Revista Latinoemerica de Poesía

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Los retos de la traducción poética



 

"Sin los tristes despueses del desacoplamiento":

los retos de la traducción poética

 

Por Katherine M. Hedeen

 

 

¿Por qué soy traductora de la poesía hispanoamericana?

Hace ya casi dos décadas, cuando un poeta hispanoamericano me pidió que revisara algunas traducciones al inglés de su trabajo, las critiqué como sólo una estudiante de posgrado ambiciosa e inexperimentada lo haría: “Están bien, pero podrían ser mejores.”

Y el poeta respondió: “Adelante”. Entonces me di cuenta de en qué me había metido. Así, un poco por casualidad, si es que la casualidad existe, comencé mi trabajo de traductora literaria.

Como estudiante del español desde los trece años, sin duda había intentado la traducción antes, y en particular de la poesía hispana. Empecé mi carrera universitaria en una facultad de educación bilingüe. No obstante, al leer a Antonio Machado en un curso sobre la literatura hispana, descubrí que la poesía en lengua española me ofrecía algo que no había podido hallar en la poesía en inglés. Era ese calorcito, esa manera de llegar al corazón, esa libre expresión del sentimiento sin la que la belleza no es plena, e inmediatamente me dediqué a su estudio. El primer poema que traduje era de Vallejo, y de Trilce, y por nada  en el mundo pude entenderlo. La traducción en ese caso no ayudó mucho (ni debía), pero se los cuento porque, a un nivel muy básico, simplemente quería apreciar aquel texto de una manera más profunda. En fin, traduzco para realmente entender.

En especial, me siento atraída por los desafíos de la poesía. Ante todo, me ofrece la posibilidad de ser poeta yo misma. Y debo clarificar, pues siempre me preguntan, sí soy poeta a pesar de nunca haber publicado un “poemario propio”. Mis traducciones son mis poemas, mis libros. Esto no quiere decir que no sea fiel al texto original, que traicione al autor. ¿No fue Borges quien dijo que el original es infiel a la traducción (110)? Al contrario, al considerar mi obra de esa manera, honro el poema, honro al poeta, contribuyo a esa “vida de ultratumba” a que hace referencia Walter Benjamin. La traducción de la poesía siempre tiene que tener como principio la poesía misma.

Cuando me enfrento a un texto, comienzo con lo que puede parecer la operación más sencilla. ¿Qué significa en el sentido más literal? Pero la traducción “literal” no es necesariamente fácil. Consideren la imaginería creada por nuestro querido poeta ecuatoriano Jorgenrique Adoum, que utilizo como título de esta ponencia: “sin los tristes despueses del desaclopamiento” (minus the sad thereafters of uncoupling), de su magnífico “El amor desenterrado”.¿Cómo proceder? Si duplico la experimentación del texto original, los lectores en inglés pueden considerar mi propio trabajo como una mala traducción. Siempre existe la tentación de tratar de dar sentido a algo que podría no estar claro, o simplemente no tenerlo, incluso para el lector nativo, con el fin sólo de guardar las apariencias. La respuesta va mucho más allá del nivel de comodidad del lector en inglés y su familiaridad con ciertos términos, o de mi propia reputación como traductora. La misma poética de Adoum se basa en un desafío a los modos occidentales tradicionales de expresión. Preservar esa estética es lo que me importa más.

A su vez, mis elecciones, en apariencias triviales, reflejan mis objetivos principales como traductora. A nivel textual, quiero asegurarme de que el significado del poema (explícito o no) se represente con fidelidad, aunque eso no sea “estándar”. Y en términos generales, quiero contribuir a llevar este tipo de escritura rebelde, que a menudo es pasado por alto, al lector angloparlante, a un público más amplio.

Y es aquí donde enfrentamos uno de los problemas más graves para la traducción literaria en los Estado Unidos.

