Revista Latinoemerica de Poesía

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Poema del Viernes # 128



 

LAS MANOS HERIDAS

El camino rocoso de la soledad es blando.
Porque los poetas de mi generación han sonreído más yo soy el anónimo con mis poemitas guardados como gigantes en cajas de vidrio.
Yo estuve con Genet en la cárcel y con Artaud en el sanatorio,
yo ayudé a despegar la oreja que cercenó Van Gogh vilmente,
soy el marginado, vituperado, asediado de demonios blancos luminosos
que quieren ser dolor en mí,
pero mi mundo gira en un sentido común, para mí, pues no me entienden.
Si matara a mi hijo no me entenderían.
No conocen el amor de la sangre.
Sucede que no pude quedarme en los objetos,
me maltratan casi como me duele y purifica Boris.
Y ha llegado Jesucristo a mi alma. Luz soy y soy número 7,
amando puedo ser no el solo sino el solitario.
Los ancianos no comprenden lo que dicen los niños,
porque los niños son ángeles y los ancianos ancianos.
Ahora comprendo por qué nada mejor cuando lleno la piscina de sangre,
que reflejada en el sol parece vino.
Abriguémonos soledad hasta la luz.
Embriaguémonos y comamos culebras.
Solo la salvación está en el veneno que rechaza el espíritu.

Soy un ángel que no hago mucho ruido con las alas para no despertar los habitantes cuando salgo y aleteo un poco en el sitio donde mi hijo respira y tiene heridas las manos.

DARÍO LEMOS



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