sentido la transparencia del agua sobre su cuerpo. Así, por endurecida que esté la atmósfera por contaminación mineral o animal, ella lava sus noches para entregarnos un amanecer. Es por eso que sus manos detienen los surcos del látigo.
La Hierba abre su latido, es la mejor manera de acercarse a Yenny, ahí completa y no se asuste si también está usted. Poética donde no hay miedo para volver el rostro y tocar al otro. Inocencia que llega y sin ruido desgarra, su escritura son los ojos de su esencia que pulsa la respiración antes que el trueno toque su puerta. Ella sabe de distancias por eso revisa su equipaje antes de pensar en las líneas del viaje. Hace de la ceniza el canto del fuego. Le pone alas a los huesos del hambre para llegar al olor de la ternura.
Me gusta esta poesía porque logro rebotar entre penumbras y resplandores. Claro, debo llegar despacio, abrir todos mis sentidos hasta esa voz personal que también habla de mí, de mi entorno.
Demos el abrazo a Yenny y a su obra.
Bogotá, D.C., Abril 30 de 2018
CADA latido
es un autoataque:
el corazón golpea contra el corazón
con el árbol
ocurre algo distinto
su corazón
por encima del agua corrompida
es fuego meditativo
hambre congelada.
EL NIÑO deletrea
en cada gota
la palabra “hueso”
el sonido de la arena al nacer
inunda su estómago vacío
en un pestañeo del hambre
revolotean las alas quebradizas
el niño quisiera ser
como el fango que respira
las luciérnagas desveladas
la sangre de las estrellas
los crisantemos
y los mitos
son los últimos testigos.
ARAÑA
Revisa la alacena
sonámbula ante el cuerpo de la vajilla
error de plata
teje su red
se abre el cerrojo
estalla el metabolismo
de eras diminutas
inundada por la multiplicación
de un rostro desconocido
la araña se orilla en su aliento
sabe que ese animal
enjaulado por la piel
es sólo una hormiga congelada
ante la mirada
de un ángel domesticado.
EL PEZ TRANSFORMA su blanda sombra
al tragarse lentamente las espinas
que han de conformar la otredad de su cuerpo
el mar se hunde en el caracol
el único camino seguro
es el de arrancarse los ojos
que están por crecer cada noche
para acabar a la altura
de las semillas que mueren.
LA GOTA
parte en mares
la piedra
el tiempo
cede su pico oscuro
como fiel rehén de la superficie
el rumor cancelado de las hojas
vibra en la madera
su pesada desnudez
el último árbol
expulsa sus cenizas
el universo se apaga.
SOL ENDURECIDO
Vuelvo el rostro humedecido hacia la pizarra
mis dedos son cortos
y juegan al otro lado de la vida
soy niña:
bebo en un tazón de barro
un sol endurecido.
EL TRUENO EN LA SIEN
Después de cierta edad
la gente se alimenta de vidas ajenas
y olvida que el trueno
aún puede hundirse en las sienes,
que el liviano color del otoño
atraviesa la mirada más aguda
y la línea que une los planetas
es un mero ejercicio de la luz.
Yenny León (Medellín, 1987). Gestora de fomento de lectura, escritura y oralidad del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín. Filóloga hispanista de la Universidad de Antioquiay Magíster en Escrituras Creativas de la Universidad EAFIT. Obtuvo el I Premio de Poesía Joven Ciudad de Medellín, convocado por la revista Prometeo y el Festival Internacional de Poesía de Medellín en 2011, con su poemario Tríptico. También ocupó el primer puesto en el I Premio Nacional dePoesía Joven Andrés Barbosa Vivas (2011) con su poema “Mujer de agua”. En 2012, ganó la IX Beca a la Creación Artística y Cultural Ciudad de Medellín, modalidad Poesía. En 2015, con su poema “Colibrí”, obtuvo mención de honor en el concurso nacional “El dolor y sus trampas” de la Casa de Poesía Silva. En 2017, su poemario Clinamen quedó finalista en el I Premio Hispanoamericano de Poesía Joven Francisco Ruiz Udiel convocado por la editorial Valparaíso. En este mismo año, su poemario Ciega luz fue ganador del xxx Concurso Nacional Universitario de Poesía de la Uni-versidad Externado de Colombia. Libros publicados: Entre árboles y piedras (Bogotá: Editorial Planeta, 2013), Campanario de cenizas (Quetzaltepeque, El Salvador: Proyecto editorial La Chifurnia, 2016)