177. Carlos Almeyda
Compartimos un conjunto de poemas de Carlos Almeyda, Editor, docente y comentarista de libros. Puede leerse su blog sobre libros, “Dirección única”, en la versión web del diario El Espectador. Es Artista Formador de IDARTES. Estos poemas hacen parte de su libro de próxima aparición Una jaula va en busca de un pájaro.
BREVE RELATO SIN AIRE
yo creo que la palabra amor se parece más a un mapamundi que a un globo terráqueo. En ella el agua se desborda. Los barcos evaden el horizonte y nadie viaja hacia sus orillas, el sol abre sus fauces –como bostezando desde el fuego de su vientre– mientras bebe grandes bocanadas de olas y relámpagos.
Yo creo que el amor tampoco es perfectamente redondo como se creía de la tierra, las mareas de sus aguas ondean revolviéndole el estómago y cada cierto tiempo vomita sus entrañas llenas de peces muertos y animales monstruosos, calamares totalmente ciegos que tantean con sus tentáculos mientras escarban la tierra. El amor es entonces como un ánfora de aquellas que se llenaban en las palanganas nórdicas. Cae la oscura noche mientras el toque de queda anuncia algún secreto mal y las matronas corren a casa para adorar al diablo. La niña de todos los cuentos ha ido a abrazar la muerte entre las algas marinas.
Es gracioso este mapamundi-amor. Todo en él parece sacado de una historia vikinga donde alguien de repente atrapa a una dama y la lleva a rastras como mercancía o la roba de un barco aún en altamar bajo la luna quebrada. El héroe de esta historia, al rescatarla, se disfraza de escolapio, pero más parece el polizón de algún buque mercante, enorme embarcación fantasma surgida de la tormenta. Nadie ha escrito aún el libreto para esta historia de princesas arrancadas a los pájaros del océano. Allí las corrientes irremediablemente van a caer al mismo acantilado sin fondo mientras el agua corre y corre sin forma hacia su propio precipicio.
Los mares, en su lógica extraña, continúan saciados de sí mismos y desde el agujero negro de sus gargantas un pitido de tetera anuncia algún nuevo sacrificio.
VENDIMIA
Dormido, casi frente al vacío
Sumergido blandamente en las aguas del Leteo
Y recordando desde su respiración semiausente
Aquella dadiva enfermiza de roedores que mueren
A la luz de una peste repentina
Un alguien me previene de otras suertes.
Su respiración es un pozo profundo
Del que brotan peces muertos
Que corren por el cauce como una enorme serpiente.
Más allá de las inmediaciones del vértigo,
Caminando sin vacilar entre las tumbas
Y silbando la misma gymnopedia,
El escolapio viste su capuchón y levanta su orca.
Su risa es un enorme barullo de palomas
Escondidas tras el gris profundo de las losas.
Atrás de las premisas
La muerte se detiene y olisquea.
En sí, su porvenir
No es otra cosa más que una calle ciega y una puerta...
Atrás de las cloacas el aire respira sin pausa
Rezuma desde su vientre el nombre de las aves
Mientras la hilandera canta junto a un espejo
Y las palabras se descuelgan inquietas de sus manos
Como quien devuelve a la vida la mortaja de un difunto.
Tomado de Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República (Vol. 95, 2018)
AUTOFICCIÓN
Me sobra la luz entre las manos
Y una desbandada de aves muertas
Se abre entre los astros para nombrarme.
Mi lugar entre las sombras es un hondo río
Suspendido en el éter.
Si me fuera dado abandonar mi trono,
recorrer aquella tierra infame
de retablos gastados y acequias a mi nombre
Estaría condenado como un vil mortal
a mirar siempre por el ojo de buey
Mientras el mar se repite
inútil en lo profundo del viento.
Entonces canto desde mi sepulcro
Entre los rayos y el color que de nuevo me mecen
En esta cuna de ortigas e incienso.
Ebrio de sentirme a salvo de mi más oscuro sueño
Voy de vuelta a la materia muerta de un libro
Y me relato a mí mismo
Narro la epopeya de otros como si fuera mía
Y saciado me evado de sentirme vivo.
Tomado de Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República (Vol. 95, 2018)
AD LIBITUM
A mi diestra está el universo,
con sus protuberancias y caprichosos misterios,
con su vacío interno
en el que parece brotar
la presión de un líquido inmisericorde,
con su alta boca ciega,
con su fondo de precioso caleidoscopio.
Ahí donde aprietas y un suave aliento se abre paso,
como consolando,
y un spleen envejecido salta de la nada ajena
a mostrarte su metafísica
y apenas la espuma tras un cristal verdoso
se confunde con tu socegada sonrisa,
mientras el brillo de la preciosa botella,
largamente envilecida como una estrella oculta
inunda todo de oscura calma
y tú la miras asombrado,
dulcemente miserable
sin otro espía que el cantinero.