 
 

La situación de la traducción literaria en los Estados Unidos hoy día

Hay un sitio web maravilloso llamado “Tres por ciento”, que forma parte del programa de traducción de la Universidad de Rochester en el estado de Nueva York en los EEUU. Es maravilloso porque tiene una gran cantidad de información acerca de la traducción. Recibe su nombre del número de libros traducidos al inglés que se publican cada año, aunque aclaran que si sólo se hablara de la ficción literaria y la poesía, la cifra sería de alrededor del 0,7%. De acuerdo con su base de datos en el 2014, hay/habrá 46 libros traducidos del español, lo que representa el 10,41% de todos los libros literarios traducidos al inglés. 16 de esos libros son de España, 10 son de Argentina, 8 son de México, 6 son de Chile, 4 de Cuba, 2 de Guatemala, 1 del Perú y otro de Venezuela. Y lo más preocupante para los traductores de la poesía hispana; de todos los libros que se han publicado/se publicarán en traducción en el 2014 (de acuerdo con 3 por ciento son 442), solo 58 (en todos los idiomas) son de poesía, y solo 6 se traducen del español (3 de México, 2 de España, y 1 de Argentina).

¿Qué significan estos números? En general, se refieren a que las editoriales estadounidenses y británicas han ayudado a producir culturas en sus países que son agresivamente monolingües y poco receptivas a lo extranjero. Las repercusiones de esta actitud para el lector son bastante preocupantes. Los editores buscan una traducción “suave”, que suene “como si el texto hubiera sido escrito en inglés.” Si la traducción se lee “fácil”, es inevitable que tenga mayores ventas. Sin embargo, estos signos reveladores de una traducción “buena” o “fluida”, también pueden ser considerados como lo que Clayton Eshleman ha llamado el “imperialismo de la traducción“, el proceso por el cual los traductores del “primer mundo” trabajan los textos de los autores del “tercer mundo”, para remodelar esa “materia prima” (4) en algo que, en las palabras de Lawrence Venuti, “inscribe textos extranjeros con los valores del inglés y ofrece a los lectores la experiencia narcisista de reconocer su propia cultura en un otro cultural” (15-16). En última instancia, tales valores contribuyen al racismo de una sociedad en que se prohíbe, en ciertos estados, la enseñanza de los estudios étnicos, en que es legal despedir a un maestro de la escuela pública si habla el inglés “con acento”, en que se promueve con mucho éxito la abolición del uso de todo idioma que no sea el inglés en las instituciones públicas.

En cuanto a América Latina, el conocimiento y la representación de su cultura en Estados Unidos es también preocupante. La gran mayoría de las obras publicadas sobre la región en todas las disciplinas son libros escritos en inglés por académicos estadounidenses. Según John D. French, “[e]n el mundo de habla inglesa, se escribe más sobre los latinoamericanos que se les lee. Como resultado, el público aprende más sobre la región de los mismos latinoamericanistas que son ellos mismos extranjeros de las realidades nacionales que estudian” (citado en White 236-37). Todo esto lleva a una inquietante, obvia pregunta: ¿Quién representa a América Latina en los Estados Unidos (White 236)?

Y esto nos lleva a otras preguntas que tienen que ver con la traducción: ¿Por qué se traducen ciertas obras al inglés? ¿Qué sucede si un trabajo determinado,  de contenido y forma experimentales, de una otredad pronunciada, no se puede representar de un modo tal que dé la apariencia de haber sido escrita originalmente en inglés? ¿En tal caso es mejor simplemente no traducirlo (White 237)?

 
 

Principios de la traducción

Es en reacción a esa situación que establecí mis principios como traductora de poesía hispanoamericana. Aquí voy a tratar de explicarlos, sin aspirar a la coherencia del tratado.

Comencemos por la poesía. ¿Por qué optar por traducirla? Como saben todos los poetas de este aula, la poesía no se vende, y como saben todos los traductores de la poesía de este aula, la traducción poética mucho menos. No obstante, es precisamente por esas razones que se debe traducir. La poesía existió antes del mercado y tengo la absoluta confianza que existirá después. Para mí, optar por la poesía es una cuestión política, y sobre todo, ética, una manera de combatir el mercantilismo salvaje que ha creado el capitalismo.

