9. Lauren Mendinueta
Nota y selección de Henry Alexander Gómez
La anatomía de un ser que arde y canta en su mutismo, un mirarse en una esquina de la noche, un desdoblarse en la geometría de las cosas, se percibe cuando leemos los poemas de Lauren Mendinueta (Barranquilla, Colombia, 1977). Su poesía conversa con lo cotidiano y lo asombroso del viaje, con la levedad del aire que transita y ocupa lentamente los espacios, o con el misterio de un clima que cerca el cuerpo que lo habita.
Hay una interrogación de la existencia que se afirma y se retrae, un enamoramiento de la nada y lo invisible, un olvido que se trenza en la belleza de sus poemas que mantienen siempre un halo indefinible que cautiva a cada instante.
Presentamos para la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida una selección de poemas de los libros Del Tiempo, un Paso (VIII Premio de Poesía César Simón de la Universidad de Valencia, España 2011), La Vocación Suspendida (España, 2008) y Poesía en sí misma (Bogotá, 2007). En su poesía Lauren Mendinueta se reafrima como una de las voces más destacadas de la última generación de poetas colombianos, a lo cual debe sumarse la alta difusión que hace de la poesía y la literatura colombiana en Portugal —país en el que reside actualmente—, a partir de su trabajo como traductora y antologadora.
Poemas del libro Del tiempo, un paso (Editorial Denes, España, 2011)
DESEO DE NADA
Todavía es temprano.
Mil noches han caído sobre la tierra,
y otras mil cayeron antes,
pero aún no es tarde.
El viento arropa con tanta fuerza la casa
que se diría una madre enloquecida de amor.
Pero el viento no puede amar.
Tengo miedo.
El mar no está lejos de aquí,
y yo soy esa misma arena sobre la que caen
furiosas, incontenibles y enajenadas las olas.
Más allá, en el centro mismo de la tormenta,
mi ojo busca las razones de tanta rabia.
Tengo ganas de azotar a la noche
hasta verla sangrar.
Deseo hasta el infinito
poseer algo que jamás se entregue.
RELOJ SIN MANECILLAS
Tengo el boleto para un viaje que promete el Jardín como destino,
la costumbre de rondar sobre cenizas para no olvidar el fuego
y la voz de mi madre que me arropó con rumor de palmas en la tarde.
Tengo también el compromiso de estar viva, de preservar lo intocable
para que el mundo siga siendo aquello que no soy.
Pero vivir en redondo como aguja de reloj termina por cansar.
Cuánta ironía: tener que envejecer para al fin recobrar la infancia,
tener que morir para que ya nadie pueda robármela.
EL JARDÍN COMO DESTINO
En los umbrales del jardín te espera la más hermosa nada.
No encontrarás al gran ángel negro de alas encendidas
ni saldrá a recibirte el viejo barbón que custodia la casa.
Ahí has de encontrarte con el gran desconocido que fuiste,
con aquel obscuro murmullo que aterrorizó tu niñez,
el mismo canto de sordos que cargaste la vida entera.
No encontrarás girasoles que se inclinen a occidente,
ni azaleas encarnadas que escapen al alba.
Atrás habrán quedado los árboles del Paraíso
con sus ramas desfloradas
erguidas al cielo con orgullosa inocencia
y conocerás la vergüenza de haberte avergonzado un día de tu desnudez.
Si alguna vez llegas a los confines del jardín,
ahí donde todo lo ha quemado el cielo,
donde la materia cumple su único destino,
sabrás que tu vida ha sido como un poema atravesado de tormentos
pero insensible a sus propias palabras.
Y te preguntarás cómo has podido no entender
que tu anhelo de vivir eternamente,
tu miedo animal a la soledad,
no tenía el poder de construir otros mundos.
El jardín es uno solo y a él vas y vuelves sin percatarte.
Y como el alma no siente, sólo sabe,
te sorprenderás al saber que la nada posee tu propio rostro.
EL ESPACIO EN SU JARDÍN
Lo visible y lo invisible
están en eterna contradicción,
y esta lucha tiene por fuerza
el poder de matarme lentamente.
El triunfo de lo invisible
carece de espectáculo,
mientras incluso en la derrota
lo visible gana en notoriedad.
Si la brevedad es signo de la vida humana,
el tiempo es asunto mío,
también.
ENCALLAR EN EL EGEO
Vi mi rostro reflejado en las aguas del Egeo.
Cada rasgo con su trazo único, apenas mío,
la imagen de una exactitud inquietante.
Esos eran por fin mis ojos. Mi boca. Mi nariz.
Mis pómulos. La inclinación exacta de mi barbilla.
