En otro costado de la noche
En otro costado de la noche
(Prólogo al libro Nervadura de la noche de Carlos Fernando Chaparro)
Colección Agua tinta - Piedra de toque -2016
Por Henry Alexander Gómez
La poesía no deja nunca de latir, sigue abriendo todos los caminos posibles y, en su naturaleza insurrecta, se renueva una y otra vez. Para el lector, la poesía es un vínculo vital que traduce y lo conecta con el mundo para, de cierta forma, trascenderlo; para el poeta representa una condición que le permite espiar ese mundo y robarle sus secretos a partir de una manera de decirlo y significarlo. Desde esta perspectiva, de lector y escritor, de arqueólogo y artesano, se erige Nervadura de la noche, primer libro de Carlos Fernando Chaparro.
He aquí el momento para nombrar las cosas por primera vez, para empezar a construir el universo personal al que se enfrenta todo escritor. El autor ha sido capaz de extraviarse en el lenguaje para asimilar, dentro de un carácter personal, el hábito de jugar con la palabra y sus referentes, en este caso, los imaginarios de lo urbano y sus habitantes. Desde la orilla del ser, en su intimidad y el modo como se enfrenta a lo exterior, se hace visible una ciudad en llamas que trepida en frente de nosotros y que cuestiona, en todas sus formas, los límites de aquello que nos hace humanos. Es decir, Nervadura de la noche, es un trabajo único, una estética privativa que nos muestra el lado salvaje de la calle y sus moradores, los que, literalmente, han hecho de esta una casa.
Pero no hay una apuesta ingenua con este tema y la manera de abordarlo. Carlos Fernando Chaparro plantea una magnífica sintaxis de lo urbano, una simbiosis entre la imagen y lo metafísico, entre lo metafórico y lo concreto, entre lo íntimo y lo que cae y se acuesta en el asfalto.
Ángel de condena
Un ángel
desciende sobre el espiral escalonado que proveen las moscas
empuña la palabra y empala sombras
Entre sus dedos se trenza una madeja de polvo
en sus uñas
amordaza el cielo.
He aquí una composición discreta y acertada, un equilibro sintáctico que va de lo imaginativo a lo urbano, donde se hace evidente la clarividencia del sueño y su interacción con la realidad. Es una poética que interroga la existencia y rompe una puerta que poco explora la poesía colombiana, o que intenta explorar sin llegar a logros estéticos importantes.
“Es posible ver el bosque en la nervadura de la hoja”. A partir de esta Nervadura de la noche es posible ver esa urbe oculta, el “realismo sucio” que subyace y todas sus circunstancias. Con una usanza apropiada de poemas y versos cortos y su constante conversación con el silencio, la ciudad se abre y se enviste desde otra perspectiva, se aprehende desde lo simbólico y ciertas correspondencias. Asistimos y nos hacemos partícipes de un oscuro misterio que parte de lo cotidiano y lo concreto.
Conozco a Carlos Fernando Chaparro hace bastantes años, he sido testigo de sus amplias búsquedas en la palabra, el lenguaje y la poesía. Él es un cazador que ha entrado en la luz lentamente, al acecho y con prudencia. Este libro es el resultado de una ardua y madura reflexión sobre el poema y sus ascendencias. El autor ha sabido adaptarse a la luz para robarle un poco de su noche.
ANDENES COLGADOS EN TINIEBLA
(la calle de la L, "El Bronx")
Alrededor de la herida
cojea la calle
Se arrastran oscuridades
su eco amordaza hogueras
Sobre las vértebras
del lomo encorvado de la cruz
el antojo lame la carnosidad de la ceniza
El amanecer desempolva su claridad
al levantar la noche.
ÉXODO
Mareas de asfalto
desnudan el cielo
El universo preso
al marco de la ventana
de polizón escapa
en la sonrisa de un niño.
ÁNGEL DE CONDENA
Un ángel
desciende sobre el espiral escalonado
que proveen las moscas
empuña la palabra y empala sombras
Entre sus dedos se trenza una madeja
de polvo
en sus uñas
amordaza el cielo.
AMBICIONES
Junto a una hoguera
teñida de vigilia
al vórtice
del aire
el camino
pretende llegar al cielo
escalando la lluvia.
PESADAS ANDADURAS
El polvo
ha inundado los últimos rincones de la luz
Un hombre martilla con sus ojos
un lucero para colgar la tarde
Su respiro enredado en la cilla
le troza la marcha
Herido por los bordes tiempo
descarga sobre la cama
minutos de sobra.
GRACIA
Te doy a mano llena
la profundidad de la nada
Caricia con delgado
Silencio
hilvana
entre las uñas
el trazo de un beso.