¿Y por qué la poesía hispanoamericana? La poesía en lengua española ya traducida en Estados Unidos tiene un canon muy limitado: García Lorca, Neruda y para de contar. El hecho de que haya hecho mis estudios en las literaturas hispánicas sin duda me da una perspectiva muy diferente a la vasta mayoría de los traductores estadounidenses, quienes suelen sacar sus títulos en literatura (desde la perspectiva académica, o creativa) en inglés. A estas alturas, vale la pena aclarar algo: saber un idioma no quiere decir que se pueda traducir de ese idioma. Igual que ser poeta de un idioma dado no quiere decir que se pueda traducir la poesía de otro idioma al suyo. Requiere de mucho más, de un conocimiento profundo de las tradiciones poéticas de un país, de una región, y de su historia cultural, social y política. Y sobre todo, de esa capacidad radicalmente no moderna, o sea anti-burguesa, de dejar su yo poético a un lado para abrazar otro.

Esto es precisamente lo que les falta a muchos de los propios traductores de los Estados Unidos, y se nota en los pocos libros que salen en traducción de la poesía hispanoamericana (este año hay 3 , 2 de México y 1 de Argentina), que les falta una coherencia elemental. Se debe anotar además que la vasta mayoría de los libros que se publican en traducción en los Estados Unidos son de escritores de los países hispanos que tienen programas de ayuda económica para la publicación y la traducción, como Argentina, España y México. La mayoría de los grandes poetas hispanoamericanos contemporáneos no son conocidos en el mundo de habla inglesa, y mucho menos traducidos. Así las cosas, mi objetivo como traductora (y editora) es hacer lo que pueda para hacer que el lector de habla inglesa pueda conocer esa poesía hispanoamericana que no se ve muy a menudo (casi nunca) traducida, ni siquiera en las revistas literarias.

¿Cómo es esa poesía? Primero, pongo énfasis en la lírica escrita al partir de 1959, una época fascinante por el flujo y reflujo sociales y culturales de la región. El acceso a esta poesía entre los lectores de habla inglesa ha carecido históricamente de coherencia, de planificación, y depende más de la suerte que del conocimiento. Las obras que me interesan son las que superan las falsas contradicciones del compromiso político y de la experimentación estética, revolucionarias tanto en su contenido como en su forma. La misma poética de estos autores se basa en un desafío a los modos occidentales tradicionales de la representación. Mi prioridad es la preservación de esa estética descolonizadora. Como traductora, busco un equilibrio entre la creatividad poética y el rigor académico. Las ediciones que llevo a cabo incluyen un prólogo que coloca el texto en su contexto, establece su continuidad y ruptura con una tradición poética determinada, e indica sus características fundamentales.

Con la editorial británica Salt Publishing he podido sacar a la luz, con la ayuda de mi colaborador, Víctor Rodríguez Núñez, varias traducciones que incluyen libros de Juan Bañuelos, Juan Calzadilla, Juan Gelman, Fayad Jamís e Ida Vitale. Estamos muy felices de que pronto esté en esa lista el gran poeta ecuatoriano, Jorgenrique Adoum.

 
 

Del inglés al español: el caso de En esa redonda nación de sangre

La traducción es un camino de doble vía. Uso el término en este caso para referirme a mi situación personal, pues traduzco del español al inglés, y también del inglés al español. Quisiera tomar esta oportunidad también para hablar de una experiencia desde la otra cara de la moneda.

