Raúl Gómez Jattin
Nota y selección de Alejandro Cortés González
El 22 de mayo se cumplieron 18 años de la muerte de uno de los más notables, leídos y controvertidos poetas colombianos. Raúl Gómez Jattin, con una poética descanonizada y de corte confesional, logra ahondar en la profundidad particular de cada lector, como queriendo decirnos que se encuentra más universalidad excavando el adentro que frecuentando a los academistas de la época. “Valorad al loco / Su indiscutible propensión a la poesía / Su árbol que le crece por la boca / con raíces enredadas en el cielo”. Hoy, a modo de homenaje, presentamos una muestra de su obra.
PEQUEÑA ELEGÍA
Ya para qué seguir siendo árbol
si el verano de dos años
me arrancó las hojas y las flores
Ya para qué seguir siendo árbol
si el viento no canta en mi follaje
si mis pájaros migraron a otros lugares
Ya para qué seguir siendo árbol
sin habitantes
a no ser esos ahorcados que penden
de mis ramas
como frutas podridas en otoño
ISABEL
Qué te vas a acordar Isabel
de la rayuela bajo el mamoncillo de tu patio
de las muñecas de trapo que eran nuestros hijos
de la baranda donde llegaban los barcos de La Habana cargados de…
Cuando tenías los ojos dorados
como pluma de pavo real
y las faldas manchadas de mango
Qué va
tú no te acuerdas
En cambio yo
¿no lo notaste hoy?
¿no te han contado?
Sigo tirándole piedrecillas al cielo
buscando un lugar donde posar sin mucha fatiga el pie
Haciendo y deshaciendo figuras en la piel de la tierra
y mis hijos son de trapo y mis sueños de trapo
y sigo jugando a las muñecas bajo los reflectores del escenario
Isabel ojos de pavo real
ahora que tienes cinco hijos con el alcalde
y te pasea por el pueblo en chofer endomingado
ahora que usas anteojos
cuando nos vemos me tiras un “qué hay de tu vida”
frío e impersonal
Como si yo tuviera de eso
Como si yo todavía usara eso
ABUELA ORIENTAL
A esa abuela ensoñada
venida de Constantinopla
A esa mujer malvada
que me esquilmaba el pan
A ese monstruo mitológico
con un vientre crecido
como una calabaza gigante
Yo la odié en niñez
Y sin embargo vuelve
en esta noche aciaga
con algo de hermosura
Por algo se dice
que con el tiempo uno perdona casi todo
Vuelve con sus cicatrices en el alma
de fugada de un harén
con sus “mierda” en árabe y en español
Con su soledad en esos dos idiomas
Y ese vago destello en su espalda
de alta espiga de Siria
DE LO QUE SOY
En este cuerpo
en el cual la vida ya anochece
vivo yo
Vientre blando y cabeza calva
Pocos dientes
Y yo adentro
como un condenado
Estoy adentro y estoy enamorado
y estoy viejo
Descifro mi dolor con la poesía
y el resultado es especialmente doloroso
voces que anuncian: ahí vienen tus angustias
Voces quebradas: ya pasaron tus días
La poesía es la única compañera
acóstumbrate a sus cuchillos
que es la única
PÁJARO
En la clínica mental vivo
un pedazo de mi vida.
Allí me levanto con el sol
y entre tanto escribo
mi dolor y mi angustia.
Sin angustias ni dolores
ataraxia del espíritu
en que mi corazón
como una mariposa
brilla con la luz
y se opaca como un pájaro
al darse cuenta
de los barrotes que lo encierran.
LOLA JATTIN
Más allá de la noche que titila en la infancia
Más allá incluso de mi primer recuerdo
Está Lola – mi madre – frente a un escaparate
empolvándose el rostro y arreglándose el pelo
Tiene ya treinta años de ser hermosa y fuerte
y está enamorada de Joaquín Pablo – mi viejo –
No sabe que en su vientre me oculto para cuando necesite
su fuerte vida la fuerza de la mía
Más allá de estas lágrimas que corren en mi cara
de su dolor inmenso como una puñalada
está Lola – la muerta – aún vibrante y viva
sentada en un balcón mirando los luceros
cuando la brisa de la ciénaga le desarregla el pelo
y ella se lo vuelve a peinar
con algo de pereza y placer concertados
Más allá de este instante que pasó y que no vuelve
estoy oculto yo en el fluir de un tiempo
que me lleva muy lejos y que ahora presiento
Más allá de este verso que me mata en secreto
está la vejez – la muerte – el tiempo incansable
cuando los dos recuerdos: el de mi madre y el mío
sean sólo un recuerdo solo: este verso
EL DIOS QUE ADORA
Soy un dios en mi pueblo y mi valle
no porque me adoren sino porque yo lo hago,
porque me inclino ante quien me regala
unas granadillas o una sonrisa de su heredad.
O porque voy donde sus habitantes recios
a mendigar una moneda o una camisa y me la dan.