Así estuve atenta días y noches
deseosa de que el reflejo intentara hablarme.
Desde entonces no importa a dónde vaya
en ese mar me quedé yo, temblando entre rocas y olas:
muda, idéntica a la felicidad que nunca tuve.
SIN ENTENDER NADA
La tarde se agotaba en Rodas,
abril, como toda promesa cumplida, perdía interés
y yo vi correr tus lágrimas hasta el mar.
Sin entender nada
ni tu melancolía ni la migración de las aves
ni el silbido de los barcos ni el rostro envejecido de los capitanes,
cerré los ojos.
Al volver a abrirlos, no sé si yo era distinta
o si el puerto había cambiado
pero los barcos anclados embellecieron con la noche.
Tú que mirabas hacia las colinas
no viste mis lágrimas encendiendo las primeras lámparas.
Poemas del libro La Vocación Suspendida (Editorial Point de lunettes, España, 2008)
ASÍ PASAN LOS AÑOS
Pasan los años,
y aunque la vida me acusa de inmovilidad,
también yo he viajado.
Como una partícula de polvo
he revoloteado por la casa y me he prendido a los libros.
Como un insecto he reposado a la orilla de las acequias,
o simplemente he sido una mujer que de tarde en tarde
ha mirado hacia el mar
buscando barcos olvidados por la neblina
y que vuelven a la memoria,
sin esperanza distinta de la muerte.
BOGOTÁ, DESPUÉS DE UNA VISITA A HELENA IRIARTE
No hay relación entre las cosas
y aquello que las encarna.
La realidad acaso es un vacío
y el reflejo en los espejos
la evidencia de su precariedad.
Los nombres van por el mundo
retratando la angustia de no ser lo que nombran.
La gente corre afanada hacia el vagón del metro
o el autobús porque la vida depende de un concepto.
Tampoco la puntualidad corresponde a su palabra,
Pues no se puede llegar con retraso al destino.
¿Es posible que convivan alma y cuerpo?
¿no serán un binomio inseparable,
una sola cosa que no sabemos nombrar aún?
En estos temas, como en tantos otros,
me atropella la retórica,
y vuelvo a preguntarme si será posible
nada más vivir.
OLVIDO DE MÍ
Octubre ha llegado dominado por las lluvias,
y los demás meses lo han seguido hasta aquí.
De repente este amontonado tiempo lo ha llenado todo,
el verde de la casa, las sillas, la manta que cubre el piso
cuando en el verano me recuesto a leer.
En mí no es posible el abandono del tiempo,
la gracia que supone el olvido
me hubiese salvado de esta invasión.
Ahora debo caminar con cuidado
para no maltratarme con tantos recuerdos.
¿Me engañaré o será verdad lo que voy a decir?
Renuncio a esta visita, no le temo a la soledad.
LA TORRE DE MARFIL
El mundo es una torre de marfil, en vano
busco una puerta en sus paredes curvas.
Parezco una actriz representando a un borracho,
camino tratando de hacer una línea recta,
nunca eses. No soy una profesional
de la actuación, ni siquiera me le parezco,
pero caminaré tratando de hacer una línea recta.
A veces me siento frente al ordenador y busco
toda clase de cosas, desde zapatos hasta amor.
Y sí, todo lo encuentro allí, porque el mundo es una torre
y estoy atrapada con todo lo demás, es inevitable.
Cuando me miro al espejo me sorprende lo común
que parece mi rostro, y me digo:
es bueno ser tan común, no te asustes.
Vuelvo a sentarme frente al ordenador y encuentro
las mismas cosas, todo, todo, hasta el amor.
Y allí mismo, tecleando,
trato de comprender
por qué me siento libre en la jaula del pájaro.
HAY SÓLO UN TIEMPO
¿Hoy que vives entre cosas cotidianas
te olvidas de aquella época ilustre
cuando a tus pies tuviste la poesía?
me pregunta desde un poema Raúl Gómez Jattin.
Asustada yo no me detengo a contestar.
Dice el evangelio que allí donde está el tesoro
reposa el corazón.
¿Será por eso que quien soy
no concuerda con lo que Soy?
Decidirme por lo que no me agrada.
Pensar en el futuro como si creyera en él.
Temeridad.
Hay sólo un tiempo para ser,
para hacer. Hacerse. Hágame. Hágase en mí.
Ya no me hago. No puedo hacerme.
Me dejo hacer por lo cotidiano.
Me harta el final del día
y no hay esperanza que me ilusione más allá del lunes.
Me siento como una enamorada
que persigue a su compañera infiel, la poesía,
de antro en antro,
buscando la ocasión de darle una bofetada
para regresar con ella a casa y lamerle los pies.
