Revista Latinoemerica de Poesía

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Rocío Soria



Rocío Soria R.  (Quito, Ecuador) Comunicadora social. Magíster en Literatura Infantil y Juvenil. Publicó Huella Conceptual, 2003; “El Cuerpo del Hijo”, 2008; “Isadora”, 2010;  “Ictus”, 2013, “Deterioro”, 2018; “Pelotón de Fusilamiento”, 2022 y “Casa de Mariposas Negras”, 2023.

Con “Isadora” obtuvo el Premio Nacional Ileana Espinel Cedeño, 2008; y con “Deterioro”, obtuvo una mención en el Premio Jorge Carrera Andrade del Municipio de Quito. Parte de su poesía ha sido recogida en antologías nacionales e internacionales, ha sido parcialmente traducida al inglés y francés e invitada a encuentros dentro y fuera del país. Aquí una selección de poemas de su reciente libro ¨Casa de mariposas negras¨:

 

 

 

 

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la vieja casa se traga a sí misma

hay humedad en sus cimientos

y agua dañada bajo las maderas

el piso está hinchado

y bajo el cemento de los patios hay depresiones profundas

 

la vieja casa se arranca a sí misma uña tras uña

cabello tras cabello

y fibra tras fibra

vapores internos llenan sus ambientes

se le ha caído la pintura de las manos

 

la vieja casa se devora a sí misma

se han desprendido sus revestimientos

y sus ojos ruegan como los ojos de la virgen dolorosa

no saben qué tiempo falta ni en qué espacio se hallan

yo lloro también por los ojos de la casa

 

en esa vieja casa enmohecida

enloquezco

grito

hago berrinche a solas

y aunque lo haga de mil maneras

ningún alarido es ya escuchado

el grito ahora es alma dentro

el grito ahora es tumba adentro

 

me siento vencida por la vieja casa

vencida por la grave casa

siento que escribir sobre la vieja casa sería empezar a caer con todo y sus escombros

siento que pensar en la vieja casa es empezar a taladrar sus pisos

siento que al parcharla mis voces podrían cobran cuerpo y bullir patológicas

 

me siento vencida por la vieja casa

vencida por la amoniacal casa

en la que siempre habrá una muerta diminuta tras la puerta

como un poema hueso clavado en el paladar

 

la escritura duele ahora

aunque mi dolor sea seco y los marcos de las puertas estén cada vez más ennegrecidos

 

 

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el terreno tiene ochocientos metros cuadrados

la casa del fondo fue construida por antiguos dueños que la hicieron con sobrantes

la recuerdo blanca y con adornos en las ventanas

la recuerdo con un pino viejo y robusto y otro joven y tupido

la recuerdo con la huerta de cebollas y la mata de moras

con hortensias y claveles y un ojo de agua en el fondo del pozo

la recuerdo isla real con marco y retama

una casa de refugio

una casa para morir de viejos

una casa con vistas al cotopaxi y un clima invariablemente frío

 

cuando él se fue yo me dirigí hacia esa casa a recoger sus brazos

a hurgar entre los trastos viejos y la hierba mala repleta en los jardines

a enterrar su cabeza

 

luego cuando ella se fue yo llegué a esa casa a observar su disposición anacrónica

la cocina enclavada al fondo

los cuadros de santos adheridos por doquier

y los hilos de araña que también podían ser los hilos conductores de alguna historia

 

pero esto que escribo es solo la memoria que invento

en esta casa que muero vieja

nada aquí es real

es solamente la evocación de lo frágil que aún me vierto cuando hago historias

cuando doy rienda a mis demonios

 

 

 

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ya arranqué con rabia los enmarañados jardines de la vieja casa

ya removí las piedras detrás de las que siempre sospeché había una puerta

pero solo hay un respiradero de alacranes

 

cavé la tierra con las manos buscando trazas

enfurecida corté el árbol que mi madre amaba porque tuve miedo de sus raíces invasivas

fui por cada rincón de la casa buscando mis residuos

olisquee todos sus rincones

mire de hito en hito a este animal postrado y gigante que era la casa

 

había depósitos enteros y nuevas especies alimentándose de mí

lo sé porque lo que antes era carcajada ahora es sedimento duro

 

saqué muchas cosas al patio

cosas que vistas a la luz del día eran de un absurdo oxidado

cuños

latas

palos

hormas

y punzones

astillas de poemas

en una de aquellas astillas aún estaba velado el cariz de una sonrisa

 

esa es la vida

regresar

enmendar

sanar la casa desde sus bases

rellenar los vacíos que han carcomido sus patios

endurecerse ante el ronquido sibilante de sus maderos

 

 

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descolgamos los cuadros y retiramos los muebles de su dormitorio

hay demasiadas cosas solo útiles a su titular

no entendemos la dinámica de estas cosas

no hay coherencia en lo que vamos hallando

de todas formas

tratamos de vencer la humedad de los pisos

debajo de ellos debe haber escondido un lago para que estas maderas se hayan hinchado tanto

 

entonces dejamos abiertas las ventanas para que el aire ayude

colocamos toallas mojadas sobre las deformidades del piso

para que la madera suavice y podamos manualmente aplanarla

 

con qué fuerzas nosotras tres

 

finalmente taladramos las tablas e insertamos tornillos

los presionamos mucho para que por fuerza se aplane el piso

pero la madera se triza y a los pocos días hay otras duelas infladas

las lijamos como podemos

las pulimos

pero el lago que esconden nos derrota

decidimos sacarlas y reemplazarlas

entonces empieza el trabajo duro

descubrir si son lagos o son mares los que se esconden debajo

descubrir si son lahares o supuraciones

descubrir el agua rancia

el dolor encharcado

necesitamos de un cincel y un combo

y golpeteamos

y desclavamos una a una las duelas de los durmientes

y desclavamos uno a uno nuestros duelos

 

con qué fuerzas nosotras tres

 

necesitamos de la memoria para escribir

la casa se hunde

se traga un baúl de tesoros

las paredes se vencen

hay que descubrir el daño aunque ya lo hayamos descubierto

seguimos sacando madera y a medida que lo hacemos

descubrimos una fosa con la que tenemos que lidiar

descubrimos una zanja en el corazón de mamá

descubrimos el cimbrón en la columna de mamá sosteniendo esqueleto de la construcción

luego sacamos también las barrederas y hurgamos en su estadio dos

el mal diseminándose a los tejidos cercanos

el poema que se abre y deja ver el hueso

 

 

 

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conocí tu cuerpo naufragado

barco perdido en el fondo un mar

intentando como último recurso cubrirse las carnes con las manos

esa carne que es también parte de mi carne

en posición fetal

con un hilo de voz

ya no quiero vivir decías

voz diminuta que era el más rabioso de los gritos de batalla

 

y ahora

aunque ya no estás yo sigo escuchando la música de tus pies en el piso de arriba

los ligeros pasos y los sonidos de la puerta que se atrancaba y al empujarla parecía que silbaba

y la otra

la puerta de salida que sonaba como una castañuela

pero es tiempo de lágrimas

tiempo de telas de araña

tiempo de mariposas negras

tiempo de hundirse en el barco perdido de tu cuerpo

para no volver jamás

 



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