Esa otra cara, ante todo, tiene que ver con la misma situación crítica a que hice referencia antes. A la vez que las editoriales de habla inglesa ayudan a producir lectores acostumbrados a las traducciones fluidas, que inscriben en los textos extranjeros los valores del inglés, cosechan los beneficios financieros de imponer con éxito los valores culturales anglo-americanos en un gran número de lectores extranjeros. De acuerdo con Clifford Landers, “[m]ientras que el flujo hemisférico neto del capital en las últimas tres décadas ha pasado de los países subdesarrollados al mundo desarrollado, el flujo de materiales traducidos también ha procedido en gran medida en esa misma dirección, pero opuesta” (citado en White 237).

Así pasa en México, donde nos encargaron la selección y traducción de una antología de poetas estadounidenses. Para que tengan una idea, el mercado del libro mexicano es relativamente pequeño, 400 millones de dólares anuales, en comparación con el de España, 4 mil millones, o el de Estados Unidos, 30 mil millones. En México, el 60 por ciento del catálogo de libros se importa, cifra que no incluye a las editoriales españoles que imprimen allí. La proporción de las traducciones es de 70 a 1; es decir, por cada 70 libros traducidos en México, un libro mexicano es traducido a otro idioma. El 89 por ciento de los libros que circulan en el país son para el sistema educativo, que está dominado por las transnacionales centradas en Estados Unidos como Macmillan, McGraw Hill y Pearson. Eso deja más o menos un 10 por ciento del mercado mexicano del libro a la producción nacional, que en la mitad está compuesta de libros de autoayuda y espiritualidad. Deepak Chopra, por ejemplo, es uno de los autores más vendidos de México. (Granados Salinas).

La traducción siempre es un acto político, y más cuando no se quiere reconocer. Y para contrarrestar tales tendencias neocolonialistas e imperialistas, decidimos hacer algo diferente con esta antología. Dado que La Cabra es una pequeña editorial independiente, sus editores estaban dispuestos a hacerlo. En vez de enfocarnos en el canon estadounidense, optamos por una antología de la poesía indígena contemporánea.

Es que la ignorancia no se limita a los lectores estadounidenses. La falta de conocimiento, junto al hecho de que las editoriales mexicanas tiendan a privilegiar las voces y los valores anglo-americanos, han hecho que históricamente lo poco que se ha traducido al español de los escritores indígenas de los Estados Unidos sea textos tradicionales, a menudo anónimos, como oraciones, poemas orales o canciones. Esto se presta, como es común en Estados Unidos, a una visión racista de los indígenas como sociedades eternamente en el pasado, el mito deshumanizador del buen salvaje.

En esta redonda nación de sangre es la primera antología de su tipo en español. Presenta a escritores indígenas contemporáneos de los Estados Unidos a un público que sólo tenía un acceso muy limitado a ellos. La colección incluye 14 poetas, de los mejores autores nativos nacidos entre 1931 y 1976, que representan la diversidad de la población indígena estadounidense, geográfica y culturalmente. Se trata, en pocas palabras, de una poesía viva.

En estos textos se encuentran una amplia gama de temas, todos conectados por ciertas preocupaciones fundamentales: la vida después de la catástrofe del contacto europeo, las cuestiones de la tierra, el lugar, la soberanía y la historia, los temas que los poetas de esta antología comparten con sus homólogos de América Latina; una historia compartida de colonialismo y neocolonialismo, y también de la resistencia.

Los problemas de la traducción son diferentes en este caso. Todos los poetas escriben en inglés, aunque lo hacen de una manera calibanesca, subversiva, al usar la lengua de los colonizadores en la búsqueda de la descolonización. Lo que queríamos mantener, para los lectores mexicanos, era esa sensación de “otredad” en el propio idioma. Nosotros renunciamos al uso de notas al pie, dejamos las palabras indígenas sin traducir, si se hacía así en el texto original. Para nosotros, esto crea una tensión parecida a lo que un lector no nativo en los Estados Unidos puede sentir al leer estos textos en inglés. Una gran familiaridad con el idioma, pero la presencia repentina de la diferencia, una brecha metonímica, si se quiere.

