Revista Latinoemerica de Poesía

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“La ciudad que me habita”: entrevista a Mery Yolanda Sánchez (Segunda parte)



“La ciudad que me habita”
Entrevista a Mery Yolanda Sánchez

(Segunda parte)

 

Por Laura Castillo y Henry Alexander Gómez

 

Laura: ¿Colombia es un país caracterizado por el machismo, dominado por ciertas élites políticas y, si se puede decir, literarias. Estas circunstancias nos obligan a preguntarle ¿cuáles han sido las mayores dificultades a lo largo de su carrera como escritora?

 

Mery Yolanda: La mayor dificultad es que, para el caso de escribir narrativa, uno no cuente con un recurso económico que le permita encerrarse a trabajar. La única novela que tengo, El atajo, duré siete años corrigiéndola, esto porque me podía dedicar a ella sólo los fines de semana, y siempre empezaba desde la primera página, el proceso fue muy lento. La primera dificultad es no tener recursos con el fin de darse esas temporadas para re-trabajar las cosas.

La segunda, se centra en lo que llaman “el amiguismo”. Algunas amigas dicen que sí existe una diferencia entre ser escritor hombre y ser escritora mujer, que a los hombres les ayudan más que a las mujeres. No, yo creo que es más de un fenómeno de clientelismo artístico, y cultural. Es algo así como “usted me da, yo le doy”. Y yo, generalmente, no tengo nada que dar. Lo que le gustaría a la gente que le dieran, pues yo no tengo ese tipo de cosas.

Entre nosotros mismos también existe una suerte de competencia, y siempre están desvalorizando el trabajo del otro. No creo necesariamente que suceda esto porque sea mujer. Es competencia. Si hay un autor grande, reconocido, también tiene pánico porque hay alguien atrás que viene con pasos fuertes. Y los que hasta ahora están comenzando, siempre quieren desconocer lo que ya se ha hecho, quieren restarle valor.

Son las mismas mujeres le dan duro a uno, las mismas mujeres son las que dicen “esta no sirve” porque uno no escribe como ellas, o porque uno no leyó “El Quijote” en la misma edición en que ellas lo leyeron, o porque no compro los mismos libros o no voy a las mismas bibliotecas. La cosa se volvió, por épocas, en una especie de “snob”, pero eso también pasa con los hombres. Hay mucha rivalidad entre las mujeres que escriben poesía. Existe un egoísmo latente, y no quiere decir que eso sea parte de la naturaleza del escritor, yo también puedo ser un ser colectivo, si me corresponde.

 

 

Laura: ¿Influye también en esa carrera ciertos poderes literarios o políticos?

Mery Yolanda: Primero, no creo que acá existan poderes literarios, lo que pasa es que sí hay gente que se acomoda a poderes políticos; eso sí. Yo no creo. ¿Qué es lo que pasa? El poder político los utiliza y no se dan cuenta, pero ellos también viven, pendulan entre un lado y el otro, y no se dan cuenta, pero hacen el juego. Y arriba de todos ellos, también hay alguien que mueve los hilos. No. Yo pienso que el único poder literario es la buena literatura y esa no necesita de nada. Uno no tiene que estar dándose golpes de pecho, diciendo que me persiguen porque soy mujer, porque escribo sobre esto y no sobre aquello. Más bien, hay algunas mujeres que se autodenominan feministas, que escriben poesía, que se reúnen en guetos de sólo mujeres, y lo que se les olvidó fue escribir poesía. Terminaron fue en un costurero.

 

 

Henry: En su novela, El Atajo, ganadora del Segundo Premio de Novela Corta de la Universidad Javeriana, existe una conversación entre lo narrativo y lo poético, ¿cómo equilibrar estas dos disciplinas? Además, ¿cómo fue el nacimiento y la escritura de esta novela?

 

Mery Yolanda: Inicialmente esta novela fue una especie de sanación. Para mí la literatura siempre ha sido un ejercicio de sanación. Esta vez no dio para la poesía, si no para algo más largo, porque es parte de un referente real que yo viví. No sé inventar, mi escritura siempre parte de hechos reales. En principio empecé escribir y a reescribir, era un ejercicio en el cual me estaba sanando de algo que me había dañado física y psicológicamente.