Tomado de Golpe de dados, número CLXXIV, volumen XXIX de 2001
XXX
Cuántas veces habré visto
el nombre de las cosas
cayendo por el borde de la tierra
bajo un domo con la forma de su piel
y su materia muerta
Así, entre fuerzas
que fluyen hacia sí mismas
en una eterna repetición pagana
arcángeles yertos la vigilan en la noche
Aquella nada que fuera nuestra odisea
el cielo de pájaros disecados en láminas amarillentas
aquel no irse dando tumbos
por la avenida feliz
de un salmo
en donde hombres buenos rezan bajo el cielo de asbesto
y las estrellas tintinean sobre sus cabezas
como ante la cuna de un niño
De nuevo es este oleo aún no curado
este tazón kintsugi
que por tercera vez se quiebra
el barro seco de líneas cuneiformes
donde hombres infieles
negaron a Ptolomeo
Erástostenes, estoy aquí herido
en medio del valle imaginario de una antigua
Mesopotamia
sujeto al cristal de litio
donde ella yace reflejada
y su cuerpo ileso parece oscurecer el brillo de los días
y los demonios en coro
la cubren de jazmines
adornada
en la enorme marquesina
de su desmemoria
UNO Y EL UNIVERSO
Soy un ciervo: de siete púas, / soy una creciente: a través de un llano, /soy un viento: en un lago profundo, / soy una lágrima: que el Sol deja caer, / soy un gavilán: sobre el acantilado…
Canción de Amergin
Soy una multitud errante
horda de moscas diminutas
recorren mi corazón como un balde vacío
Una autopista de viandantes va en sus coches
Son los años cincuenta
chillido de bocinas y carteles de la vida feliz americana.
¿Quién, sino yo,
podría imitar este resoplido de máquinas
que al restallar en el asfalto
quieren cada una, entender cosas sin importancia,
¿los energéticos, el dow jones, la hidra de Lerna?
Soy una multitud errante
recorro puertos que imagino entredormido,
palabras sin significante
un cuenco roto
o aquella mariposa silenciosa que agita sus alas
proyectada sobre la pared desnuda de un hotel de paso
Caminos de piedra descifran la palabra original
palabra sin cruces y sin signos
la arquitectura manifiesta de mi infancia
¿Quién sino yo
podría renombrarse en cada cosa
darle a cada herida una vida distinta
o pura
aunando a cada letra
vocablos indistintos
y llenar de tinta los pliegues de la noche
como si por vez primera los nombrara
La palabra suspendida entre arcos de inmateria
El animal sigiloso
El equilibrio de esta desmemoria con tu nombre.
ADENTRO
A secret self I had enclos’d within
Thomas Traherne
Venir del otro lado de la tierra,
sostenerse boca abajo,
vivir allí, en el dorso de una mano abierta
agujero de gusano en el alma de una manzana podrida
Adjudicarse el derecho
a crecer como un matorral de ramas moribundas
y crecer del otro lado del destino o la fortuna
habitación de catacumbas
en donde la antigua prostituta babilónica
ha arañado ya la tierra
y las profundidades todas
para traer con ella algún fruto prohibido.
Es este lado, algo parecido a un cuadro
de Otto Dix
donde rameras marcianas se esconden entre las grietas
para guarecerse
y el olor a vodka barato
de cuatro de la mañana
las perfuma como a un santo
en un vitral antiguo.
Arena seca de estos largos caminos
que llevan al forastero
hasta la rosa negra que descuelga del fondo del planeta
Ingrávida y muerta
en su oscuridad eterna,
bendecida por todos los apóstoles y los náufragos
yerta empuñadura de un dios que se ha ido de juerga
para siempre
GPS
“Una fe verdadera es la que se permite
pagar el precio de la incertidumbre”.
Friedrich Nietzsche
I
En cuántos lugares y no lugares
Seguramente habitará ella
Floreciendo a escondidas
Entregando su alma en otros holocaustos
Perdiendo este sendero de hojas secas
Que voy regando a su paso
Como quien cosecha la tierra
en medio de un lodazal profano
y mira hacia los astros como un niño muerto.
En cuántas guaridas silenciosas
Su imagen se entregará en los márgenes
De alguna palabra inacabada
Mientras libre de mi encierro
Canta y ríe al borde de sí misma
Inhalando volutas de humo
Que agazapadas se pierden
Sobre su cabello rojo
Como al final de un incendio.
En cuántas habitaciones no estaré yo
Ahora mismo
Esperándola como un niño perdido
Y adhiriendo mi piel a la piel del desarraigo
En la que yazgo sobre este mausoleo de piedras chinas
Exhausto por perderla del todo
Y elevándome en una mujer de paso
Mientras finjo ser otro
Entre muslos apagados y tristes
Asomado como de costumbre
A una ventana ciega en la que reposa ella
Encerrada como un gato
Mientras mi corazón late despojado
Iluminado por un rayo de sol
En algún punto muerto del tiempo
***
CARLOS ANDRÉS ALMEYDA GÓMEZ. (Bogotá, 1979) Editor, docente y comentarista de libros. Estudiante de la Licenciatura en Literatura y Lengua castellana, Universidad santo Tomás, Bogotá. Ha realizado crítica y comentarios bibliográficos para medios como el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República, la revista Lecturas del diario El Tiempo, la revista Número; el desaparecido periódico Tinta fresca de la Cámara Colombiana del Libro; la Gaceta del Fondo de Cultura Económica; y la revista Arcadia, entre otros, así como en los portales omni-bus.com (España); revista.agulha.nom.br (Brasil); y laotrarevista.com (México). Dirige los talleres de poesía en las cárceles con la Casa de Poesía Silva (Cárcel Distrital de Bogotá, 2015; Reclusorio de Mujeres El Buen Pastor, 2016-2017). Mención de honor en el concurso para nuevos escritores de la Revista Número, grupo TM y la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, así como en el quinto y séptimo concurso literario El Brasil de los Sueños, organizado por el Instituto de Cultura Brasil-Colombia y la Embajada de Brasil. Fue docente capacitador de la Vitrina pedagógica con Bibliored y la Secretaría de Educación. Coordinador en 2008 de Página de Libros, sección bibliográfica que aparecía todos los viernes en el diario El Espectador. Puede leerse su blog sobre libros, “Dirección única”, en la versión web del mismo diario. Es Artista Formador de IDARTES. Estos poemas hacen parte de su libro de próxima aparición Una jaula va en busca de un pájaro.