Revista Latinoemerica de Poesía

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56. Emiliano Aréstegui



 

 

Nota y selección por Jorge Valbuena

 

 

Cada ola una espina de sal  

 

Al misterio se le mira a los ojos, se arroja un sentido certero sobre él para nombrarlo. El misterio tiene vocación de orilla, rompen contra él olas de abismos distantes. No es el misterio lo innombrable sino sus caudales. Como una ola que decide desnudarse, aparece el misterio en los versos de Emiliano Aréstegui. Sin un tiempo preciso (El lenguaje del mar nunca se ha hecho de momentos precisos) busca descifrar los susurros en que se va desanclando el presente, traducirlos en las huellas del agua.

 

Aquí el recuerdo es esa estela inmensa que reposa sobre las curvas del infinito, enorme cicatriz del tiempo. La luz se hunde por todos los costados y trafica bocas con el silencio. Dialoga con lo no habitado, lleva apellido de nunca y una piedra atragantada en el asombro. Nos entrega a otra forma del olvido, haciendo necesario lo que se ha herido, luminoso lo que duele.

 

Cada verso es un reflejo desconocido que nos golpea una parte de la ruina, levantando a cada paso una certeza que se desmorona. Las palabras en la poesía de Aréstegui sufren también la desazón de las esperas, del vacío; sufren la existencia de entregarse a una voz que está difunta. Ello se presiente en este ritual donde las palabras restituyen el respiro, brindan esa calma de sumergirse en la tempestad buscando espejos perdidos entre sus espinas. México en su fronda.

 

Caminar por estos pasillos sumergidos que penden de estos poemas es trasplantar una huella en una sombra, una sombra en un huerto de sol, un sol en una tumba de ciénagas, y ver en ellas el salitre que despunta como un signo de adioses nunca dichos.

Aquí una selección de sus poemas: 

 

 

 

 

 

 

DIEZ MIL VENADOS

 

 

I

 

En lengua el gamito recibe el rocío

así le hace con la negra nariz

y en la mera punta lo recibe

                Y le sabe a aguamiel

                          y a aguardiente

                                 y a mezcal le sabe

 

Y más adentro le sabe

a muslos que se ríen a carcajadas

a ojos negros de mujeres negras

a luna derramada en rama de almendro

Le sabe a río corriendo en de repente

                        y a maguey le sabe

 

Y más adentro también le sabe

                      y casi le cierra los ojos

                              y casi lo deja dormido.

 

 

II

 

El venado corre al corazón del bosque

el corazón

los árboles más viejos

ahí

en el poco sol

y en la mucha humedad

entre la penumbra y la hojarasca

hocica y come

con los ojos cerrados.

 

 

IV

 

Dentro de mis ojos

oscuros como escudos de obsidiana

y bajo mi piel

guardo las plumas del águila

                   que devoró al conejo

                            que pisó la ceniza

                                     la noche que nací.

 

 

VIII

 

Lame los ojos

toca las manos

la puerta se abre

y sale corriendo

en diez mil venados

 

Hoy soñé con él

a la orilla de mí andaba

pisó primero las piedras del recuerdo

una pierna dentro del agua

la otra suspendida

tensé la cuerda

solté la flecha

un aguacero de pájaros asaltó la cascada.

 

 

XI

 

Dicen

que el venado sueña

Y que sus sueños

           son más tristes

                    y más azules

                             que los más tristes morados.

 

 

 

 

 

MALDONADO

 

 

I

 

El Quizá no

El Quizá

Es el pueblo donde mi abuela parió a mi madre

Yo nací en Maldonado

Luego me llevaron con mi abuela

Cuando mi madre se fue al norte

Mi abuela dice que no está muerta

Porque no lo ha soñado

Ni los perros le han acarreado carroña

 

Un día mi abuela supo que no volvería

Y entonces vendió la casa

Y nos fuimos a Maldonado

 

La única diferencia

Entre los pueblos

Además del nombre

Es que a Maldonado

En las noches quedas

Lo mece el mar

Y uno puedo oír

Si está atento

Sus suspiros.

 

V

 

Quisiera estar en una lancha

En medio el mar

Y de la noche

En medio

Nada más mirando

 

¿Hay luciérnagas?

¿Dónde se posan  las mariposas?

Miro en las noches sobre el mar

El recorrido de la luna en la joroba del cielo

Los peces mordiendo el reflejo de las estrellas

Nada hay más allá

 

¿Cuántas alas?

¿Cuántos ojos?

Cuánta paz después de la comida

 

Tu tiempo es de cristal

Marea que va y viene.

 

 

VI

 

¿La abuela?