Con el tiempo, cogí lo que tenía escrito y me di cuenta que era literatura. Luego vino el proceso, el trabajo de arquitectura, pero fue difícil. Era literatura, pero eran sobre todo imágenes poéticas. Con este texto, hice un gran esfuerzo para que no hubiera poesía, pero finalmente no lo logré, y no sé cuántas cosas se perdieron allí, en ese intento por ser una narradora que intentaba describir sin imágenes. Fue muy difícil obligarme a hacer algo que no está dentro mi naturaleza, dentro de mi esencia.

Terminé de trabajar este manuscrito y se lo mostré a un amigo, a un estudiante de literatura y él me dijo que eso era una novela. En mi caso no lo tenía claro, si eso era un testimonio, una crónica o una novela.

Luego de darle los retoques finales, empieza a jugarse la novela en todas partes. Se ha dicho que no están las voces diferenciadas, yo pensaba que sí. Fue mi propósito diferenciar las dos partes, pero las dos terminan siendo poéticas y para algunos es precisamente eso lo que no funciona. En todo caso, fue un trabajo muy arduo, y lo importante es que a mí me sanó realmente, al igual que cuando escribo poemas. No sé si alcanza a hacer una buena novela. He escuchado con mucha humildad los comentarios que vienen con una u otra posición.

 

 

Laura: ¿En qué poetas colombianos reconoce usted una gran obra?

 

Mery Yolanda: Gaitán Durán, Emilia Ayarza, Matilde Espinosa, Juan Manuel Roca. Hay muchos jóvenes que vienen consolidando una obra, esperemos que logre, si no darnos otras tendencias, por lo menos una gran altura. Hay mucha gente, tal vez ustedes ya las conocen,  personas entre veinticinco, treintaiocho, cuarenta años, muy buenas.

Esos son mis poetas colombianos, sin negar que, y acá me refiero a mi trabajo como librera, cuando llegaban libros de poesía, que yo leía todo el tiempo, y así se dijera que era el peor poeta del mundo, siempre había uno o dos poemas muy buenos. Entonces, no podría descartar a ninguno. Uno lee a Silva y le gustan algunas cosas de él, uno lee a Rómulo Bustos y le gustan algunas cosas de él, pero puede no gustarnos todo.

Un artista integral que me gusta mucho y admiro es Samuel Vázquez. Él es un poeta siempre, adentro y afuera de sus libros, casi todo lo que toca lo convierte en poesía. Él es mi referente inmediato de lo que es “ser poeta”.

 

Henry: Esta pregunta es, un poco, redondeando lo que ya se ha dicho, ¿cuál cree es el reto de la poesía actual en Colombia?

 

Mery Yolanda: Yo no sé, lo que pasa es que para lo que a nosotros es un reto para los demás es decadencia. Lo que está de moda es lo plano, a diferencia, yo digo que el gran reto es hacer poesía con imágenes, subvertir la realidad, y para mí esta característica no se ha logrado plenamente. Qué a uno le pase algo en el poema, que uno se estremezca al leer la poesía, que uno vea cosas maravillosamente bien escritas.

El gran reto es escribir nuestra memoria de manera poética, es decir, que el arte permita decir lo que se quiere esconder.  Yo creo que el gran reto es escribir bellamente. Pero estamos en crisis, la poesía de hoy la podemos comparar con esa época en que se inventaron “las instalaciones” los de artes plásticas. Entonces, colocaban un inodoro y encima una piña y eso era arte, estamos como retrocediendo a eso. Como ya lo dije, en una respuesta anterior, no está de moda hacer imágenes. Para mí, la gran poesía es de imágenes, la gran poesía es subvertir la realidad, hacer del cadáver algo hermoso. Sin la prevención de “¿por qué siempre tenemos que hablar de lo mismo?” Es que eso somos, oye, esos somos. El reto es hacer de estos horrores que nos rodean arte. No desconocer el momento histórico enel que estamos. Así nos digan que eso pasó de moda, que ahora tenemos que hablar en positivo, ¿en positivo de qué?, ¿pero de qué?

 

Laura: ¿Qué viene ahora para la obra literaria de Mery Yolanda Sánchez?

