Irina Henríquez
“Irina mira. Irina observa. Nada escapa a sus ojos, aunque la noche irremediable se empeñe en cubrirlos, aunque la hora de la oscuridad sea larga y haya un momento en el que parezca que no volverá a existir la luz. Espera. Y llega, en medio de la penumbra, la luna, con su “eterna mirada”; la noche vuelve a ser antigua y arcana, y brillan los destellos lúcidos del poema, de la palabra, de las visiones. La poeta conjura el miedo y los malos sueños, ahuyenta a base de palabras marcadas a los demonios, se enfrenta a ellos aun a riesgo de caer…”
Josefa Parra
Sólo un destino poseo.
-y la certeza
de que resbala de mis manos
y será absurdo reclamarlo-
Sólo una contracción espiritual
ante este espejo que nada dice.
-Como la certidumbre
de que la araña existe
a pesar de su belleza inútil-
Estas manos de líneas precursoras,
estos ojos temerosos de la noche
y unas cuantas vidas aplazadas
tan sólo poseo.
A Lucía Estrada
La negación de la locura
Cae sin tregua la lluvia.
Una lluvia áspera de invierno del Trópico.
Burbujas aparentemente inútiles se mojan en la intemperie.
Dentro de una estoy yo,
seca de agua empapándome de miedo.
Alrededor de esta burbuja,
los sueños del pasado reanudan la noticia
de mi lucidez temprana:
ratas del bosque
puerco espinos de agua
aves monstruosas regresan a roer la piedra del destino
que he escogido para esta vida.
Entonces de regreso a mis visiones
me doy cuenta de que este bosque
por el cual he transitado tiene orejas y ojos
que lanzan miradas de hambre sobre mí
y a través de la burbuja
un sapo me es arrojado al pecho desnudo
para que el grito condensado de todas las noches anteriores
me despierte
seca de lluvia
ahogada en un poema.
A riesgo de caer
“Yo estoy vigilante para hablar de lo que veo
a través de la ventana”
Orietta Lozano
Se han agolpado todas las aves
en el verde manto de la tierra que atisbo por la ventana.
He confundido a peces voladores y golondrinas,
y desde que las aguas visten el color del pasto
me es imposible diferenciar tierra y lago
si sobre ambos piedras y nenúfares arden como la flor del día.
Comprobarán mis pies que la tierra es tierra
y que el agua es agua,
porque de ambas ascienden árboles inmensos sin procurarme sombra.
O seré ave a riesgo de caer.
O seré mujer a riesgo de volar
de flotar
de caminar sobre las aguas
o morir ahogada.
Entonces arderá en mí lo vegetal y desestabilizará el color de la materia.
Porque preciso locamente
palpar la savia de los bosques y los campos
olvidar la ventana y hundirme para siempre
bajo el verde manto de estas aguas.
“Agua, agua por todas partes,
/y no hay una sola gota para beber.”
Samuel Taylor Coleridge
Para beber no.
Sólo para ahogarnos brinda su cauce el río.
Para ver morir la tarde inundada de pájaros heridos que se llevan las aguas.
Pero he de morirme de sed,
no de arrojada a las aguas.
Pero he de morirme ahogada,
no de reseca la garganta.
Partiré para inclinarme ante otros ríos,
los de palabras, los de silencios.
Partiré al filo de la tarde con el corazón en mano
porque en mi espalda ya no caben más miradas opresoras,
porque mis ojos vuelan lejos de este cuerpo
en busca de las olas verdes de los días
y de las olas negras de otros ojos.
Para beber no.
Sólo para ahogarnos en su cauce el río se desborda.
Aguardaré a que sobrepase mis fronteras
Me invada.
Me consuma.
Hallazgo
Es obsesiva mi forma de esperar a que algo ocurra. A que salte sobre mí la fiera que se esconde tras la maleza de los acontecimientos del día. Pero no espero por más de unos segundos: yo deseo que me hallen mientras busco o mientras celebro un hallazgo equivocado.
Y la mejor forma de encontrar es estando inmóvil mientras todo rota o tañen las campanas: el mundo es entonces todas las cosas que antes o después se camuflan bajo la apariencia de lo cotidiano. Yo deseo la marea de imágenes que quedan tras cada movimiento en las más finas mallas del aire. Deseo poseer aquello que miras sin saber, todas las cosas que en el nombre del azar han sigo consignadas en la nada del abandono. Porque no te diste cuenta, porque el gavilán es dueño de su queja pero desconoce que a mí ha llegado, porque está en el mundo y es mi hallazgo.
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Irina Henríquez
San Juan Nepomuceno (Colombia), 1988. Dirige el Taller Literario “Manuel Zapata Olivella” de la Universidad de Córdoba, Montería (miembro de Red Escritura Creativa- RELATA). Ha publicado A Riesgo de Caer –poesía- (Ediciones Corazón de Mango, 2012). Sus poemas han sido publicados en periódicos, revistas y antologías. Es coordinadora del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de Cereté.