65. Enrique Winter
Selección y nota por Carolina Dávila
Enrique Winter (Chile, 1982), es el autor de una obra poética que, a través de cuatro libros publicados, ha adquirido un cuerpo a la vez sólido y fluido. En la elocuencia verbal y la exploración de las formas clásicas, de Atar las naves (Ediciones del Temple, 2003) ya encontramos indicios de sus preocupaciones en torno a la ductilidad del lenguaje, de las libertades y contenciones que se desarrollarán en sus libros posteriores. Dueño de unos cuestionamientos que abarcan un amplio espectro temático y formal, se mueve entre diferentes registros como quien cambia, con solvencia y manos ágiles, los lentes de su cámara según las exigencias del paisaje y su propia intención con la fotografía. Así, su obra invita a múltiples aproximaciones.
La selección de poemas que se presenta a continuación, es un acercamiento parcial, a partir de un lente, un enfoque que privilegia un pequeño ecosistema dentro del universo de su poesía. Dicha selección está conformada por ocho poemas que se intersectan, ya sea desde las propuestas estilísticas, la exploración de cierta plasticidad del lenguaje, el diálogo con disciplinas como la escultura o la pintura, o la estructuración del texto a partir de la acumulación de imágenes que adquieren sentido en tanto amalgama. Poemas a los que también podemos acercarnos en búsqueda de una experiencia sensorial, versos para leer con los ojos, los oídos, en fin, con todos los sentidos muy despiertos.
De Atar las naves
Exordio a soltar la cuerda
(Tendencia a la afonía)
Y a estos ojos blancos, a echar la puerta abajo
a camionazos del Goliat.
A cincelar en la garganta bordes
del pasillo de rugby. Padre envuelto en banderas.
Dolor de cuello. Afuera la lengua y balbuceos,
gringo proleta o vieja solterona
limando sus perfectos muebles. Flaco,
tendencia a la afonía y al bostezo.
A inflamar estas naves, las amígdalas
y las palabras graves. Modulación en falta.
Tendencia al yeso y a perder papeles,
Al mal riego sanguíneo. A caerse en canales.
Perdimos nuestras fichas de ludo. Se atoraron
con dulces nuestras cuerdas. Y para este jueguito
del amor, nudos en la tráquea.
***
Corazón de paloma
Come cerezas sobre un plato blanco.
El roce del colmillo y la caroza
corta el aire
como si en sutileza
ella pinchara un globo
terráqueo que palpita.
***
De Rascacielos
Las patas de los pájaros
Calientes como el universo antes de armar galaxias
y comprimidos como ese universo, un saco de dormir en la mochila
a punto de estallar
como quien pinta el altiplano mirando al sol de frente
o quien decide mientras corre buscar su muerte en otro sitio,
jugamos a engañarnos
alzando el velo de otras novias como neblina que al volcán levanta;
la bufanda es el yugo que ha tejido la sobra de cariño y de minutos,
el vapor que madruga en las colinas.
Y recorremos los destrozos, así pisando lava
donde la noche es nuestra lengua y es nuestros dedos,
todo lo que se escapa de nosotros;
el sudor y las lágrimas, el semen
en las piernas delgadas y sin garbo
de flamencos rosados en la altura, picoteando los restos,
doblando el cuello hacia nuestra espalda,
rascándonos la tarde con las uñas de pájaras tan nuevas
como lagos congelados
apareciendo allí donde aleteábamos las aguas.
***
Las humitas
A la naturaleza le recortaron presupuesto.
Con espejos tendrá que simular una amplitud de restoranes chinos
y toca lo terrible. Verse el lomo encorvado,
preso de nucas que parecen caras.
No se requiere más que el dorso y el reverso
del delantal que ensucio cuando limpio esos vidrios.
Falta un cristal de suelo para hacer del motel la nuez
en que no cabe más que uno. Me acuesto solo y enemigo,
colección de muñecas rusas
o figuras que trazo cuando uso el teléfono.
El comercial de un detergente de los años ochenta
con espanto reitera todo hacia lo pequeño.
Bastan los moldes. Hasta el estallido,
te digo ruinas del temblor que nos dimos anoche,
es copia de una copia: patear mundos de cuero al sol del poste
y transformarlo en agujero negro.
Del agujero negro al sol, del mundo hacia la pierna
y la madre que la crió. A manera de niño rico,
en quien la luz se refracta,
el universo es finito
y enrosca sobre sí mismo.
***
De Guía de despacho
Emplazamiento
Un pueblo flanqueado a la diestra
por la usina (materia prima:
los maderos como leña (el interior, bosque))
y a la siniestra por la ballenera
(materia prima: el cetáceo como aceite
(el exterior, mar)).
No se produce acero, no se faenan ballenas.
Apenas queda el bosque. No.
El mar.
***
Escultura
Esto
como una reproducción a escala
del hielo
que remite al dibujo oficial de un copo de nieve.
La simetría de unas líneas que no están en la nieve:
que sean clavos grandes. Que entre ellos haya plumas blancas.
Que al hacerse más grandes
den cuenta de lo que significa hacerse grande: f r a g i l i d a d .
Lo que hace a las líneas entrecruzadas decir-nieve.
Cuántas líneas sobre un papel se necesitan para verla,
alguien se pregunta al mirar que nieva tras la ventana.