La abuela habla sólo cuando está dormida

Está tan muriendo que habla con los muertos

 

 

VII

 

Hoy martes amaneciste muerta

Y no supe llorarte

Me alagarté en la tarde

Atilinqué la memoria hasta lo antes

E intenté mirar desde donde miran las iguanas

Y no quise saber nada ese día

Ni el día siguiente

Ni el día que siguió al día siguiente.

 

 

XI

 

¿Quién te soñó muriendo?

Los perros no saben que estás muerta

Morir no es salir a ver el ocaso

Ni el final de un cigarro

No

       Morir es irse

                            Olvidarse de los vivos.

 

 

XII

 

Dicen que el mar es un escenario donde danzan las almas de los muertos

Y que los delfines ya no vienen porque los niños los maltratan.

 

 

XV

 

Tiene el mar

Cardúmenes de miedos

Pulpos púrpuras que desean mujeres de entre quince y veinte años

Hipocampos pariendo sueños

Porque sueño son los hipocampos

Poemas viscerales

Proféticos

De insaciables tiburones blancos

Y tienen también sus miedos.

 

 

XVII

 

Desmorono tu ausencia

Tu muerte

A ti

Y lo que fuiste

Dejo que escape la arena entre mis manos

Cada grano: Un desierto sin mar

¿Qué es el mar?

Miro las mariposas

Navíos perdidos

Extraviados en medio del mar

Del mar

Que es infinito depósito de calma

De azul

De agua salada

Parece quieto

Pero luego se mueve

Lento muy lento

Casi sin moverse

Se arrastra sobre sí mismo

Gira sobre sí mismo

Mira el sol y parpadea

El mar es cierto

A veces parece un animal herido.

 

 

XVIII

 

¿Cómo es su voz?

Un caracol está lejos de imitarla

Un caracol está lejos de imitarlo

Un caracol es sólo un eco que se repite eterno hasta su muerte

Y el mar

Viene hablando desde siempre

 

Primero fue él

Luego el tumbo de sus olas.

 

 

XX

 

Fui arrojado a este pueblo para sufrir el mar

Hay sangre en la playa y las gaviotas en vez de cardar el cielo

Se desploman furiosas sobre las espaldas de los ya frágiles recuerdos

Quiero creer que quizá con la marea venga el olvido

Pero son siempre restos

Arrojos de memoria.

 

 

XXII

 

Otra vez el mar meciendo el pueblo

El alma de los muertos

Los sueños

Desde mi hamaca navego

Estoy yendo al mar también dormido.

 

 

XXIV

 

Miro al mar mirándose a sí mismo

Me siento junto a él y en silencio escuchamos

Cuando empezó a clarear dijo

-Va y viene, no he muerto. Ni siquiera he nacido.

Meciéndome, hamaco las almas de los muertos.

No duermo, nadie duerme, es imposible dormir.

Soy el mar insomne furioso vigía de mí mismo.

Soy el mar los sueños todos, el canto de las almas,

las penas de los muertos, la impotencia de los desparecidos.

Un monstruo obsesivo.

Soy el mar, me miro y me conozco.

Soy desde un principio el mar y antes de saber ya era.

Todo seguirá volviendo al mar.

En mí nace y muriendo seguirá.

 

 

XXV

 

Sigo soñando que me dejo caer al fondo del mar con las muñecas cortadas

Que caigo y caigo y la sangre nave de mis venas

Y yo muriendo

Cayendo

Sumergido

Pensando

Las almas de los muertos van al mar y sigo cayendo

La sangre desaparece

Se vuelve azul y yo cayendo

El mar no reposa en nada

Nada lo sostiene

No hay final

Seguir cayendo.

 

 

XXVI

 

El mar

Puedo escucharlo

Me mece en la hamaca sin mecerme.

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

EMILIANO R. ARÉSTEGUI MANZANO - Nació el 28 de marzo de 1982 en Chilpancingo Guerrero, México. Recibió el VI premio internacional de poesía Gilberto Owen Estrada con el poemario Diez mil venados o Primero el mar (UAEM2011) y el José Emilio Pacheco 2012 de poesía. Actualmente estudia Creación Literaria en la UACM donde es miembro fundador del colectivo Los anomantes, forma parte del comité editorial de la revista virtual Monocordio. Recibió el apoyo del Fonca en la categoría Jóvenes Creadores por el proyecto Gráfico de poesía: Luces de león y nota roja.


Diez mil venados o Primero el mar mereció el VI Premio Internacional Gilberto Owen Estrada en el 2011, se imprimieron 500 ejemplares, dicho premio es convocado por la Universidad Autónoma del Estado de México. El jurado fue precedido por Efraín Bartolomé. Esta foja fue publicada en el blog www.malonmalon.blogspot.com 



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