Revista Latinoemerica de Poesía

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TESTIMONIO OCHO: La soledad



 

La Guerra de Vietnam, librada entre 1955 y 1975, fue un conflicto que marcó a todo el mundo y que generó un amplio rechazo social contra Estados Unidos por sus formas de combate, entre ellas, la utilización de napalm sobre los territorios de Vietnam. Este contexto, provocó diversas manifestaciones en la población norteamericana e hizo cuestionar a varios autores respecto de los temas abordados en sus escritos; así en 1968 la periodista Bárvara Kevles le manifestó a Anne Sexton, en medio de una entrevista, que algunas personas se extrañaban respecto a que ella escribiera sobre sí misma “ignorando por completo los temas de nuestro tiempo, como la guerra de Vietnam”, a lo que ella respondió: “La gente tiene que encontrar qué es lo que es antes de que pueda enfrentar los temas nacionales (…)”[1].

Así fue Anne Sexton, una poeta confesional atravesada por la soledad, la ansiedad y la depresión. En ella se advierte la dualidad entre la vida y la muerte, pero también a alguien que encuentra en la poesía la mejor manera de abordarse.

 

 

 

 

MAMÁ Y JACK Y LA LLUVIA

Tengo una habitación propia.
La lluvia cae sobre ella. La lluvia cae como gusanos
de los árboles sobre mi hueso frontal.
Embrujada, siempre embrujada por la lluvia, mi habitación
confirma
las palabras que a solas haré.
Busco los estantes a tientas, como ciego,
busco la madera, dura como manzana,
palpando levemente la pluma, mi arma.
Con esta pluma mantengo a raya a mis diversos yos
y con estos discípulos muertos contiendo.
Aunque la lluvia maldiga la ventana
hágase el poema.

La lluvia es un dedo en mi córnea.
La lluvia traspasa goteando sus viejas e inútiles historias...
Me fui a la cama como el caballo al establo.
En mi húmedo lecho estival acuné mis rodillas saladas
y oí a mi padre besarme a través del muro
y oí el corazón de mi madre bombear como marea.
La sirena de niebla aplanó el océano como un cuero.
No hice viaje alguno, no tenía pasaporte.
Era la hija. En el otro cuarto
el whisky fortificó a mi padre. Sobrevivió al clima,
contó su botín y trajo
su barco a puerto.

Lluvia, lluvia, a los dieciséis
tendida junto a Jack toda la noche en el pequeño lago
sin hacer nada, yacía tiesa como ejote.
Jugamos bridge y juegos de taberna, por jugar,
llenamos la lámpara de kerosene,
nos cepillamos los dientes, preparamos sándwiches y té
y nos echamos a dormir en la litera del camarote.
Acostada, un lago ciego, fingí dormir y Jack, en tanto,
me quitó las cobijas de lana y miró
mi cuerpo, ese cuerpo invisible que las muchachas
esconden.
Toda esa noche dulce cabalgamos,
espalda contra espalda, sobre la tormenta.
Ahora Jack oficia misa
mi madre al morir usaba sus propios huesos de muletas.
Llueve en el bosque, llueve en el vidrio
y estoy en una habitación propia. Pienso demasiado.

Desde los ojos de Dios nadan los peces. Déjenlos pasar.
Mamá y Jack llenan el cielo; ambos endosan
mi feminidad. Cerca de tierra arriba mi barco.
Vine a esta tierra a montar mi caballo,
a tocar mi guitarra, a copiar
sus dos nombres, distintos como girasoles; a conjurar
el pan de cada día, a sobrevivir,
de algún modo a sobrevivir.


Anne Sexton
Traducción de Elisa Ramírez Castañeda

Pintura: Morning Sun de Edward Hopper

 

 

[1] La entrevista completa puede ser consultada en http://poesia.uc.edu.ve/anne-sexton/

 



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