42. María Lanese
Cartas de Cera
Nota y selección de Luis Arturo Restrepo
La esperanza y la desesperanza conviven para hacer del poema una oración impostergable ante la incertidumbre que nos abraza. Una a una las palabras van dilatando la espera, la ausencia, la soledad y son ahora los versos de Cartas de cera una pequeña ofrenda que se deja en silencio a los pies del amor.
En este breve e intenso libro, la poeta argentina María Lanese (Campobasso, Italia 1945) nos lleva a un territorio sin asidero, en donde los amantes recuerdan el teatro de sombras con la palabra como luz que ilumina “el largo, el triste juego del amor”, como diría Sabines.
A continuación, algunos de los poemas de este bello libro recientemente publicado en Argentina por la editorial Huesos de Jibia en edición bilingüe, español-italiano.
La joven ha sido sorprendida en ese momento de concentración en que su
mirada se extravía.
Pascal Quignard
IV (Apodo)
Con el índice
invoco
dibujo tu inicial
en la tormenta de un vidrio
empañado con aliento.
La letra se desvanece habitualmente
hoy vuelve seducida por un rayo
irrumpe a la hora justa
en el mismo lugar donde sube
el olor de los jazmines
que te atraen
como a mí tu voz
llamándome.
Aquí
donde no estás
anochece.
Te revela un resplandor.
Así
mi amor
¿cómo se llega al sueño
sin nombrarte?
mi amor
¿cómo se llega al sueño
sin nombrarte?
Su mirada se adhiere a lo invisible hacia donde se trasporta su alma.
Pascal Quignard
V (Decías)
Recién hoy llegan a la isla
los días luminosos.
Anduve cerca del mar
otros entraron
yo no puedo aún
el frío y el sol me acosan.
El árbol grande
sigue al acecho
con tu sombra.
Solo el olvido del recuerdo
acercará distancia
para que el mar me ampare
y algún cielo rezagado te prodigue.
La escritura es un trasporte al alma del otro a quien se trata de convencer.
Pascal Quignard
X (Fue)
Quise decirte
que a veces
el dolor
acobarda
relumbra
como el rastro
de una babosa
acomete un recorrido
interminable
igual a un dedo
que se hunde
en los agujeros de las letras.
Un dedo
omnímodo
que vaya a saber
en busca de qué espesor
destroza los espejos
y da vueltas
y vueltas
y vueltas
rumiando un vals tedioso
que ensordece.
Quise decírtelo
pero no pude
aquellos
eran días felices.
Detesto esos abrazos en los que ninguno se entrega.
Ovidio
XI (Alianza)
Estamos de acuerdo
hay caricias que abrasan
hasta el hueso
y eso se nota
se nos resbala por los párpados
se mueve entre nosotros
como una pesada seda
dentro de un laberinto
de espirales húmedas
y no nos importa
la salida
porque un olor intenso
nos impregna
nos mantiene suspendidos
en un aire prófugo
que viene de un mundo
del que sabemos poco
y que tampoco importa
nos basta con demorar el porvenir
con permanecer
a salvo
de la escarcha.
Escribir desea.
Pascal Quignard
XIV (Entorno)
Tus labios descifran
acercando a mi voz
paraísos
que ignoramos.
Un gesto leve
como una luciérnaga
oscila en el contraluz
de esta codicia
que me arrastra hasta tu boca.
Un gran amor cruza hasta la orilla de la muerte.
Propercio
XX (Sinapsis)
Unión sin contacto
aureola macerada
en las aguas virtuosas del recuerdo.
Esto queda.
Es lo que fuimos
signado en un acorde venturoso.
Ese acorde es la clave que ordena partituras extasiadas
volcanes sumergidos en un compás de espera
armónicos haciéndose presente
palpitando
en la yema de los dedos.
María Lanese nació en Ripalimosani, Campobasso, Italia, el 5 de julio de 1945. Desde el año 1949 reside en Rosario. Psicóloga egresada de la Universidad Nacional de Rosario, ejerció su profesión como Psicoanalista hasta el año 1997. Desde 1986 se desempeña como cantante, con repertorios de música popular de diferentes países. Asistió como poeta invitada a varios festivales internacionales. Publicó Sonidos Graves (2006), que incluye collages del artista plástico Adolfo Nigro, y Mariposas en la lengua (2008). Participó de las antologías Poetas del tercer mundo (2008) e Italiani d´altrove (2010). Algunos de sus poemas fueron traducidos al serbio y publicados en revistas literarias de ese país. Sus libros Ancora, II Cuerdas y Cartas de Cera aún están inéditos.