Gatimonio: poemas de gatos de autores hispanoamericanos
Por Samuel Serrano S.
Íntimamente ligado al hombre y al mismo tiempo independiente en sus acciones, quizás ningún animal resulta tan difícil de definir como ese felino mezcla de tigre y perro que llamamos gato. El tigre nos deslumbra por su fortaleza y elegancia, el perro nos conmueve por su apego y lealtad, pero el gato es un animal ambiguo; cuando está en casa y pretende obtener algo de su amo se comporta como un minino zalamero, pero al salir a la calle y echarse a vagabundear por los tejados se torna de inmediato en un sagaz aventurero que olvida los reclamos de su dueño y arroja su cariño por la borda. Quizás sea la personalidad ambivalente de este felino que lo convierte en un mesurado Dr. Jekyll durante el día y un libertino Mr. Hyde durante la noche la que tanto ha fascinado a los poetas que han disfrutado observando sus acciones y realizando su retrato en claros versos. Sergio Laignelet, poeta colombiano ejercitado en el arte de remover las hadas de los cuentos para dotarlos de un nuevo vuelo, ha rastreado y compilado en la antología poética Gatimonio* la presencia del gato en la imaginación y los sueños de cerca de un centenar de poetas hispanoamericanos de todas las tendencias y periodos.
Desde Beppo, el gato metafísico de Borges que se contempla en la luna del espejo sin comprender el misterio de los arquetipos y del tiempo, hasta el gato condenado de Raúl Zurita que deja escapar sus siete vidas entre maullidos de amor, hay gatos en esta antología de todos los pelajes y colores, nacidos de las fantasías y los sueños: gatos verdes, azules o lila, albarrazados de luna o negros de pesadilla que duermen sobre nuestro pecho o visitan planetas como en uno de los poemas de José Acosta que da inicio a este florilegio.
Gatos de color tordo, obsidiana o mimetizados con la sombra, como aquel que orquestó los delirios del huérfano de Baltimore, gatos denicianos, de orejas cónicas que se han vuelto escépticos a fuerza de escucharlo todo, gatos que comen mariposas o se alimentan de moras, gatos que se deslizan por el sueño con la desenvoltura de un gnomo, que se agazapan entre la maleza de jardines malolientes o saltan y acezan chillando sobre el lomo de sus gatas, ardientes fierecillas de deseo que en los versos de López Degregori se convierten en un pequeño animal de alivio y en los de Eduardo Lizalde en una mujer de terciopelo oscuro, misteriosa, negra y seductora como la poesía, como los gatos de Joaquín Giannuzzi que esta noche buscan su lugar en el cosmos y en el corazón de los lectores.
Jorge Luis Borges
Beppo
El gato blanco y célibe se mira
en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura
y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa, son su propia imagen.
¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?
Me digo que esos gatos armoniosos,
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede al tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Ennéadas
¿De qué Adán anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?
Gonzalo Rojas
Gato negro a la vista
Gato, peligro
de muerte, perversión
de la siempreviva, gato bajando
por lo áspero, gato de bruces
por lo pedregoso en
ángulo recto, sangrientas
las úngulas, gato gramófono
en el remolino de lo áfono, gato en picada
de bombardero, gato payaso
sin alambre en lo estruendoso
del Trópico, arcángel
negro y torrencial de los egipcios, gato
sin parar, gato y más gato
correveidile por los peñascos, gato luz,
gato obsidiana, gato mariposa,
gato carácter, gato para caer
guardabajo, peligro.
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* Gatimonio: poemas de gatos de autores hispanoamericanos, Sergio Laignelet (ed. y prólogo), Madrid, Lebas, 2013.