Revista Latinoemerica de Poesía

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19. Tempestad en la floresta



     Como pétalos bajo nosotros      

Reseña por Jorge Valbuena

            Tempestad en la Floresta Carmen Inés Perdomo Colección Flor de Ángel El Ángel Editor Quito, 2013       Se llega a la tempestad por el sigilo con que las huellas caen como pétalos bajo nosotros. Una marcha secreta de destellos marca un camino en espiral al que se retorna desde la semilla al aire hasta alojarnos en un silencio luminoso, que abre surcos en nuestra memoria más desconocida. Así esta Tempestad en la floresta, reciente libro de la poeta ecuatoriana Carmen Inés Perdomo, detalla el precipicio de las cosas, la luz que pende de nuestra voz al nombrarnos, el pensamiento del alba, los trazos de la noche, los colores de nuestras sombras. Aquello que siempre permanece desde los cimientos del día hasta la noche de nuestros secretos, hace aquí su inventario. El libro inicia, nos recibe, con un naufragio, no podría ser de otra forma, allí estamos bajo el temporal del canto, a la deriva de todos nuestros recuerdos. Naufragio inmóvil, como el que siempre desatamos sobre la barca de silencio que nos desvela. Mar adentro de la tempestad inclinamos la voz para nombrar la orilla: ¨Mantos de sombra acarician el alba./A sus pies, el mar espera.¨ Así es ¨Cánticos de invierno¨, el primer acápite con que se inunda nuestro abismo, transcurre despacio, sigiloso, no existe el vértigo a pesar de la tempestad, en la inquietud queda claro que la calma que pretendemos la resguarda el sendero que navegamos, el recuerdo, porque el oleaje es secreto, los diluvios son internos, el sol despunta en nuestra boca al filo de todas nuestras más íntimas tempestades. Nos vemos a los ojos y una ola de sal puede cabalgar nuestra mejilla. Así levantar los ojos hace ver el mundo a lo  lejos, pequeño, como sobre el catalejo de estas hojas que han empezado a descifrarnos. Son estos ¨Cantos trizados/como un espejo que el silencio muerde.¨ Se trata de juntar los trozos, tejerlos en el aire, mascullar el reino de nuestros retazos, ver entre la niebla del dolor un espacio donde sembrar las cenizas, hacer un cielo en la profundidad. Por ello la poeta se pregunta: ¨¿Cómo crear entre sombras/un engañoso templo,/una palabra destruida entre los labios?¨, y se sostiene en el aire de su empeño: ¨Soñar con pájaros en esta lluvia/ despierta a la flor enjaulada.¨ Continúa con ¨Pequeñas palabras¨, segundo rastro del tiempo, una isla remota donde las palabras cambian de plumaje. El sol arde en este capítulo, las sombras se incendian al pronunciarse, son breves tragos de fuego que alimentan nuestras horas. La soledad nos ha hecho legionarios. ¨Solo el mar y/el aire./Ningún cuerpo./Un espejo/y una mirada callada.¨ Y circula como un reposo para abandonarnos después, entre instantes, al ¨Jardín de la memoria¨, entonces el recuerdo se hace vértigo, los días que han sido sembrados en el aire florecen en todos los costados de nuestro respiro, ¨como rayo de luz en un abismo,/el mar es la rosa que abre mi boca.¨, se vierte aquí la sangre de la voz y se avizoran las cenizas huérfanas. El viaje ha sido un despojo, sobre un mar que permanece hasta naufragarnos, los hilos que han sido tejidos bajo la tempestad guardan la piel de lo que somos bajo toda llovizna. ¨Por las horas transita,/el insomnio eterno.¨ Tiene un mapa interno este libro que solo descubrimos al dejar la barca. Tempestad en la florestadeslumbra por el tejido minucioso, un cuidado en sobrevolar el vértigo sin hacerlo ruidoso, como si algún descuido en las huellas despertara el monstruo voraz de nuestras destrucciones. Ha sido pertinente la arquitectura de este poemario, tema, lenguaje, emoción, son un solo tejido, desde el principio hasta el fin conserva la certeza de caminar con sigilo sobre la tempestad, el mar en este libro es una cuerda floja, solo los pétalos que pronuncian los recuerdos, su humareda, nos llevará a la orilla de todos nuestros tiempos. 

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