Revista Latinoemerica de Poesía

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Poema del Viernes # 9



                                                                                   Por Hellman Pardo   Si no fuera por dos testigos, esta historia nadie la creería. Una semana atrás visité la Casa de Poesía Silva para retirar un cheque por un servicio prestado allí. Eran las 3:15 de la tarde, y llovía a cántaros. Sin paraguas, completamente empapado, llegué al banco más cercano. Al llegar mi turno, el cajero se detuvo por un instante, miró el cheque y dijo lo siguiente: — ¿Sabe usted si hace poco cambiaron de director en la Casa Silva? — Tengo entendido que aún continúa Pedro Alejo Gómez como director — le respondí. — En la pantalla aparece María Mercedes Carranza, y no Pedro Alejo Gómez, como dice el sello del cheque — dijo. Pensé, como quizá cualquier persona hubiese hecho, que se trataba de un error del banco, de su pantalla, de su sistema, o algo semejante, pero no. — No debería hacer esto, pero mire — dijo el cajero, mostrándome la pantalla de su monitor. Decía, evidentemente, María Mercedes Carranza. — Lo siento señor, no puedo cambiarle el cheque — repuso. — No puede ser. Ella murió hace 10 años. — Lo siento señor, no puedo cambiarle su cheque — repitió. Seguía lloviendo y más empapado todavía, regresé a la Casa Silva y comenté lo sucedido. — Lo siento Doris, no me cambiaron el cheque — dije. — ¿Por qué? — respondió Doris, la mano derecha de Pedro Alejo. — Aún aparece como Directora de la casa María Mercedez Carranza. — Eso es imposible, y lo sabes. — Es lo que le dije al cajero. Doris me dice que hable con Pedro Alejo directamente, pero se ha ido. Hablo entonces con su secretaria. Allí se encuentra el librero de la Casa Silva y alguien más, que desconozco. Les comento la situación, y no pueden creerlo. En 10 años como Director Pedro Alejo Gómez, es la primera vez que le confunden en el banco con María Mercedes Carranza. El caso es que me entregaron el dinero en efectivo. Agradecí y salí de la casa. Tan pronto asomo el pie en la acera, un extraño frío penetra por mi abdómen. De repente la lluvia desaparece, y es allí donde recuerdo que lo último que estoy escribiendo está basado gran parte en El canto de las moscas, de María Mercedes; que ese libro lo tengo sobre el escritorio, exactamente encima del portátil; que en la maleta que llevo en aquel instante se encuentra su Antología, el libro que le publicara la Universidad Externado, con otros más; que en el monitor de un cajero ya cincuentón, con cara de estar allí sentado hace ya bastantes años, aparece aún como Directora de la Casa de Poesía Silva María Mercedes Carranza. Recuerdo, finalmente, que hace dos años tuve la fortuna de ganar el concurso que lleva el nombre de su padre, Eduardo Carranza. Sí, es posible. Quizá estoy imaginando su presencia cerca de la mía, por lo menos allí, en ese momento efímero. Es por todo lo anterior, y por el inmenso afecto que le he guardado a su poesía desde que llegó a mi vida, que hoy publico en Poema del Viernes uno de sus mejores poemas. Un abrazo donde te encuentres, María Mercedes.   TENGO MIEDO   Miradme : en mí habita el miedo. Tras estos ojos serenos, en este cuerpo que ama: el miedo. El miedo al amanecer porque inevitable el sol saldrá y he de verlo, cuando atardece porque puede no salir mañana. Vigilo los ruidos misteriosos de esta casa que se derrumba, ya los fantasmas, las sombras me cercan y tengo miedo. Procuro dormir con la luz encendida y me hago como puedo a lanzas, corazas, ilusiones. Pero basta quizás solo una mancha en el mantel para que de nuevo se adueñe de mí el espanto. Nada me calma ni sosiega: ni esta palabra inútil, ni esta pasión de amor, ni el espejo donde se ve ya mi rostro muerto.   Oídme bien, lo digo a gritos: tengo miedo.                                                                       María Mercedes Carranza  


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