69. Mario Pera
Con gran madurez, y un conocimiento profundo de la tradición occidental, Mario Pera (Lima, 1981) va erigiendo una poética única que explora, a partir de diversos temas, los disímiles caminos en los que se manifiesta, y a veces se cuestiona, la condición humana. Un “ruido blanco” para sintonizar y desentrañar.
Sus poemas los precede un tono existencial en el que se recrean cuadros de gran imaginación, cubiertos por un bello velo oscuro, al tiempo que conversa y factura diferentes poéticas o elementos de la simbología cristiana.
La Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida publica una selección de sus dos libros: Preparaciones anatómicas (2009) y Ruido Blanco (2011), este último, ganador del Premio Ilustre Municipalidad de Cuenca-Ecuador 2013.
De Preparaciones anatómicas (2009)
AUTO DE FE
Qué soy que no puedo
separarme de mis huellas
ni despojarme de mi piel
para empezar a vivir en carne viva
este abismo que crece tan ciego
raíz de un arbusto
que se entierra en su muerte
sin saber que fluye
por los otros caminos del planeta
hundiendo su tiempo
en el tiempo de lo divino.
Extraño la vida.
El Pensativo dirá que me escondo tras la sombra
de un caracol hambriento
o tras el andamio ampliamente cansado
que mantiene en pie mi cuerpo
y avanza hacia atrás
con el corazón infartado de dolor, pero
toda flama arde por mi fuego
por mi ausencia
y besa conmigo este mundo
que ha nombrado con horror
¡mujeres de alegría tan distinta!
Como aquella que terminó por parirme
sin aceptar el consejo de su propia voz.
RAISON D’ÊTRE
Si es la esquina
donde duerme el sauce escindido
o el ángulo herrumbroso donde sueña la Muerte
dime, entonces, quién canta allá afuera
y obra su muerte a cincel.
Proyección orwelliana:
un perro negro se acerca al sepulcro
un hilo desciende de su boca
y lanza una amenaza:
fulano de tal murió
por ser incapaz de vivir una vida común
(de rutina)
y porque no le impidieron vivir.
Desterrada silba una canción de cuna
en tono maternal
cadencia en que la Muerte nos cobija
como una garza dentro de sus alas
eternamente hambrienta
mientras
el perro negro balancea su sombra
sobre la tierra del sepulcro
que como última ofensa
termina por cubrir la semilla.
EL FAQĪR (ESCAPE FINAL DE BENARÉS)
Te he seguido, muerte,
con el galope del viento,
he expelido de mi cuerpo
cada hálito de vida
a través de los poros forjados en mi carne
tras largos días recostado
sobre una cama de clavos.
Te he seguido, muerte,
conjurando el dolor y
abandonando mi cuerpo
muy lejos de donde nací,
en un viejo acuario
de aguas espejadas y
peces de cristal.
(Constanza)
ORACIÓN DEL CLOCHARD MORIBUNDO
Tres manchas de mierda
develan mi rostro mejor que cualquier fotografía
al menos ese soy yo, digo
un adorador egocéntrico
la lepra en el culo de mi familia
el rosario de mi madre
que arde bajo mi almohada
y todas las cruces
resbalan de mi cogote desorientadas
mientras oigo caer sus oraciones en saco roto
y en mi sueño más calmo
veo que Lima arde, mi familia arde
este poema entre tus manos
arde
mis huesos se ampollan
y mi sangre adelgaza hasta convertirse
en cuerdas muy delgadas que me ahorcan.
Siempre fui un mal hijo
soy agnóstico y me masturbo, pero
mi sangre jamás nutrió
el ideal de otro cuerpo.
Un buitre viejo me observa
y canta un estribillo alegre
donde se yergue el árbol de Judas
yo también soy un traidor, respondo
vendí mi nombre y mi voz
la enclaustré eternamente
en el llanto de mi madre.
Por primera vez
suda frente a la Cruz
un hombre que ya ha muerto.
MUJERES Y ANIMALES SE OBSERVAN
Pietka, la madre, ingresa al dormitorio.
Su hija lleva días observando,
a través de la ventana,
al viejo gallinazo.
De los brazos de la niña se escurre
una desgastada materia, y se forma
un río ahogado en una entrecortada respiración.
La hija se desvanece,
y flotando lentamente, sin obstáculo,
aterriza envuelta en su último aliento.
Pietka rompe en gritos,
sus anillos caen y crepitan
y el viejo gallinazo huye espantado.
El animal incólume, vuelve a posarse frente a la ventana.
La madre, con la lengua hecha flamas,
acude dubitativa a ver al ave.
Dos plumas rojas
son el centro de su pecho.
La hija despierta agobiada por una llovizna
que incesante ingresa a la estancia por la ventana;
muy tarde,
aprecian que el nuevo día no trae sol; el dormitorio, a los ojos del animal,
se presenta como una inmensa jaula de fuego.
Madre e hija llevan días observando,
a través de la ventana,
al viejo gallinazo.
De Ruido Blanco (2011)
BRECHT ENTRE CLAVELLINAS
I
Sentado y con las manos sucias
pensó que era un viejo estúpido
una más de aquellas losas de mármol de la plaza
que pudieron ser talladas con mejor arte para lograr un David
una Venus
u otra diosa de senos sutiles
y nalgas abultadas
pero en algún momento su destino sufrió un desvío
su divinidad tropezó en el pico del cincel
y con cada crujido su piel fue burilada
como un tótem incapaz de profanar su propio culto.
Aquel revés se hizo indeleble
y con el paso del tiempo tuvo que conformarse con ser
un bloque más de la plazuela o
el ignorado detalle
donde cagan las palomas.
