Revista Latinoemerica de Poesía

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10. Dylan Thomas



   

Selección y nota por Jenny Bernal

 

Quizá al intentar citar nombres de poetas provenientes de Gales con seguridad muchos coincidiríamos en mencionar a Dylan Thomas. Su reconocimiento no es para nada en vano, los más de cinco libros de poesía, sus numerosas publicaciones de cuentos, guiones teatrales, entre otros, lo posicionan como uno de los más importantes autores de habla inglesa.

La presente muestra es un pequeño recorrido por algunos de sus principales libros de poesía. En los poemas podemos notar la transformación de su trabajo, las diferentes apuestas poéticas; en un principio algo críptico “Los que hace tiempo yacen/ bajo los dédalos del mar/ no han de morir entre los vientos,/ retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,/ atados a una rueda no serán destrozados;” y posteriormente en sus últimos libros más revelador desde una invitación a su mundo personal; como en su libro Muertes y entradas en el poema “Este lado de la verdad” dedicado a  su hijo  o en el libro En el dormir campestre  su poema “No entres con calma en esa buena noche” dedicado a su padre.

Thomas es un poeta que logra condensar el misterio. Inicialmente con una fuerte influencia de Blake, Rimbaud y Yeats, la cual revitaliza la fuerza de la imagen en su poesía. Su lenguaje transita entre alusiones míticas, la naturaleza, lo surrealista, la muerte y lo vital.

 

 

De 18 poemas (1934)

 

 

La Fuerza que por el Verde Tallo Impulsa a la Flor*

 

 La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor
impulsa mis verdes años; la que marchita la raíz del árbol
es la que me destruye.
Y yo estoy mudo para decirle a la encorvada rosa
que la misma fiebre invernal dobla mi juventud.

La fuerza que impulsa el agua entre las rocas
impulsa mi roja sangre; la que seca los arroyos parlantes
vuelve cera los míos.
Y yo estoy mudo para contarle a mis venas
cómo la misma boca bebe del manantial de la montaña.

La mano que arremolina el agua del estanque
remueve las arenas; la que amarra las ráfagas del viento
iza mi vela de sudario.
Y yo estoy mudo para decirle al ahorcado
que el barro del verdugo está hecho de mi arcilla.

Los labios del tiempo sorben del manantial;
el amor gotea y se acumula, mas la sangre vertida
calmará sus pesares.
Y yo estoy mudo para decirle al viento en la intemperie
cómo ha trazado el tiempo un cielo entre los astros.

Y yo estoy mudo para decirle a la tumba de la amada
que en mi sábana avanza encorvado el mismo gusano. 

 

*Versión de Elizabeth Azcona Cranwell

 

 

De 25 poemas (1936)

 

Este pan que yo parto fue alguna vez avena…*

 

Este pan que yo parto fue alguna vez avena,
este vino en un árbol extranjero
se zambulló en su fruta;
durante el día el hombre y por la noche el viento
segaron las cosechas, rompieron el gozo de la uva.

Alguna vez, en este vino, la sangre del verano
golpeteaba en la carne que vestía la viña,
un día en este pan
la avena al viento era alegría,
el hombre rompió el sol, abatió el viento.

Esta carne que partes, esta sangre a la que dejas
sembrar desolación entre las venas
fueron avena y uva
nacieron de la raíz sensual y de la savia;
mi vino que te bebes, el pan que me arrebatas.

 

*Versión de Elizabeth Azcona Cranwell    

 

 

He deseado irme lejos…*

 

He deseado irme lejos
del silbido de la mentira gastada 
y el incesante grito de los antiguos terrores 
haciéndose más terribles mientras el día 
camina sobre la loma hacia el insondable mar; 
he deseado irme lejos 
de las repeticiones de los saludos, 
porque hay fantasmas en el aire 
y ecos fantasmales en el papel, 
y el trueno de llamadas y notas.

He deseado apartarme pero he sentido miedo; 
alguna vida, aun no gastada, podría explotar 
saliendo de la patraña antigua que arde sobre los campos, 
y, restallando en el aire, dejarme medio ciego,

ni por el terror antiguo de la noche, 
sombrero que se aparta del pelo, 
labios en cucurucho sobre el receptor, 
caeré yo ante el plumaje de la muerte; 
por todo esto no me importaría morir, 
a medias convención y a medias mentira.