 

Mery Yolanda: Yo tengo dos libros de poesía inéditos. También estoy  escribiendo narrativa, tengo varios relatos. Estoy ahí. No me preocupo, pero también estoy ahí. Esto que estoy escribiendo no sé qué es, sólo sé que es narrativa, pero no los tengo clasificados. Pueden ser cuentos, testimonios, crónicas, no sé. Estoy escribiendo esa narrativa, bajo mi esencia, bajo lo que yo quiero. El arte es libertad, no escribo lo que está de moda si no lo que a mí se me antoja.

Me quedé con la inquietud acerca de que mi novela, creo que no tuvo una buena difusión, no se pudo reeditar, así que muy poca gente la conoció y la leyó. Esto es algo que está dentro de mis pendientes.

Hay que seguir escribiendo, creo que no puedo dejar de hacerlo, no sé si es bendición o maldición, simplemente no puedo dejar de hacerlo, y el escribir que también implica leer todo el tiempo, pero no solamente libros, si no leer la realidad que nos toca, ya sea escrita o visual.

 

Laura: Mery ahora hablaba de la reedición de su novela, finalmente no se logró. ¿Cree que hay una falla en el mundo editorial en Colombia?

 

Mery Yolanda: Yo no hablaría de una falla editorial, ellos son sólo industrias, hacen un diagnóstico pensando en un marco lógico, hacen un diagnóstico para ver cuáles son las necesidades, pero estos diagnósticos no se refieren a culturizar, si no a vender. Entonces el arco lógico está sesgado. ¿Cuáles son las necesidades?, la primera necesidad es que ellos tiene que vender. Seguramente mi novela no vende, el tema, el tratamiento del lenguaje, eso no vende. Si no tuvo una reedición es porque no vende y no le interesa a los editores. No creo que sea una falla editorial, hay que pensar claramente que es un negocio. Y que si la necesidad de hoy es vender los libros de actores de televisión, pues son los que hay que publicar, según ellos.

 

Laura: ¿No cree, Mery, que escribir sobre el tema de la violencia está de moda ahora?

Sí, últimamente sí. Como lo fue con el cine en su momento, y como ellos lograron la “Ley del cine” y les dan tanta plata, pues todos los directores se lanzaron e hicieron películas muy malas con el tema. Ahorita mismo, está de moda, pero cuando nosotros escribimos sobre esa violencia, fue mal interpretado, o fue vilipendiado, o fue atacado. Ahora sí está de moda. En mi primer libro, La ciudad que me habita, ya existen estos elementos. Recuerdo que un sujeto, hace varios años, en un discurso sobre derechos humanos puso de epígrafe un poema de mío, un poema que se titula “Miedo” y que está en La ciudad que me habita; dijeron que eso no era poesía, a él le decían eso. En ese entonces sí fuimos atacados. Pero ahora, esos mismos que nos atacaron, seguramente las editoriales les van a pagar para que hablen de la violencia.

Yo seguiré, llevo cincuenta años escribiendo, lean o no me lean seguiré escribiendo, porque es la única forma de estar de pie.

 

 

Henry: Mery Yolanda, ¿en quién más reconoce un trabajo cercano a la temática de la violencia y la memoria histórica?

Mery Yolanda: Juan Manuel Roca ha tocado el tema en su obra. Por supuesto, hay varios jóvenes como Hellman Pardo o Camila Charry. No me considero única manejando el tema, pero seguramente mis motivaciones sí son distintas. Yo no escogí el tema, eso se me fue dando. Ahora soy yo quien se incomoda, desde hace unos diez años vengo incómoda pensando el por qué, ¿cómo así que yo no puedo escribir de otra cosa? Pero es lo que me afecta a mí y no puedo hablar si no de lo que me afecta. Yo empiezo a escribir sobre algo y siempre se me va por esos lados. Ni modos, ya no se pudo y no me voy a obligar a cambiar.

Lo que sí tengo es una continua búsqueda estética, superar el libro anterior, pero eso también se da mágicamente. Ahí tampoco puedo decir: “mi próximo libro tiene que ser así u de otra forma”, eso sólo pasa, se fue. El último poema de un libro me da la pauta para el siguiente. Aunque esta última característica la veo después.

 

Laura: ¿Tiene un libro preferido de los que ha publicado, alguno que le tenga algún afecto especial?