En esta redonda nación de sangre tuvo inmediatamente una segunda edición en Cuba. Y ahora trabajamos una antología similar de la poesía galesa contemporánea, también 14 poetas de nuestros días, 7 que escriben en galés y 7 que escriben en inglés. Las verdaderas revoluciones en la poesía, como en la vida, no se generan en el centro, sino en la periferia.

En resumen,  a pesar de sus varios retos —fue García Márquez que comentó que “traducir es la mejor manera de leer. Pienso que también es la más difícil, la más ingrata y la peor pagada” (200)— la traducción poética ofrece mucho. Más allá de la búsqueda infinita del significado, de las horas frente a los numerosos diccionarios que pueblan la pantalla de mi computadora, del placer de desarmar el rompecabezas para volverlo a armar, ser traductora implica para mí una gran responsabilidad ética, en relación con los poetas que elijo para traducir y también con la manera en que los traduzco. Es la posibilidad de tomar partido, de no tener que quedarme con los brazos cruzados, de no venderme. Y, lo que es más, por lo menos en mi caso, es la posibilidad de la colaboración, con ese poeta hispanoamericano que mencioné a principios de esta charla, ese que me desafió a hacer las cosas lo mejor que pudiera, mi compañero y colaborador, y con todos los escritores con quienes trabajo.

 

Mount Vernon, Ohio, mayo 2014

 

 

Katherine M. Hedeen nació en Salem (Oregon, USA, 1971). Es ensayista, traductora y profesora universitaria. Se especializa en poesía hispanoamericana y ha investigado sobre varios autores contemporáneos de esta región, y en especial las poetas cubanas Fina García Marruz, Carilda Oliver Labra y Georgina Herrera. Ha traducido al inglés y prologado libros de Juan Bañuelos, Juan Calzadilla, Marco Antonio Campos, Luis García Montero, Fayad Jamís, José Emilio Pacheco, Víctor Rodríguez Núñez e Ida Vitale. Sus traducciones de esos y otros autores hispanos han aparecido ampliamente en revistas literarias de Estados Unidos y el Reino Unido. También ha traducido al español libros de Mark Strand y John Kinsella, así como la antología de la poesía indígena estadounidense, en esa redonda nación de sangre. Es editora asociada de la Earthwork’s Latin American Poetry in Translation, series de la prestigiosa editorial británica Salt Publishing. En 2009 recibió en Estados Unidos la beca National Endowment for the Arts por su traducción de Los poemas de Sidney West de Juan Gelman. En la actualidad enseña literatura hispanoamericana en Kenyon College, Ohio, donde ocupa la cátedra National Endowment for the Humanities Distinguished Teaching Associate Professor of Spanish.

 

Obras citadas

Borges, Jorge Luis. “Sobre el ‘Vathek’ de William Beckford”. Obras completas. Tomo II. Barcelona: Emecé. 107-110.

Eshleman, Clayton. “Addenda to a Note on Apprenticeship”. Translation Review. 20 (1986): 4-5.

García Márquez, Gabriel. “Los pobres traductores buenos”. Notas de prensa: 1980-1984. Madrid: Mondadori, 1991.

Granados Salinas, Tomás. Congreso internacional del mundo del libro, 7-10 septiembre 2009, Ciudad de México: Memoria. México DF: Fondo de Cultura Económica. 2009.

“Three Percent Translation Database 2014”. http://www.rochester.edu/College/translation/threepercent/index.php?s=database. 1 mayo 2014.

Venuti, Lawrence. The Translator’s Invisibility: A History of Translation. Nueva York: Routledge, 1994.

White, Stephen F. “Translation and Teaching: The Dangers of Representing LatinAmerica for Students in the United States”. In Voice-Overs: Translation and Latin American Literature. Stony Brook [Nueva York]: SUNY P, 2002. 235- 244.

 
 

* Esta conferencia fue dictada por Katherine M. Hedeen el 5 de junio de 2014 en la Universidad Central de Quito-Ecuador en el Marco del VI Encuentro Internacional de Poetas de Ecuador 'Poesía en Paralelo Cero"



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