 

*Versión de Margarita Ardanaz Morán

 

 

Y la muerte no tendrá dominio*

 

Y la muerte no tendrá dominio.
Los hombres desnudos han de ser uno solo
con el hombre en el viento y la luna poniente;
cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos se dispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y en el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,
retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,
atados a una rueda no serán destrozados;
la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,
y habrán de traspasarles los males unicornes;
rotos todos los cabos, ellos no estallarán.
Y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Y las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
sus cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.

*Versión de Elizabeth Azcona Cranwell

 

 

De El mapa del amor (1939)

 

 

Veinticuatro años recuerdan las lágrimas de mis ojos…*

 

Veinticuatro años recuerdan las lágrimas de mis ojos

(Enterrad a los muertos so pena de que caminen

trabajosamente hacia la tumba.)

 

En el ángulo del umbral natural, me agaché como un sastre

cosiendo un sudario para una jornada,

a la luz de un sol comecarnes.

Vestido para morir, el sensual balanceo comenzó

con mis rojas venas repletas de monedas.

 

En la dirección final de un pueblo elemental

yo avanzo a lo largo como si fuera para siempre.

 

* Versión de Margarita Ardanaz Morán

 

 

De Muertes y entradas (1946)

 

Este lado de la verdad

(Para Llewellyn)

De este lado de la verdad,
quizá tú no veas, hijo mío,
rey de tus ojos azules
en el país cegador de la juventud,
que todo está por hacerse
bajo los cielos indiferentes
de inocencia y de culpa
antes que intentes sólo un gesto
con la cabeza o el corazón,
todo se ha unido y disgregado
en la ventosa oscuridad
como el polvo de los muertos.

Lo bueno y lo malo, dos maneras
de andar entre tu muerte
por este mar triturador,
rey de tu corazón en los días ciegos,
vuelan como el aliento,
van llorando a través de ti y de mí
y de las almas de todos los hombres
hacia la inocente oscuridad
y la culpable oscuridad
y la buena muerte y la mala muerte
y por fin en el último elemento
vuelan como la sangre de los astros,

como las lágrimas del sol,
como la semilla de la luna,
basura y fuego, en el bullicio volador
del cielo, rey de tus seis años.
Y el deseo perverso
bajo el origen de las plantas,
los animales y los pájaros,
del agua y de la luz, de la tierra y el cielo,
desaparece antes de que te muevas,
y todos tus actos, todas tus palabras,
cada verdad, cada mentira
mueren en un amor que no juzga.

 

 

De En el dormir campestre (1952)

 

 

Do not go gentle into that good night 

No entres con calma en esa buena noche*

 

Do not go gentle into that good night,

 Old age should burn and rave at close of day;

Rage, rage, against the dying of the light. 

 

No entres con calma en esa buena noche,

la vejez debe arder y delirar al acostarse el día;

el morirse de la luz. 

 

Though wise men at their end know dark is right,

Because their words had forked no lightning they

Do not go gentle into that good night. 

 

Aunque los sabios, en su fin, saben que lo oscuro es lo exacto,

porque sus palabras no han desatado relámpago alguno ellos

no entran con calma en esa buena noche. 

 

Good men, the last wave by, crying how bright

Their frail deeds might have danced in a green bay,

Rage, rage against the dying of the light.

 

Los hombres buenos, cercana la última ola, lloran convencidos

 de que sus frágiles hazañas podrían haber brillado en verdes bahías:

rabian, rabian contra la muerte de la luz. 

 

Wild men who caught and sang the sun in flight,

And learn, too late, they grieved it on its way,

Do not go gentle into that good night. 

 

Los ingobernables, que cazaron y cantaron el vuelo del sol

se percatan demasiado tarde, de que sufrieron a su modo,

y no entran con calma en esa buena noche. 

 

Grave men, near death, who see with blinding sight

Blind eyes could blaze like meteors and be gay,

Rage, rage against the dying of the light. 

 

Las personas graves, cerca del fin, que ven con cegador suspiro

que los ojos ciegos relampaguean como meteoros y están felices,

rabian, rabian contra el fin de la luz. 

 

And you, my father, there on the sad height,

Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.

Do not go gentle into that good night.

Rage, rage against the dying of the light. 

 

Y tú, padre mío, allá en la triste altura,

maldíceme, bendíceme, con fieras lágrimas, te suplico,

no entres con calma en esa buena noche

rabia, rabia contra el morirse de la luz.

 

* Versión de Margarita Ardanaz Morán

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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