 

Mery Yolanda: Uno siempre los quiere todos, aunque siempre me sorprende las referencias y comentarios al libro La ciudad que me habita. Se publicó en el año 1989, cinco años después María Mercedes Carranza, me pidió que le ayudara a realizar un trabajo investigativo sobre poesía, de ochocientos cuarenta libros que se publicaron ¿qué se sostenía?, cinco años después. La sorpresa mía fue, entre toda la investigación, el darnos cuenta que entre los diez libros estaba La ciudad que me habita. Eso fue algo.

Yo creo que no hay uno preferido pero sí hay uno que no me gusta mucho: Ritual para las noches. Quiero mucho Rostro de tierra y la novela.

Aunque en Ritual para las noches hay una narrativa más limpia sobre las imágenes. La gente se equivoca a veces con uno, la gente piensa que uno busca las imágenes, yo no las busco, esas llegan. Tiene que haber algo en la psiquis, en la esencia de uno, en el adentro, tiene que haber algo. La gente ha dicho en varias oportunidades que son metáforas forzadas, que yo las pienso. Yo no las pienso, lo que pasa es que no voy a decir esto en público porque van a decir “usted está demente”. Yo no las pienso. Usted cree que cuando yo abro una naranja y se me aparecen las notas musicales, ¿usted cree que yo las pienso? Qué cuando yo recojo cualquier trasto de la calle y le hago cosas, ¿yo las pienso? De cuarenta cosas que hago, tiro treinta porque no me gustan y no me caben en la casa. Pero uno sí tiene cierta magia, y el que escribe poesía, el que es honesto, sincero y se deja atrapar por fuerzas superiores que tiene adentro actúa así. Esas cosas arbitrarias para algunos, yo no las pienso.

Alguna vez, un jurado, en un concepto de un concurso del distrito pregunta que “¿Cómo se me ocurría que adentro de la pata de un grillo hay una llama?, se refería a un poema mío. Otra día, una mujer poeta me dijo, “¿que cómo así que el teléfono timbra y digo que es Dios? ¿Que como iba a yo a decir eso?”. Eso ni siquiera me lo he inventado, le dije a la persona, eso resultó así, yo no sé. Yo lo que creo es que uno va formando esa sensibilidad con el paso de la vida, va fluyendo, y seguramente eso va a terminar por matarlo a uno.

Eso se va perfilando. Recién que empecé a hacer lecturas en público “una psicóloga”, poeta también, me dijo: “oye, pero es que usted no puede caer en lo que cayó Raúl Gómez Jattin”. “¿Cómo así?”, le dije. “Lo que pasa es que a él se le terminó la vida enredando con la poesía". Le contesté: “pues yo ya la tengo enredada hace tiempos”. Para mí, sin la poesía no soy, eso no se puede dividir, yo no puedo ser sólo poeta en el libro y afuera no, la poesía es todo el tiempo. La poesía se lo va comiendo a uno, vamos adquiriendo otra visión de la vida, otros valores esenciales muy distintos al común de la gente.

 

 

 

 

Mery Yolanda Sánchez (Guamo Tolima, 1956) Ha publicado los libros de poesía La ciudad que me habita (1989), Ritual para las noches (1997) y Dios sobra, estorba, y las antologías Un día maíz (2010) y Rostro de tierra (2011). Sus poemas, cuentos, comentarios literarios y reseñas de libros han aparecido en diferentes antologías, y magazines del país, Venezuela, Brasil y México. Obtuvo mención de honor en el concurso El cuentista Inédito del Centro de Estudios Alejo Carpentier en 1987 y en 1994. Fue beneficiada con la Beca Nacional 1998 del Ministerio de Cultura por su proyecto Poesía en Escena (propuesta escénica para la presentación de lecturas de poesía que se realiza en Bogotá desde 1993). Ha orientado talleres de poesía para niños, jóvenes, población de internos en centros carcelarios y habitantes de la calle. Diseñó y ejecutó para el Comité de Derechos Humanos de la Personería de Bogotá el proyecto Puente Experimento Piloto (el teatro, la danza y la literatura como liberadores de la violencia intrafamiliar). Dirige la Asociación Libre para las Artes –Alartes–, entidad de gestión artística y cultural que realiza producción técnica y logística de eventos masivos y de sala. En el año 2014 fue merecedora del Segundo Premio Nacional de Novela Corta Pontificia Universidad Javeriana por El atajo, publicada en el 2015. 

 



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