Aunque sé que la verdad es otra
porque en realidad nunca salgo a buscarla
soy la infiel,
la amante egoísta y ególatra
que se deja manosear en los bares.
Tengo que reconocerlo aunque me avergüence:
en mí se ha perdido lo más valioso del recuerdo
y no sé si tendré fuerzas para salir a encontrarlo.
INTERIOR VERANIEGO (1909)
Cuando la realidad me repite en un cuadro de Edward Hopper
—una mujer ensimismada, un poco curva,
la insípida decoración del cuarto
y los brazos lánguidos del desaliento rodeándome—,
en mí se despliega un catálogo de paisajes abandonados,
puertas canceles que chirrían con el viento de la tarde
y de un recuerdo cierto aunque no vivido.
En esos paisajes que la habitación no puede evocar pero despierta,
me repito, me repito.
El arte alcanza la inteligencia necesaria del misterio.
Todavía sentada en el suelo
(Las piernas recogidas, un brazo encima de la cama,
la cabeza caída sobre el pecho),
busco motivos para la alegría
hasta llegar resignada y seca al confín de mi esperanza.
El silencio ya no es posible para mí en esta vida.
Mi propio ruido acompañando todos los sonidos. ¿Será un castigo
o tiene algo qué decirme esta presencia discordante?
El ojo del pensamiento me lleva otra vez al cuadro de Edward Hopper,
donde vuelvo a existir absorta e indefensa
en las pinceladas del presente.
Poemas del libro Poesía en sí misma (Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2007).
EUCLIDIANA
Desde la azotea observo
la diaria geometría de los pájaros
que vuelan sin sombra de duda
por el laberinto del cielo.
El tiempo
que como ellos migra
dispone la distancia imprescindible
entre nosotros y el orden de las cosas.
El hoy en mí quiere darle las gracias
¿por qué cosa debo empezar?
ANTIGUA MORADA
La infancia viene de muy lejos,
de un lugar muy antiguo,
de una casa abandonada en el mundo.
Lo cumplido en aquellos años no demora.
Demasiado vieja el alma,
milenaria en su forma,
termina por imponer
su voluntad de retiro.
El resto de la vida nos queda
para fijar su extrañeza,
la severa distancia impuesta
por su opacidad inalcanzable.
POEMA AUTOREFERENCIAL
La que sin ser yo
no es otra
La de tirantes dedos
para acariciar el espino
escribe
pocos años pocas horas
no menos de mil
no más de mil
Recoge
la herida amarga
para protegerse
de la orgullosa espesura
Sostenida por siete pájaros azules
su soledad
no derrama pájaros
Árboles con amplias miradas
antigua huella de adioses
guardaron para ella la señal
y las flores
grandes triunfadoras
le cortaron el suspiro inocente
Joven aún
no la conozco
Ella y yo
dos manos de trazo libre
para esquivar la espera
Dos pies en forma de pies
para marchar al combate
Dos ojos que siempre miran recuerdos
Diosa y mujer
nosotras
CARTA DE BEATRIZ A DANTE
(En un día imposible de precisar)
Por voluntad divina
nos une la memoria.
La sombra de tu cercano tormento
se mezcla con la mía
blandamente como si entrara al paraíso.
¡Agonía
emerges desde el fondo de los siglos!
Si pudiera lanzaría tu nombre
a los brazos infinitos de la noche.
Libre
sería un ave no tocada por el cielo.
Espigada sombra
fulguras desterrada.
Cuando retornes al paraíso
será mi rostro
una visión con velas
encendida en desolación.
Será mi cuerpo
un traje rumoroso
en los huesos lucientes.
¿Qué fatalidad
encadena el alma
con las ilusiones fallidas?
Es bueno guardar silencio
cuando se ha visto al fuego
caer del cielo.
Lauren Mendinueta (Barranquilla, Colombia, 1977). Ha escrito siete libros entre poesía, biografía y ensayo, los más recientes: La Vocación Suspendida, VII Premio de Poesía Martín García Ramos (España 2007); Del Tiempo, un Paso, VIII Premio de Poesía César Simón de la Universidad de Valencia (España 2011). En Colombia ha ganado tres premios nacionales de poesía y en 2011 obtuvo el Premio Nacional de Crítica y Ensayo de Colombia (Ministerio de Cultura y Universidad de los Andes) por un trabajo sobre la artista plástica Doris Salcedo. En portugués a publicado los libros: Vistas sobre o Tejo (Portugal, 2011) y la antología Um país que sonha (cem anos de poesia colombiana) (Portugal, 2012). Algunos de sus trabajos han sido traducidos al inglés, italiano, alemán, ruso, portugués y francés. Actualmente vive en Lisboa.