Porque vigilo el cielo con ojos de gavilán
y lo nombro en mis versos.
Porque soy solo.
Porque dormí siete meses en una mecedora
y cinco en las aceras de una ciudad.
Porque a la riqueza miro de perfil
mas no con odio.
Porque amo a quien ama.
Porque sé cultivar naranjos y vegetales aún en la canícula.
Porque tengo un compadre
a quien le bauticé todos los hijos y el matrimonio.
Porque no soy bueno de una manera conocida.
Porque no defendí al capital siendo abogado.
Porque amo los pájaros y la lluvia
y su intemperie que me lava el alma.
Porque nací en mayo.
Porque sé dar una trompada al hermano ladrón.
Porque mi madre me abandonó
cuando precisamente más la necesitaba.
Porque cuando estoy enfermo
voy al hospital de caridad.
Porque sobre todo respeto sólo al que lo hace conmigo,
al que trabaja cada día un pan amargo y solitario y disputado
como estos versos míos que le robo a la muerte.
YO TENGO PARA TI MI BUEN AMIGO
Yo tengo para ti, mi buen amigo,
un corazón de mango del Sinú,
oloroso, genuino,
amable y tierno.
Mi resto es una llaga,
una tierra de nadie,
una pedrada,
un abrir y cerrar de ojos
en noche ajena,
unas manos que asesinan fantasmas
Y un consejo yo te doy:
no te encuentres conmigo.
EL LEOPARDO
Como fuerza de monte
en un rincón oscuro
la infancia nos acecha
Así el leopardo – Martha Cristina Isabel –
El leopardo se asoma por tus ojos
ha saltado derrumbando años
y sobre mi niñez – de bruces – me he derribado
Sueños de un día trepando los peldaños de la eternidad:
Tú venías por el sol y yo era de barro triste
Tú tenías noticias del universo y yo era ignaro
Los años – Martha – con su carga de piedras afiladas
nos han separado
Hoy te digo que creo en el pasado
como punto de llegada
LOS POETAS, AMOR MÍO
Los poetas, amor mío, son
unos hombres horribles, unos
monstruos de soledad, evítalos
siempre, comenzando por mí.
Los poetas, amor mío, son
para leerlos. Mas no hagas caso
a lo que hagan en sus vidas.
ME DEFIENDO
Antes de devorarle su entraña pensativa
Antes de ofenderlo de gesto y palabra
Antes de derribarlo
Valorad al loco
Su indiscutible propensión a la poesía
Su árbol que le crece por la boca
con raíces enredadas en el cielo.
Él nos representa ante el mundo
con su sensibilidad dolorosa como un parto.
***
RAÚL GÓMEZ JATTIN
(Cartagena de Indias, 31 de mayo de 1945 – Cartagena de Indias, 22 de mayo de 1997). Vivió su infancia en Cereté, un pequeño pueblo al norte de Colombia. Su padre fue Joaquín Pablo Gómez Reynero. Su madre fue Lola Jattin nacida en Colombia de padre Libanés y madre Siria. Raúl Gómez Jattin fue educado en varias poblaciones de la costa norte colombiana entre las que se encuentran Cereté, Montería, y Cartagena. Al terminar su bachillerato a la edad de 19 años, regresó a Cereté en donde fue profesor de bachillerato de las materias de Geografía e Historia. A los 21 años se trasladó a Bogotá donde comenzó a estudiar derecho en la Universidad Externado de Colombia. Allí, aparte de sus estudios de derecho, se dedicó al teatro, participando como actor en varios montajes y haciendo adaptaciones de obras literarias que se dieron a conocer principalmente, en la revista literaria Puesto de Combate. Después de vivir ocho años en Bogotá y sin terminar sus estudios de derecho, regresó a Cereté. Allí vivió dos años casi aislado del mundo exterior en una finca de propiedad de su padre. Después de la muerte de su padre volvió a Bogotá en donde reanudó sus actividades como actor. Posteriormente, regresó a Cereté en donde vivió deambulando en las calles, pasó varias temporadas en clínicas psiquiátricas y se dedicó a escribir poesía. En 1989 vuelve a Cartagena donde vive con sus amistades, aunque al final de sus días permanecía en las calles y parques. En esta ciudad pasa otras temporadas en clínicas psiquiátricas y es detenido en varias oportunidades. Durante uno de sus ingresos en el Hospital San Pablo de Cartagena, escribió un libro de poemas. El 22 de mayo de 1997 muere en Cartagena atropellado por un bus, sin que haya sido posible determinar si se trató de un accidente o un suicidio.
Obras publicadas
Poemas (1980)
Retratos (1980-1986)
Amanecer en el valle del Sinú (1983-1986)
Del amor (1982-1987)
Hijos del tiempo (1989)
Esplendor de la mariposa (1993)
Los poetas, amor mío… (1999) Libro póstumo
El libro de la locura (2000) Libro póstumo