Revista Latinoemerica de Poesía

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108. Alexander Buitrago



 

Compartimos una selección del poeta Alexander Buitrago (Zipaquirá, 1977) quien ha recibido numerosos reconocimientos por su trabajo poético en certámenes como el Premio Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia, o el Premio Nacional de Poesía Eduardo Carranza.

Acerca de su libro Estación del fuego, publicado en el año 2007, se ha dicho que el autor “traza una línea poética de búsqueda y autoafirmación interior al recurrir a los elementos de la naturaleza y de la ciudad. Se destacan temas como el amor y la muerte, la lujuria y otros recientes como la guerra y su infancia. Más allá de los rastros perceptibles de sus lecturas y experiencias personales, sus palabras resaltan el esfuerzo del poeta por comunicar su soledad y su dolor, su angustia y su alegría, sentimientos premonitorios que cotidianamente lo pueblan de fantasmas”.

 

 

 

 


Este gato
se ovilla entre mis manos,
a veces rueda renglón abajo
y trepa adjetivos sin salpicar la oscuridad,
se desliza por los techos de poemas altos
e inhabitables donde crecen plántulas
retorcidas
y la noche es un túnel,
este gato, espeso como un suspiro,
afila sus uñas de estaño
contra las páginas desportilladas
por el polvo de una biblioteca abandonada,
este gato maúlla
para invocar mis fantasmas dentro de la casa
donde vivo expuesto a las inundaciones
de poemas tempestuosos
porque mi casa no tiene muros
ni puertas para contener la luz
y yo soy sólo un suspiro
que se curva
cuando este gato desaparece
al pasar la página
o tachar este maullido.

 

 

 

 

 

*****

Fabularé una ciudad de libros,
cada calle será hecha de papel,
serán grafitis todos mis recuerdos,
la lluvia no horadará las calles
y en las calles se escribirán fantásticos poemas,
todos los poemas serán premiados por la lluvia,
nadie se quedará sin un premio literario
otorgado por la real academia de la lluvia,
cien mil académicos celebrarán el triunfo,
los poetas no serán catalogados
ni expulsados de las universidades
ni encarcelados dentro de los libros
y sólo leerán sus poemas bajo la lluvia
o para que no haya inundaciones.
En esta ciudad metamorfosearé el olvido.

 

 

 

 

 


MACHU PICCHU

Para José Edilson Espitia Barrera,
compañero de camino

I.
Piedra a piedra se edificaron
sus sueños
hasta la cumbre,
y allá,
en lo alto de la niebla
donde vive el cóndor
y el puma nupcial
y la vicuña tutelar
es hermana del agua,
se construyó la ciudad
amurallada por el frío
y cincelada por la luz.
La ciudad,
como un animal solitario
se aferró a la montaña
con uñas y
colmillos de piedra
para no desplomarse como un poema.
Ahora que este poema
escalas hasta los silbos más altos
sin que nada detenga tu vuelo
o tu oración antigua
como el croar de las ranas
o las aves de sombra
naciendo de las grietas de la roca,
esta palabra de piedra
más allá de los suspiros se quiebra y,
por las grietas del aire,
nacen plántulas cósmicas
y hierba galáctica.
(Bajo este alero solar
el poema es un camino de piedra
que se extravía
entre los muros lunares
de la ciudad láctea).

 

II.
He subido por los altos caminos
de Machu Picchu.
He subido por los senderos levantados
piedra
sobre
piedra
duramente cimentados como una súplica.
Aquí arriba, en esta cima sonora,
en esta punta de piedra constelada,
los caminos son silbos
desgastados por el agua
que hace los renglones de este poema,
y el agua me rodea de aves,
y a mis pies el agua es pura
como el aire
azul entre los árboles silvestres.
Acércate al borde del poema.
Observa esa pared de piedra
que palabra a palabra
cae vertical poema abajo.
Aquí arriba no soy sino un presentimiento,
un suspiro que se lleva el viento.

 

III.
Mis palabras son silencio de piedra
que sólo Machu Picchu escucha.
              Mira estos senderos de silbos
que la lluvia recorre muda.
Yo reconozco mis palabras
arrancadas como piedras
pulidas como dagas de jade
y organizadas en calles y plazas
habitadas por fantasmas.
Los fantasmas que me habitan
y recorren mis palabras
y esta ciudad de piedra en lo alto de los cantos.
Soy el río de Urubamba que circunda este poema.

 

IV.
Manos ingenieras de antiguos incas
hicieron mis palabras de granito.
Oíd los gritos enterrados
entre los caminos del poema.
Oíd el dolor de las manos
desenterrando sílabas dolorosas,
levantando senderos en el aire,
diseñando quejidos de granito,
alineando poemas ladera abajo,
construyo esta ciudad de silbos
sobre quejidos de piedra
donde observo mi rostro de río
serpear aguas abajo del poema.

 

 

 

 

 

 

HABITARÁS LA AUSENCIA
antes de tocar su concurrido timbre,
y abrazarás el aire
y los trenes que pasan,
los árboles,
mi sombra,
y la noche inmensa entrará por las ventanas
                                                     donde caben silbos solos,
y besarás
al poeta que cruza días verticales,
sus abismos,
al que está
                           y no está,
                                             mientras llueve.

