Revista Latinoemerica de Poesía

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TESTIMONIO VEINTE: La contemplación



 

Varios poetas encuentran en la reflexión sobre la naturaleza y la cotidianidad su propia exploración del mundo, es el caso de Wisława Szymborska, quien a través de su poema “Conversación con una piedra”, publicado en su libro Sal (1962), nos ofrece el diálogo persistente entre el escritor y aquello que ha sido catalogado como impenetrable e indescifrable, un encuentro con el misterio que circunda a la virtud de la roca. Este poema, en palabras de Antonio Molina Flores, conversa con “nuestro deseo de conocer y experimentar más allá de los límites, más allá de las puertas no sólo cerradas sino inexistentes”[1].

 

 

 

 

CONVERSACIÓN CON LA PIEDRA

TOCO LA PUERTA DE LA PIEDRA.
—Soy yo, déjame entrar.
Quiero meterme en ti,
mirar alrededor,
tomarte como aliento.

—Vete —dice la piedra.
Estoy herméticamente cerrada.
Aun hechas pedazos
estaremos herméticamente cerradas.
Aun pulverizadas
no admitiremos a nadie.

Toco la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Vengo sólo por curiosa.
La vida es la única ocasión.
Quiero recorrer tu palacio
y luego visitar a la hoja y a la gota.
Tengo poco tiempo para todo.
Mi mortalidad debería conmoverte.

—Soy de piedra —dice la piedra—
y necesariamente debo conservar la solidez.
Vete de aquí.
No tengo músculos para la risa.

Toco la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
He escuchado que hay en ti grandes e inhabitadas salas,
hermosas en vano, nunca vistas,
sordas, sin el eco de los pasos de nadie.
Confiesa que tú misma poco sabes de eso.

—Grandes e inhabitadas salas —dice la piedra—
pero no hay lugar en ellas.
Hermosas, tal vez, pero no para el gusto
de tus pobres sentidos.
Puedes reconocerme, pero no me conocerás nunca.
Dirijo hacia ti toda mi superficie,
interiormente permanezco de espaldas.

Toco la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
No busco en ti refugio eterno.
No soy infeliz.
No vivo en la calle.
Mi mundo vale el retorno.
Entraré y saldré con las manos vacías.
Y como prueba de que estuve de verdad allí,
no presentaré más que palabras,
a las que nadie da fe.

—No entrarás —dice la piedra.
Te falta el sentido de ser parte.
Ningún otro sentido sustituye al de ser parte.
Ni siquiera la vista agudizada hasta ver todo
te servirá de nada sin sentido de ser parte.
No entrarás, habrás si acaso presentido ese sentido,
estará en germen en ti, tendrás su imagen.

Toco la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
No puedo esperar dos mil siglos
para estar bajo tu techo.

—Si no me crees —dice la piedra—
dirígete a la hoja y te dirá lo mismo.
A la gota de agua y te dirá lo que la hoja.
Pregúntale al final a un cabello de tu propia cabeza.
La risa me dilata, la risa, una risa enorme
con la que no sé reírme.

Toco la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.

—No tengo puerta —dice la piedra.

 

Wislawa Szymborska
Traducción de Gerardo Beltrán
Pintura: Calle con kiosco de María Antonia Dans (1969)

 

 

 

 

 

[1] Fedro, Revista de estética y teoría de las artes. Número 5, febrero 2007. ISSN 1697 - 8072



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