II
Sentado
observó el asfixiar del día en el ocaso
y deseó guardar sus dudas
en la felicidad de otros
en la ruma de palabras que año a año
nombró como algo importante, casi urgente
el eterno espiral de preguntas
que talló en la memoria de su boca
la matutina barbarie de una frase:
Tú que me diste la palabra
ahora solo estorbas mi lengua
cada vez que la invocas.
AUSENCIA DE OTOÑO
/giro del destino/
Mi madre no se llama María
no es virgen, ni hubiese permitido que me flagelaran
tolerándolo en sosiego.
Pero
como María
se adhirió a mi flanco con un lirio entre sus labios
y dijo:
Tú eres El Profeta.
El Profeta de la orfandad.
Mi sangre dejó de dar vida
se hizo un río de muerte que corona el Gólgota
tierra donde Adán permanece
entronizado en su vergüenza.
Se extravían mis pasos
por cuarenta noches
y otros tantos días
pues fue crítica la memoria del Levante
una épica justa de orfandad
librada sobre mis huesos de serpiente
que penden como candelabros
de la higuera donde incógnito
el dedo del limbo muerde la rueca.
Relincho mordiendo las faldas de mi madre
guardo en mi sangre
la sombra de un destino ulcerado
y solo puedo susurrar
la merma de mi odio:
tú no cambias.
Eres oscura.
RUIDO BLANCO
I
Es la misma locura
el dedo del tiempo que raspa la pólvora de la memoria
las cifras y el curso de los meses
en la cabeza de mi padre.
Cantos de imperfección
es el despertar de Los Malditos;
Los Malditos que el tiempo arrolla
cuando se apagan los faroles
la escolástica muere y el olor del whisky
se enrama en la bravura de las lenguas
desgarrando
la pálida palabra de sus labios.
Blanca locura
locura de espanto tejida sobre mi frente
que esparce el arsénico
la prosa perversa
sobre el maldito trabajo de escribir.
II
Locura sombría
aciago devenir de la memoria
¿seré capaz de vencerte?
Despierta con este fuego inmenso
que herra la ciudad a mi cuerpo.
Esta ciduad que recoge de ti la luz y se trenza
con el aire y la neblina del invierno
questa città che rimare ferma
y sus palabras hieren como esquirlas
que lamen las sienes
el revés de la cordura
al arrebato del miedo que por fin
salta la barca.
Mis pasos olvidan el abismo
se acomoda en mi frente un designio
que me engulle a dentelladas
el tiempo no es más que la estúpida invención
de un cráneo vacío
que vuelve inútil comprender el deleite
con el que mis ojeras carcomen
los atardeceres
III
¿Qué esconde su rostro en el rostro de otros
para no ser descubierto?
Taimado incluso luego de mostrarse
ingresó violento en su pecho
el coro de los ataúdes vacíos
pendiendo de la tierra
como grilletes de un cuello escuálido.
Así cabalgan Los Malditos
izándose sobre la muerte y la sombra
de sus funerales;
así cabalgan
devotamente uno tras otro
apretando el carbón de la locura
contra su alma
apretándolo hasta hundir en su cuerpo
la Armonía que nunca pudo saborear
el pálpito de su boca.
OTEANDO EL EDÉN
(visiones de Maïacovski)
O tú o cualquier otro
colgará una cruz negra
y el himno de la rabia
sobre el sudor de los huesos
que crujen desde la estepa
hasta La Mancha
retorciendo un mundo adormecido
por el hambre y la furia que truena
entre las razas nómades
arrojadas a las faldas de la culpa
con un pregón marchito
cosido al paladar.
O tú o cualquier otro
construirá un altar retorcido
famélico
montado en los talones de un reino antiguo
jaula de cazador y trofeo
con el único ánimo de reconocer
que es sobre los huesos del fracaso
desde donde habrán de levantarse
las edades de la nueva Historia
y la lengua áspera del futuro.
Mientras una cruz negra sonría
será clavada
en la espalda desnuda
de nuestros hijos.
TARDE, LA APOCALÍPTICA VERDAD
Tú, corpus inmortalis
absorbes la ceguera de la noche
mientras la ciudad se arrastra
curvada por la sombra de la Luna.
El séptimo sello te ha descrito:
Remordimiento de Ojos Punzantes.
Te ha descrito:
Invierno de Espinas Congeladas.
Y entiendes la confusión de tu nombre
en tu mirada arde
el silencio inacabable de mi cuerpo.
Tú, materia inmortal
adornas tu piel con sudores de miedo ajeno
y hojas cubiertas de ceniza
tus manos alumbran la señal
del repicar malforme de mis latidos.
Invade mi alma el olor de tu cuerpo
aun en la ausencia de tu nombre
aun en el cálido vacío que habita
la sombra de mi hijo
mil veces maldito por ti.
Desdichada ave de pico helado
y alas insomnes
escupe mi esperanza en añicos
desgarra por fin
mi alma en el patíbulo.
Mario Pera (Lima, 1981). Escritor, diseñador gráfico y abogado. Ha publicado en poesía: Preparaciones anatómicas (2009) y Ruido Blanco (2011) ganador del Premio Ilustre Municipalidad de Cuenca-Ecuador 2013 y, en ensayo: Fare l’America or learn to live in it? Italian immigration in Peru (2012). Ha sido editor del sello Magreb y editor de los e-books: Mirando sobre el heno. Muestra de poesía peruana reciente (2014), Jorge Eduardo Eielson. Homenaje 90 años (1924-2014) (2014), Sebastián Salazar Bondy. Homenaje 90 años (1924-2014) (2014) y El hilo dorado. Muestra de poesía argentina reciente (2015). Actualmente dirige la web literaria: www.vallejoandcompany.com y el blog: www. ruidoblancopoesia.lamula.pe