14. Gonzalo Márquez Cristo
Nota y selección de Henry Alexander Gómez
En los poemas de Gonzalo Márquez Cristo (Bogotá, 1963), hay una pregunta latente por el peso del ser y su materia, un maravilloso lenguaje que se cuestiona sí mismo. Dentro de una poética donde prevalece la imagen, preexiste un enigma que siempre nos golpea por su belleza. Su poesía es oscura y metafísica; también hallamos una alianza con una luz.
Cabalga la poesía en medio de sentencias y aforismos que nos irrumpen con la lucidez de la sombra y con presencias inmutables. En sus versos descubrimos una llama que dosifica la existencia y la palabra.
En exclusiva para la revista La Raíz Invertida, publicamos cinco poemas deLa morada fugitiva, el más reciente libro del poeta Gonzalo Márquez Cristo.
NADIE TIENE NOMBRE EN EL ORIGEN
Supe que la luz es la muerte
Que el miedo me inventa
Que todo misterio agoniza.
Que siempre miente lo real.
Esta noche la lluvia escribe en mis manos
Y sólo prevalece lo frágil.
Me enfrento al linaje del agua
Desafío mi sed
Soy un emisario del abismo.
En la oscuridad el viento me llama:
¿Pero quién tiene nombre en el origen?
Supe que la palabra de los simuladores
Nunca será desierto
Y que la primavera es una traición.
El fin es la única ilusión que me resta.
¿Hace cuánto me convertí en pregunta?
ARS MUTANDI
Amanece:
Las palabras se vuelven transparentes
Al salir veo cómo se abre el silencio.
Hay un idioma que sólo hablan
Quienes acaban de nacer.
Ya comienza el destierro del día.
El rocío me visita
Y la montaña renuncia a sus límites.
Mis manos son raíces nómadas.
¿Soy yo? ¿O es el cuerpo lo real?
El aroma despliega su crimen...
La rosa terminará por abolir sus espinas
Pero será mayor su peligro.
El camino ha sido mutilado...
¿Desde cuándo leo el libro del fuego?
Ahora que el tiempo me persigue
Conozco el lugar donde la muerte reverdece
Y es allí donde comienza mi voz.
LA EDAD DEL GRITO
¿Quién sobrevive a su infancia?
Creí en la memoria
Hasta que fui ultrajado por la vigilia.
Tiempo, alfarero de grietas.
Vine para hablar en medio de la tempestad,
Llegué con mi herencia de sombras
Indeciso entre el poema y el grito
Entre el fuego y el azul...
Hoy vivo el exilio del pasado
Y el infortunio del amanecer.
Toda escritura
Es obra de muertos.
CARTA A LUA RALIP
Ciego no es el prófugo de los colores
Sino de las tinieblas.
Sordo no es quien ha perdido los sonidos
Sino el silencio.
Agéusico no es quien carece de gusto
Sino aquel que extravió el sabor del agua.
Mudo no es el escindido de su voz
Sino del susurro.
Anósmico no es el despojado del olfato
Sino del aroma de la lluvia.
Solo no es quien ha perdido el amor
Sino la muerte.
CANCIÓN DE LOS QUE PERMANECEN
Me opongo al trabajo de la aurora:
Mi herencia fue puesta en el viento.
Era el nombre lo que nos protegía de la muerte...
Muchos emprendimos una arqueología del dolor:
Han pactado extraviar nuestra memoria
Incendiar nuestra mirada.
Desde entonces, amor mío, la vida es nuestra rabia.
El desierto ha llegado hasta mi lecho.
Un mapa invisible lacera mis manos
Un clamor subterráneo impugna mi voz
Un diluvio de agujas persigue mi rostro,
Palestina.
Gonzalo Márquez Cristo. Poeta, narrador, ensayista y editor. Nació en Bogotá, Colombia, en 1963. Autor de los poemarios: Apocalipsis de la rosa (1988), La palabra liberada (2001), Oscuro Nacimiento (Mención concurso nacional José Manuel Arango, 2005) y La morada fugitiva (2014); la novela Ritual de títeres (ganadora de Beca Colcultura, 1992); El Tempestario y otros relatos (1998) y Grandes entrevistas de Común Presencia (Premio Literaturas del Bicentenario, 2010, del Ministerio de Cultura).
En 1989 participó en la fundación de la revista Común Presencia (reconocida con Beca Colcultura a mejor publicación cultural del país, 1992), de la cual es su director. Es creador y coordinador de la colección de literatura Los Conjurados. Es Fundador y director del semanario virtual Con-Fabulación. Varios de sus poemas y relatos han sido traducidos al inglés, alemán, francés, árabe, italiano, portugués, gallego, japonés y braille; y figuran en 35 antologías. Obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Maurice Blanchot (2007) con su trabajo «La Pregunta del Origen».