Revista Latinoemerica de Poesía

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48. Antonio Porchia



 

Nota y selección de Henry Alexander Gómez

Un agujereo especial respira en la poesía argentina, un lugar para que el poema piense, reflexione, llegue hasta final de las cosas para que destelle un nuevo nacimiento. En este pozo de luz encontramos la obra Antonio Porchia (Calabria, Italia 1885 – Buenos Aires, 1968); pocas poéticas logran la precisión y hondura con la que este autor celebra y rectifica la vida. Sus “Voces” van por el aire sembrando un breve e instantáneo tejido de palabras que se graban para siempre en la memoria de quien las lee.

Decir sin decir, contener el mundo sin asirlo, escribir por detrás de la palabra, esas son las premisas de la poesía epigramática que nos ha dejado Porchia, la humildad y la conciencia de quien ha sabido, sin proponérselo, ser uno y todos.

Presentamos una pequeña selección de su libro “Voces” (1943-1968):

 

 


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Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto.

 


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Éramos yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo. Uno de los dos faltaba

 


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Cuando me hiciste otro, te dejé conmigo.

 


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Antes de recorrer mi camino yo era mi camino.

 


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Y si llegaras a hombre, ¿a qué más podrías llegar?

 


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Tú crees que me matas. Yo creo que te suicidas.

 

 

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Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo.

 


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En plena luz no somos ni una sombra.

 


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En el último instante, toda mi vida durará un instante.

 


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Cuando yo muera, no me veré morir, por primera vez.

 


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Las cadenas que más nos encadenan son las cadenas que hemos roto.

 


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Nadie es luz de sí mismo: ni el sol.

 


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Y si respiras en el hombre, en el pequeñísimo hombre, todo,
¿cómo no te ahogas?

 


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Todos pueden matarme, pero no todos pueden herirme.

 


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A veces creo que el mal lo es todo y que el bien es sólo un bello deseo del mal

 


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A veces hallo tan grande a la miseria que temo necesitar de ella.

 


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"Cuando digo lo que digo, es porque me ha vencido lo que digo".

 


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A veces necesito la luz de un fósforo para alumbrar las estrellas.

 


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Durmiendo sueño lo que despierto sueño. Y mi soñar es continuo.

 


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Quien hace un paraíso de su pan, de su hambre hace un infierno.

 


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Casi siempre es el miedo de ser nosotros lo que nos lleva delante del espejo.

 


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Comencé mi comedia siendo yo su único actor y la termino siendo yo su único espectador.

 


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No ves el río de llanto porque le falta una lágrima tuya.

 


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Todo lo que cambia, donde cambia, deja detrás de sí un abismo¨

 


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El mal que no he hecho, ¡cuánto mal ha hecho!

 


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El hombre no va a ninguna parte. Todo viene al hombre, como el mañana.

 


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El amor nace de dos amores y muere en uno.

 


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El hombre, cuando es solamente lo que parece ser el hombre, casi no es nada.

 


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Una flor en la mano muere, apagando una estrella.

 


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A veces de noche, enciendo la luz para no ver mi propia oscuridad.

 


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Mi padre, al irse, regaló medio siglo a mi niñez.

 


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La verdad tiene muy pocos amigos y los muy pocos amigos que tiene son suicidas.

 


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Trátame como debes tratarme, no como merezco ser tratado.

 


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Mi pobreza no es total: falto yo.

 

 

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Vengo de morirme, no de haber nacido. De haber nacido me voy.

 


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Si yo fuese como una roca y no como una nube, mi pensar, que es como el viento, me abandonaría.

 


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Casi no he tocado el barro y soy de barro.

 


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Cuando tu dolor es un poco mayor que mi dolor, me siento un poco cruel.

 


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Una cosa, hasta no ser toda, es ruido, y toda, es silencio.

 


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Mi pesadez viene de los precipicios.

 


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Habla con su propia palabra sólo la herida.

 


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No, no entro. Porque si entro no hay nadie.

 


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Sí, son millones de estrellas. Y millones de estrellas son dos ojos que las miran.

 


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Más llanto que llorar es ver llorar.

 


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El hombre es aire en el aire y para ser un punto en el aire necesita caer.

 


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Quien no llena su mundo de fantasmas, se queda solo.

 


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Dios mío, casi no he creído nunca en ti, pero siempre te he amado.

 

 

Antonio Porchia (1886-1968). Nacido en Italia en 1886. Residió en Argentina desde su juventud y murió ahí en 1968. Al principio de la década de los cuarenta del siglo pasado publicó Voces, en edición de autor. Ya en 1949 Roger Caillois tradujo este libro al francés, y fue publicado por la editorial francesa Fayard en versión completa. En Bélgica, en 1962, Fernand Verhesen incluyó a Porchia en una selección de autores argentinos que tradujo al francés con el título de Poésie vivante en Argentine. Asimismo en Estados Unidos, E. S. Merwin tradujo y publicó en 1969 una selección de poemas intitulada VOICES. En el prólogo que encabeza su libro, refiriéndose a algunos aforismos de Porchia dice que tienen estrechas afinidades con frases de las escrituras budistas y taoístas, mientras que otros no solo recuerdan a Kafka sino también a Litchtenber y a Blake. Por último, en su libro Entretiens 1918-1952, André Breton declara: "Debo decir que el pensamiento más dúctil de expresión española es, para mí, el de Antonio Porchia, argentino." La principal característica de sus aforismos es la crítica despiadada, irónica y autoparódica.

 

 



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