Luego pasa la vista sobre el dibujo en dirección al que hizo antes
de un animal
¿Qué ve la niña de un año en el trazo,
que dice -miau- cuando lo apunta?
¿Cuándo comienza
a ser un gato ese dibujo?
Deja las dos dimensiones del dibujo y vuelve a las tres
dimensiones de la tarde,
de la reproducción a escala del hielo.
Una escultura.
Una escultura hacía perpetuo lo fugaz.
Pero si a una escultura le crece algo en la mejilla
pasto por ejemplo, hace fugaz lo perpetuo del hierro.
Hacer fugaz lo perpetuo, un bien de consumo
que antes duraba para siempre:
radio, mesa, casa. El sobreconsumo afecta la escultura.
Lo perpetuo
y su defensa
contra el consumo y sus dueños.
La perpetuidad es revolucionaria.
La perpetuidad es f r á g i l .
Como el hielo
cuando es representado en la escultura.
***
De Lengua de señas
AQUÍ SE ESCULPE CON LOS OJOS OÍDOS
ojalá las imágenes se basten a sí mismas
pero lo que dicen es y debe ser
otra cosa
del dueño amando hasta el olor de los billetes
se los refriega por la trompa y los párpados como un artista las teorías
en boga nada malo si mantuviera los ojos semiabiertos y la nariz
parcialmente despejada
como este día en el puerto un buque
de carga se agranda conforme pierde definición la tarde
y trae a dos mil asilados
esto se trata de dos amigos que conversan de otra cosa
mientras gozan las imágenes que trafican láminas del álbum
de fútbol o monitos que incluyen la faltante para completarlo
fotos del fin de semana en la playa de un cumpleaños familiar
si no olvidable de exnovias que renuevan su ricura
desde el paso del tiempo y bajo el humo del asado o del cigarro
del catálogo de autos que jamás podrán comprar de pin ups
u otras bagatelas del recuerdo
y el recuerdo puede ser instantáneo
esto también puede tratarse de una madre y un hijo
o uno solo de los amigos conversándose en voz baja
mientras las imágenes se le traspapelan echado en y de un hotel
de la ciudad donde vivió toda su vida
***
el agua que se evaporó de alguien como tú nadando en el lago
cayó en la lluvia de otra como tú cubriéndose con los dedos o
no al lavárselos en la tina mientras espero a que salgas a tocarme
ESPERO Y LUEGO ESPERO USAR TUS PIERNAS COMO BUFANDA
en un invierno que no pasó por aquí como un censista perdido
tocando la puerta para consultar quién eres
porque tendrías mucho
más que preguntarle de vuelta como lo haces conmigo ahora
que tus piernas desato por el calor y tendidos miramos al techo
con ambas piedras
ya quebraron las lagunas por arriba del arrebol
de los pómulos te acuerdas cuando miras los techos
los ojos
napas subterráneas no estrellas constancia de que todo es agua
confesarlo ahora da lo mismo quisiera ver de nuevo tu cuerpo
porque las piedrecitas playeras contienen los tonos de tu espalda
y temo equivocarme
aquí y ahora beberías mis cenizas si las tuvieras a mano yo igual
cualquiera de los dos pudo ser el que recién murió en el metro y
nos sacó a la lluvia y no te moja y no llueve
una niebla sobre las
piedras que también son una niebla si es que algo son y siempre
re
dond
as
como los pomos y tus dedos girándolos y tu manera de moverte
rumbo al mismo baño donde te esperaba adonde llegamos por no
morir en el metro las hojas de tu piélago nadan entre los peces
del museo para el que nos vestimos si visitamos los mares que
pintaron las vanguardias los descubrimos realistas y el fin de los
amores acuarelas las sillas se salen del muro
la negra electricidad
del mar bosque al revés y de piedra yo no estoy aquí ni aquí
pensé que estabas en los cuerpos traslúcidos del bote quizás en los
colores del mar en el abdomen por los ojos gaviotas
el agua guarece
encapsula el cáncer que es pensar en uno mismo con los párpados
poros alumbrados por la luna y el sudor del taxi
si no remamos un
bote nocturno redes de pesca al fondo chimeneas chocan el cielo
campanas de nubes el agua calma apenas cortada por el bote como
un dedo peinando el mechón que ha caído sobre tu frente un
retrato cuyo fondo fueran puros dedos y tu pelo mojara los dedos
***
Enrique Winter
(Santiago de Chile, 1982) ha publicado en diez países los poemarios Atar las naves, Rascacielos (traducido como Skyscrapers), Guía de despacho y Lengua de señas (como Sign Tongue), y el disco Agua en polvo, reunidos en Primer movimiento, Código civil, De ruidos para construcción y orquesta, Nunca aprendimos a saltar la cuerda, Puste spacje, Suns y Oben das Meer unten der Himmel, además de la novela Las bolsas de basura. Traductor de antologías de Charles Bernstein y Philip Larkin, ha recibido los premios Víctor Jara, Nacional de Poesía y Cuento Joven, Nacional Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie Chapbook-in-Translation, entre otros. Fue editor de Ediciones del Temple y abogado. Magíster en Escritura Creativa por NYU, coordina el diplomado de la PUCV y es escritor residente de la Sylt Foundation, de la Künstlerhäuser Worpswede y de la Universidad de los Andes, en Bogotá.