 

 

 

 

 

 

CUADERNOS DESTRUIDOS

Acá me sangran los dedos
con sólo extraer estas palabras de su sitio.
Las pulo bajo el silencio puro,
roca dura
y deforme.
Una cadena arrastro cuando escribo,
cuando cavo entre las palabras de la mina.
El rostro se me tizna de oscuros adjetivos
y visto del color de los presentimientos.
De tanto picar esta música incrustada y deforme
mis manos son un mapa sangriento.
Mi cuerpo se dobla por el peso del silencio
donde socavo la fuerza.
La lluvia rompe mis zapatos con su furia.
Y hasta el aire no es sino una mínima derrota,
una mínima derrota arrendada
y un pequeño olvido prestado.
Llueve mientras escribo encadenado al aire obrero,
mientras un tren espera en este renglón
a sus pasajeros vestidos de recuerdos.

 

 

 

 


POEMA DE OLVIDO

Recuerdo mis olvidos.
Mi infancia como un largo invierno.
Yo espero bajo los aleros entusiastas
y fríos,
a orillas de estas páginas
                                         blandas por el frío,
la lluvia que rompe mis zapatos
y la noche en la que viajo peregrino.

*
Esta mañana de aguacero musical
en que a manotadas cavo en los recuerdos,
remuevo capas de olvido,
hallo poemas, faros, tareas aplazadas,
regaños por llegar tarde al invierno
o por lloverme demasiado,
esta mañana de silbos destruidos por la lluvia,
inviernos, bibliotecas rotas dentro de tu cuerpo,
hay que morder el denso volumen de tu cuerpo,
la punta endurecida de tus pezones erguidos como agujas,
lamer la profunda estalactita rosada entre tus piernas,
extraer a besos los olvidos incrustados como espinas en tus piernas,
soltar las aves que llevo dentro para que ardan mis palabras,
bajo la luz
de esta calle imaginaria
de lento murmullo ahogado
que llamo lluvia voz adentro
o viento abajo acá dentro de mí,
esta mañana de aguacero musical
hay que escribir ahoras callados en la lluvia,
oír las flores inclinadas dentro del violín del viento,
ser aire de tu orilla
y poblar tu pensativo azul de tigres o de olvidos
                                                                                     -que es lo mismo.

*
Yo escribo en los cuadernos destruidos
                                                              mis aullidos,
                    activo
y desactivo el mecanismo del olvido
y lavo este renglón de barro
de adolorida hierba que creció en combate,
los abrojos de las ensangrentadas ruinas,
y beso cuerpo adentro
hasta tus árboles volcados dentro
no tus antiguas bibliotecas
                    ardiendo aún bajo los bombardeos,
no las palabras abandonadas
como estatuas al crepúsculo
sino tu inmortalidad de número
o de olvido,
                   mía bajo la lluvia,
                   lejos del nocturno asedio de las armas.

 

 

 

 


POEMA PARA DESPUÉS DE LA GUERRA

Ven, en el centro de todas mis demoliciones te beso, te toco, lavo tus heridas, paso mi mano por tu frente llena de cicatrices, limpio la costra de sangre y lodo que hiere tus párpados y no te deja ver mi esfuerzo, yo te reconozco entre mis brazos como un trozo de mineral entre las hojas o una estrella de mar al borde de la luz, compañera de carne obrera y hueso subversivo, ahora que al fin llego a tus hombros con mis derrumbes dentro, llenos los ojos profundos de naufragios, insálubre después horadar la oscuridad, la sangre canta bajo tu piel como las cigarras en la tierra y tu cuerpo como una barca demora sus navegaciones en mi pecho de agua: Deja que la lluvia moje tus llagas, tus dedos quemados, tus senos de duplicado deseo, no huyas de rojo incendio al crepúsculo, he depuesto las armas; mis manos de viento te rodean de pájaros y mariposas alegres, hoy mi fatiga se viste de verano como un geranio, y llego sin alas a tu pulso de mar, y me inclino como a una fuente oscura a tus ojos rutilantes para contemplar el universo.

 

 

 


Alexánder Buitrago Bolívar (Zipaquirá, 1977) Participó en los colectivos literarios Fundación Siembra, Zaguán de Poesía y Los Impresentables. Es Hermano de la Salle. Estudió Ciencias de la Educación con especialidad en Estudios Religiosos en la Universidad de la Salle, es Especialista en Gerencia Educativa de la U.P.T.C. y Literato de la Universidad de los Andes. Publicó el poemario Estación del fuego en 2007.
Ha obtenido varios reconocimientos literarios: Primer puesto en el II concurso “La memoria de nuestros pueblos”: Homenaje a los estudiantes caídos en soledad"; mención en el IX concurso Bonaventurano de Cali (año 2103); mención en el XXVI concurso de Poesía y Cuento de la Universidad Externado de Colombia (año 2013), segundo puesto en el XII concurso de poesía Eduardo Carranza (año 2014), mención en el XII concurso Bonaventurano de Cali (año 2016), segundo premio en el concurso de poesía Ediciones Literarte, Argentina (año 2016), primer lugar en el concurso internacional “El Parnaso Literario”, Perú, (año 2017) y mención en el concurso internacional “Mil poemas por la paz, (año 2017).
Ha publicado poemas y artículos en varias revistas literarias. Fue columnista en la revista digital Vórtice, de Nicaragua, en el año 2015. Actualmente escribe para Letras y Poesía, Literatura Independiente. Su blog es esquinasazules.blogspot.com.

 

 

 



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