Revista Latinoemerica de Poesía

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Poema del Viernes # 23



Por Hellman Pardo

  En su arte poética García Quintero sintetiza el mundo, su mundo: "Mi casa, como el desierto, no tiene techo ni puerta, sólo boca. Mi casa, como la piedra, no posee vigas ni cimientos, sólo una mano empuñada la sostiene..." He seguido atentamente la solidez de su trabajo, pero logró sorprenderme (de nuevo) hace solo algunos días en la ciudad de Quito con un nuevo poema, que no conocía. Es el que comparto el día de hoy.   LAS GALLINAS   Estos pájaros lerdos crecieron conmigo en el patio. Sin embargo no han merecido antes un pensamiento mío. Sólo hasta ahora que las recuerdo acompañando el silencio quedo de aquellas tardes largas del viento. Porque escarbé la tierra con ellas, grano a grano su maíz llenó de soles mi mano. Muchas veces de niño trepé al árbol hasta alcanzar su palo y sacudí con fuerza los brazos y cacareé la dicha de tener primero el tibio huevo torneado de blanco. Por cierto, no son estas las aves que vio en nosotros Baudelaire. Tampoco guardan la virtud del ruiseñor de John Keats, ese pájaro no destinado a la muerte. Menos aún la fortuna de la alondra de Quessep, ni conservan algo de las 13 facultades que vio Wallace Stevens en el mirlo. Nada de eso les ha sido conferido a las gallinas. Ningún linaje o atributo más que pisar con nosotros la tierra, de andar por siempre en el suelo picoteando cuencos vacíos de estrellas. Y como nosotros hoy, ellas un día también ya lejano, perdieron el vuelo más no ese cantar lo llano. Desde entonces nunca jamás por el alba se extravió el rumbo del labrador solitario.

Felipe García Quintero

 


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